Arthur Mulligan
Llegamos a 2021 exhaustos y con la misma esperanza quebradiza de quien debe atravesar un lago en invierno cuyo espesor helado desconoce.
La incertidumbre en los ritmos de administración de las diferentes vacunas compite con la aparición de nuevas cepas, la falta de fe en la organización de una eficaz política sanitaria nacional y el temor a una tercera ola de la pandemia que pocos descartan a la espera de los contagios previsibles por efecto de la movilidad propia de las fiestas navideñas al finalizar las vacaciones escolares.
Es muy habitual recurrir a los estragos mundiales de la pandemia y sus colosales y variables cifras (se van acercando a los 2 millones de muertos y 80 millones de afectados) para tratar de omitir responsabilidades, manipulando datos en áreas de competencia propia con evidente descaro.
Además la compulsión inevitable para mantener la distancia social arroja un balance de cierres empresariales, despidos y desempleos temporales que ha hecho aflorar la mediocridad de nuestro tejido productivo, con una caída estimada del 11, 6 % del PIB y un paro previsto del 16,5 % en términos EPA sin incluir los 750 mil trabajadores amparados por ERTEs. Sigue leyendo