Alfonso Salmerón
Tras la tormenta, la calma y después, a la izquierda le espera el diván de sus procesos congresuales. Podemos y PSOE realizarán sus congresos el año próximo. Sobre el papel, duelo en las alturas en ambos casos. Al menos, ésa es la trama de intriga que han construido los medios de comunicación de masas que pretenden vendernos por capítulos hasta la fecha de su celebración.
A medida que pasa el tiempo y se van sedimentando las cosas tras la convulsión que supuso la formación de Gobierno por parte de Rajoy gracias la abstención de la mayoría de los diputados socialistas, y se va asentando en la opinión pública la idea de que la recuperación económica va en serio, más evidente me parece que el 2016 ha sido una gran oportunidad perdida para abrir una segunda transición que cerrara la etapa de la restauración borbónica del 78.
Los últimos barómetros de opinión publicados apuntan en esa dirección: consolidación de las tendencias de voto expresadas en las elecciones de junio, con moderado incremento del PP, que viene a validar la el pacto PP-PSOE y por tanto, la salida conservadora a la crisis más importante que ha tenido nuestra democracia desde la muerte de Franco.
Habrá que estar muy atentos a los primeros compases del año para confirmar lo que ahora es sólo una hipótesis, pero a poco que la situación económica no vaya a peor, Rajoy tiene el viento bastante a favor para consolidar su gobierno y poder elegir entre una legislatura larga o un adelanto electoral que le permita una mayoría más amplia.
Es obvio que la crisis no ha terminado y que las condiciones de vida para la clase trabajadora y las clases medias son hoy mucho peores de lo que eran antes de la crisis, pero el ciclo de movilizaciones produjo tal agotamiento que difícilmente va a volver a iniciarse a corto plazo, una vez frustrados los deseos de cambio delegados en las nuevas fuerzas políticas emergentes. Y sin movilización, la construcción de una alternativa potente se antoja una tarea harto complicada.
2017 debería ser el año para realizar un análisis preciso de todo lo acontecido desde el estallido de la crisis en el 2008 y muy especialmente desde 2010, para extraer las conclusiones oportunas de cara al futuro. Sería muy deseable que Podemos y PSOE se dedicaran a ello en sus congresos porque hay muchos interrogantes que la salida de la crisis ha dejado abiertos y que necesitan ser respondidos urgentemente.
En mi opinión el debate fundamental, que lleva soslayándose desde hace tiempo, es si existen todavía hoy razones objetivas para la convivencia de dos espacios políticos diferenciados en la izquierda. Dicho de otra manera, ¿qué significa ser socialdemócrata hoy? Desde una perspectiva de lucha de clases que continua absolutamente vigente a la luz de los datos de la concentración de capital en el mundo, ¿tiene sentido mantener una propuesta reformista del sistema cuando la otra parte no comparece (ni tienen ninguna intención de hacerlo) en la mesa de negociaciones?
Ése y no otro, es para mí el debate de fondo que atraviesa de contradicciones a los antiguos partidos socialistas europeos, cuya crisis ha dado origen a la emergencia de nuevas propuestas políticas.
Me parece que ésa es la encrucijada en la que se encuentran hoy en día. Las tablas con las que se resolvió el cuerpo a cuerpo en las elecciones generales, los síntomas de recuperación socialista y el ligero retroceso podemita no deberían volver a aplazar el debate. De su resolución depende el rearme de una verdadera alternativa política al nuevo ajuste que propone la salida neoliberal a la crisis en el mundo.
La inestabilidad en Oriente Medio, la crisis de los refugiados, la deslocalización de empresas, la precariedad laboral, el trabajo infantil, la privatización de los servicios públicos, la crisis energética, y la amenaza del terrorismo, son fenómenos que se encuentran perfectamente entrelazados y que exigen una respuesta glocal, enraizada en las realidades geográficas concretas pero con una perspectiva internacional. Dicho de otra manera, no se puede codirigir la política económica en Bruselas junto a populares y liberales y pretender ser, a la vez, una alternativa de gobierno a escala nacional.
A la socialdemocracia europea y por tanto también a la española, le ha llegado la hora de empezar a responderse esas preguntas para poder salir de la encrucijada. De poco le va a servir el intento de seguir ganando tiempo. La irrupción de propuestas como la de Podemos son una respuesta a ese crisis larvada, a esas preguntas no contestadas desde hace demasiado tiempo.
La disyuntiva se trata a mi juicio, de elegir entre convertirse en el ala progresista y liberal del bipartidismo o contribuir a levantar una alternativa socialista a escala europea. Digo socialista y no socialdemócrata y arriesgo, consciente de la provocación, porque me parece que la hegemonía aplastante del capitalismo mundial cuestiona la vía reformista para llegar al socialismo y tal vez nos conduzca a la casilla de salida de una especie de nueva primera internacional que refunde el movimiento obrero europeo y una propuesta socialista para el continente europeo que supere los errores del pasado. Pero ése ya es otro cantar que se escapa, sobremanera a las modestas intenciones del artículo.