Julio Embid
“Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego…..Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?» (Mark “Rent Boy” Renton)
Este es el discurso inicial de la mítica escena que abría la película británica “Trainspotting” de 1996, dirigida por Danny Boyle y protagonizada por Ewan MacGregor, basada en la novela homónima del escritor escocés Irvine Welsh. Aviso que, para un adolescente de clase media-alta como yo, tanta brutalidad resultaba impactante y adictiva la primera vez que vi dicha película en los Cines Augusta, que por cierto ya no existen. Más si pertenecías a una generación como la mía que vio la heroína, pero desde lejos, en las películas de los 80 del Vaquilla y el Torete o en algún yonki con el que te cruzabas en los billares y al que preferías no acercarte mucho, no cosa te pidiera cinco duros.
Les recuerdo aquella película por si les suena vagamente (AVISO SPOILER: Si no has visto Trainspotting 1 y la quieres ver, deja de leer este artículo porque la voy a destripar como si fuera “Jack The Ripper”). Cuenta la historia de cinco amigos: “Rent Boy”, “Spud”, “Sick Boy”, “Begbie” y “Tommy” de clase trabajadora de un barrio del norte de Edimburgo, que siendo adolescentes se enganchan a la heroína y se dedican a pequeños robos y trapicheos. Uno de ellos fallece tras contraer el VIH y el protagonista Mark Renton deja tirados a sus tres compañeros tras robarles 16.000 libras y marcharse con la pasta al extranjero.
La semana pasada se estrenó “Trainspotting 2” y allí estaba yo en el cine, más gordo y con canas, el primero para ir a verla. Los actores, los mismos. El director, los espectadores y la trama también, veinte años después. Y comienza con la vuelta de Mark Renton a Edimburgo, tras dos décadas viviendo en el extranjero. Y ya no espoileó más.
¿Qué motiva a Rent Boy (Ewan MacGregor) a volver a Edimburgo veinte años después? Ni idea. Tal vez sea lo mismo por lo que yo puedo estar escuchando el mismo disco de “Dover” durante horas y jugando en el ordenador después de cenar al “Age of Empires 2” arrasando aldeas mayas, hunas y godas con un centenar de paladines y conquistadores españoles por Steam justo como hace 20 años. La costumbre hace ley.
El hecho es que sin películas como esta no podríamos disfrutar de diálogos como el que (AVISO SPOILER 2: Estás a tiempo de dejar de leer) tiene Begbie (Robert Carlyle) con su hijo en la segunda parte. Tras pasar veinte años en prisión por robo y agresión y fugarse del hospital, intenta volver a su antiguo oficio con la ayuda de su hijo. Este le dice que no, que no quiere dedicarse a robar casas por las noches, que acaba de empezar en la universidad y que quiere hacer una Diplomatura en Gestión Hotelera. Begbie se enfada, pero después reconoce que seguramente termine siendo una mejor persona que su padre ladrón toxicómano y su abuelo vagabundo.
Dicho diálogo jamás hubiera ocurrido en una película estadounidense, latinoamericana, o hindú. Básicamente porque, por desgracia, la educación universitaria prácticamente gratuita es un monopolio europeo que permite, gracias al Estado del Bienestar y a las múltiples conquistas de la Socialdemocracia durante el siglo XX, que un hijo del hormigón de la periferia de una gran ciudad cuyo padre es presidiario pueda llegar a estudiar en la universidad. Y es ahí donde radica la lucha principal de la izquierda europea: luchar contra la desigualdad garantizando los derechos en Educación, Sanidad y Servicios Sociales de los hijos de “Rent Boy”, “Spud” y “Begbie”, para que crezcan con las mismas oportunidades que los hijos de la clase media-alta como el que escribe, y no se vean abocados a abrazar opciones nacionalistas, identitarias o caudillistas, buscando en el extranjero o en el diferente su rival más débil. Que puedan escoger: un empleo, una familia, una carrera o una vida. Que puedan escoger ser felices. Y que se les paguen las horas extra que trabajen.
NdA: Choose life (Elige vida) fue una campaña del Gobierno Británico de finales de los 80 del siglo pasado en contra de la drogadicción. Demasiados no pudieron elegir.
Creo que debo tener una edad muy parecida a los protas de Trainspotting, de hecho hace poco me mudé y tenia guardada la entrada de cuando fui a verla.
No tengo absolutamente nada que ver con los personajes, pero la película si que es una especie de referencia cultural generacional, igual que lo es Pulp Fiction, por ejemplo.
A no ser que Trainspotting 2 sea el maná hecho cine, cosa para la cual les dejo ir a ustedes antes, yo pienso perdérmela. Para historias sobre las vueltas que nos da la vida a los cuarentones, ya tengo las mias y las de mis amigos de entonces.
Como Embid rompe una lanza por la socialdemocrata universidad pública aprovechando el tiron de Trainspotting 2, yo hago lo mismo con la sanidad publica, en este caso usando un monólogo de la comica norteamericana Cristela Alonzo. En el está la impagable frase de , «Yo soy una persona que tiene dinero y sabeis en que lo noto, en que cuando me pongo enferma voy al médico»
Off Topic total: que pena que en este foro no sigamos mucho a Ciudadanos, porque el numerito a cuenta de Murcia esta siendo de los inmensos. En fin, Cuñadans…