Alfonso Salmerón
Pues sí, voy a escribir sobre la Reforma Laboral. No precisamente porque crea que tenga algo nuevo que decir después de todo lo que se ha comentado estos días. Además, sé que al hacerlo, habrá quien me encuadre automáticamente del lado del sanchismo más recalcitrante, o lo que es todavía peor, del caduco reformismo constitucionalista heredero del setenta y ocho. Sin embargo, lo haré, aunque sea únicamente para levantar acta de mi estado de circunspección.
Y es que nunca deja de sorprenderme la capacidad que tienen las redes sociales para establecer de manera casi instantánea, un determinado marco de opinión. A las pocas horas de haberse aprobado la reforma por el Gobierno, antes incluso de que el decreto fuera publicado en el BOE, la magia de twitter ya se había encargado de echarle agua al vino de los entusiasmos, estableciendo un relato que básicamente venía a decir que, si bien había algunas sensibles mejoras en el texto aprobado, la reforma no era muy diferente de sus predecesoras, y por consiguiente, muy poco iba a influir en el modelo de relaciones laborales existente. A esta línea argumental, que se ha repetido machaconamente como un mantra a lo largo de estas semanas, se han apuntado opiniones a diestro y siniestro, tanto de sectores cercanos a la Patronal, como de ámbitos netamente izquierdistas, amén del independentismo catalán y vasco. Sigue leyendo