¿Qué vamos a hacer si China estalla?

Padre de familia

 

En las últimas semanas el Fondo Monetario Internacional ha rebajado la previsión de crecimiento de China hasta menos del 10% para el año en curso y hasta el 7.5% para el año próximo. ¡Ojala España creciera el año que viene solamente la mitad! El problema es que se estima que China necesita crear anualmente varias decenas de millones – cuarenta según algunos analistas – de empleos para absorber a los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo y a las masas que abandonan el paupérrimo campo para enrolarse en las industrias urbanas. El problema será bastante más grave si resulta que el FMI está pecando de optimista y finalmente se cumplen predicciones más sombrías que apuntan a que China pueda crecer bastante menos: hasta un 2% auguran algunos.

 

Durante la última década China ha venido creciendo a ratios del 10% anual, acumulando niveles impresionantes de inversión extranjera directa, de ahorro interno y de reservas de divisas. Al punto que los analistas internacionales comenzaron a repetir el mantra de que el Siglo XXI marcaría el retorno de China a la supremacía mundial, dejando atrás dos o tres siglos anómalos en los que había dejado de ser la primera potencia mundial.

 

En general, los que daban por hecho el ascenso imparable de China deslizaban en su análisis advertencias sobre la amenaza que ello podía representar, sin darse cuenta de la inherente contradicción: si la supremacía china no fue obstáculo para el progreso de Occidente en el pasado, su retorno al liderazgo mundial no debería constituir tampoco una amenaza siempre que mantuviera su tradicional política no expansiva y no agresiva, de lo que no hay ningún indicio. 

 

Algunos nos mostrábamos algo más escépticos ante la inevitabilidad de la recuperación china. En el fondo, el auge chino de los últimos años responde fundamentalmente a su posicionamiento como gran factoría de manufacturación – una gran maquilladora – para el mercado occidental. Gran parte de las inversiones extranjeras recibidas respondían al establecimiento en China de multinacionales – japonesas incluidas – para manufacturar a menor costo productos destinados a la exportación a mercados foráneos. En general, las empresas extranjeras que han invertido en China con el objetivo de servir al mercado local han fracasado, fundamentalmente porque el consumo privado es muy limitado (sólo un 40% del PIB) y también porque cuando el negocio funciona pronto aparece un clon local que compite con ventaja por su afinidad con las autoridades.

 

Las excepciones abundan – por ejemplo los autobuses ALSA – pero que le pregunten a Wolkswagen por su millonaria y fracasada inversión en China años ha. Pero el competidor que la expulsó del mercado tampoco ha sido capaz de explotar el gran potencial de la demanda local: sólo el 2% de la población tiene coche.

 

China tiene obviamente muchos problemas: falta de libertad, represión, corrupción, pobreza, las cuestiones irresueltas de Taiwan y Tibet, un territorio inmensamente difícil de controlar, especialmente dada su diversidad étnica, etc. Pero seguramente el problema más grave que tiene China es la gran brecha de prosperidad existente entre la minoría que ha sido capaz de auparse al capitalismo salvaje de la mano del Partido Comunista dirigente y la gran mayoría que malvive con jornales industriales ínfimos dignos de los tiempos de Dickens o, peor aún, sobrellevando su penuria con lo que ofrece la tierra agrícola.

 

El Partido Comunista es muy consciente de que su reto más difícil es conseguir que “harmonizar” el capitalismo, lograr que sus beneficios lleguen más allá de las grandes urbes costeras y permitan así mantener la paz social y la cohesión social. En los últimos años, los discursos oficiales no han hecho sino subrayar este objetivo y aprobar medidas de inversión en vivienda social, infraestructura rural y sostenimiento de los precios agrarios, para tratar de expandir la bonanza excesivamente concentrada en manos de una reducida minoría (no en números absolutos, por cierto: se calcula que en China hay más de cien millones de millonarios en dólares).

