La matraca de Venezuela

LBNL

Vaya por delante que la tragedia humanitaria en Venezuela tiene apenas parangón en las últimas décadas. Los varios millones de refugiados venezolanos, que se dice pronto, rivalizan solo con los varios millones de desplazados afganos, sirios, yemeníes o colombianos, las otras cuatro tragedias humanitarias más brutales y prolongadas de los últimos años, de las cuales solo la colombiana está encauzada. Los venezolanos huyen del hambre, la escasez, la quiebra de los servicios públicos más básicos – salud, educación – y por supuesto de la represión, la arbitrariedad y la falta de seguridad. La responsabilidad principal de la crisis es evidente: el régimen “bolivariano” que ha arruinado el país a base de una gestión pésima en la que la malversación y la corrupción son moneda común. La cuestión no es quién es responsable y qué lugar en el infierno le corresponderá en la historia, sino qué podemos hacer para poner fin a esta situación tan dramática. Y ahí las opiniones divergen. En España los “patriotas rojigualdos” lo tienen claro: leña al mono que es de goma. Apoyo incondicional a Guaidó y punto, esperando que las sanciones norteamericanas hagan caer al régimen. Muy bonito pero, al menos de momento, no funciona y los venezolanos siguen sufriendo. Como los cubanos, donde el “castrismo” resiste impertérrito desde hace muchas décadas mientras decenas de miles de sus ciudadanos se juegan la vida para llegar a las costas de Florida, sufren cárcel y torturas o se resignan a malvivir con cartillas de racionamiento y falta de libertad. ¿Seguimos erre que erre o nos lo planteamos un poquito más en serio a sabiendas de que los escenarios blanco-negro son un poco facilones y generalmente poco eficaces?

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