 

Ignoro si Hu Jintao y Wen Jiabao, Presidente y Primer Ministro respectivamente, mantienen la justicia social como parte de su ideario. Lo que sí tengo claro es que saben perfectamente que la única opción de que el pueblo siga consintiendo el gobierno del Partido Comunista pasa por la mejora de sus condiciones de vida, constante que se ha venido manteniendo durante la última década y que opera como dividendo a cambio del cual la gente acepta la prohibición de “meterse en política”.

 

Cuando estalló la crisis subprime en EEUU y empezó a extenderse al sector financiero mundial, algunos analistas acuñaron el término “decoupling” – que podriamos traducir como desacoplamiento – para expresar su confianza en que esta sería la primera crisis internacional de Occidente que no afectaría a las economías emergentes, que serían capaces de esquivarla a lomos de la fortaleza de su demanda interna. El razonamiento no era absurdo. Gracias a la globalización China, India, Brasil, México y demás, habían sido capaces de crear clases medias en su seno de pujanza suficiente como para reemplazar ahora la demanda desfalleciente del “primer mundo”. Como prueba se aducía el aumento de las materias primas en 2006-7, causado por la necesidad de las economías emergentes de producir para sí además de para la exportación.

 

El razonamiento no sería absurdo pero prematuro desde luego que sí. Las causas del aumento de las materias primas son variadas, como también las de su descenso drástico en los últimos meses. Pero la concentración primero y la desaparición después de ingentes flujos especulativos tuvieron más incidencia que la demanda interna de los países emergentes. De hecho, es muy posible que haya sido China la principal responsable de la dramática caída del precio del petróleo desde los 140 dólares a los que llegó el verano pasado. Coincidiendo con el pico, el Gobierno chino decidió “congelar” el tipo de cambio yuan-dólar, poniendo freno a la revalorización gradual de su divisa con respecto al dólar autorizada desde verano de 2005. La subida del petróleo venía siendo paralela a la devaluación del dólar y China no tiene ningún interés en hundir el dólar porque es el país que más dólares acumula (casi 2 billones) y si tiene interés en abaratar el petróleo para controlar su alta tasa de inflación. Ayer mismo el yuan se depreció un 0.5% (el límite máximo diario) frente al dólar.

 

En todo caso, el problema fundamental de China es que su economía sigue orientada fundamentalmente a una exportación que se está secando a pasos agigantados con la entrada en recesión de sus principales clientes, como demuestra la contracción sufrida por la actividad industrial en noviembre (la más fuerte desde 2004) por cuarto mes consecutivo. De ahí que las autoridades hayan aprobado un plan extraordinario de medidas urgentes al estilo del ya caduco Plan Paulson en EEUU por valor de casi 500 mil millones de euros a invertir en infraestructuras y transportes, facilidades de crédito para las empresas y reforma del IVA.

 

Esperemos que el plan funcione y China consiga mantener un nivel de crecimiento económico suficiente para que su población no se subleve. Porque la implosión de la URSS en 1991 se quedaría en nada frente a un fenómeno parecido en China. Las repercusiones en términos de hambrunas, inmigración ilegal o directamente conflictos inter-étnicos o internacionales, serían terribles para los chinos en primer lugar y para el mundo entero a continuación.

 

Los chinos están acostumbrados a trabajar mucho y en condiciones muy duras y a ser objeto de un gobierno autoritario. Pero en los últimos años han tenido ocasión de tocar con las yemas de los dedos el bienestar económico y es perfectamente posible que no estén dispuestos a soportar las consecuencias de la crisis global sin “darle la patada” al Partido Comunista. Bienvenidas sean la libertad y la democracia, también para China, por supuesto. Pero que lleguen como producto de un cambio gradual, de una presión sostenida y ordenada y no a través de una explosión violenta que podría degenerar en algo bastante peor de lo que conocemos para el mayor colectivo humano del planeta.

56 comentarios en “¿Qué vamos a hacer si China estalla?

  1. No sé que pasará si China estalla, pero me parece infinitamente más preocupante la situación desesperada de la economía española. Estamos completamente desarbolados y el gobierno está absolutamente sobrepasado por los acontecimientos.
    No sé a que espera Zapatero para dejarse de medidas efectistas, de tirar el dinero de todos a la basura en limosnas ridículas e inútiles mientras la economía colapsa a una velocidad inaudita, mientras España crea todo el paro que está generando la UE, en plena «crisis financiera internacional» sí.
    La emprasa privada se desploma en este país, dejando en la calle a cientos de miles de personas y lo peor está por venir. ¿qué va a pasar con los 4 millones de inmigrantes que se van a ir a la calle? ¿de qué van a vivir? ¿qué va a pasar con todo el tejido de PYMES que está siendo laminado por la doble presión de unos impuestos desaforados y un crédito inexistente, a pesar de toda la demagogia sobre la fortaleza de nuestros bancos y el regalito suculento del gobierno a la banca?
    ¿Como se come que los pequeños empresarios y los autónomos estemos pagando a base de impuestos las ayudas del estado a la banca que a su vez nos estrangula negándonos el crédito y paralizando toda la economía nacional?

    Si el gobierno es incapaz de manejar esta catástrofe con una mínima responsabilidad y pericia, que se inhiba y dé paso a otros o que reconozca lo desesperado de la situación y pida ayuda a la oposición, pero con honestidad, buscando el consenso y el bien del país, y no como hasta ahora , que sólo ha buscado la demagogia, la propaganda y el ventajismo partidista y sectario.
    Tiene que actuar rápido porque hoy estamos mucho mejor que lo que vamos a estar en un par de meses.

  2. Muy interesante el artículo, coincido con la tesis central: China lo va a pasar muy mal y con ella todos nosotros.
    Pero anímense, hay forma de sacar tajada. Si son aficionados a la bolsa busquen el ticker FXP de la bolsa de Nueva York. Es un fondo indiciado o ETF, es decir, una acción que se mueve en función, en este caso, del índice de la bolsa china. Con la particularidad de que apuesta doble al contrario. Es decir, si la bolsa china sube 1, FXP baja 2, y viceversa. En estos momentos ronda los 50 dólares por acción pero hace un par de semanas andaba por los 100. La caída ha sido producto de la reanimación parcial, y apuesto a que temporal, de la bolsa china por el plan de intervención pública. Una vez se disipen sus efectos, FXP volverá a la centena sino más.

  3. Recuerden la teoría del «decoupling», en la que se apostaba que aunque los paises más avanzados entraran en recesión, los grandes paises emergentes podrían seguir creciendo ya que «podrían seguir exportando e importando entre ellos dado el nivel industrial que ya han alcanzado». Exceso de optimismo. Una vez mas, se demostró que el mundo se divide entre el centro y la periferia y que el centro todavía solo lo constituyen EEUU, Canadá, Australia, Europa occidental y Japón . Lo que pasa es que hoy en dia la periferia se ha subdividido. Están los 4 grandes (Brasil, Rusia, China, India) y el resto.

    Por ley histórica, China tiene que acabar dividiéndose políticamente. No es posible que una dictadura del partido comunista dure tanto tiempo. Se diría que han sido maestros en seguir la enseñanza del Conde de Lampedusa con su «es necesario que cambie algo, para que todo siga igual», con la que consiguió que el Reino de Napoles y Sicilia sobreviviese al furor garibaldino. Pero, si ya al final del Maoismo surgió la guerra civil entre «la banda de los 4» y los moderados liderados por Teng Shiao Ping (algo parecido, lo siento) y vencieron estos últimos, aunque luego tuvieron que acallar a la rebelion popular partidaria de una democracia mas occidental, es muy probable que surjan nuevas divisiones dentro de la cúpula, si además ha ocurrido lo de la leche en polvo adulterada con melanina, las escuelas defectuosamente construidas que se hundieron con los niños dentro cuando el terremoto y el aumento del paro que está llegando.

    Finalmente quiero decir que me identifico con la frase de Humberto Bobbio sobre la diferencia entre laicismo y laicidad que aportó Antersala (post 3).

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