El dolor, Ucrania y la Semana Santa

Juanjo Cáceres

Se aproxima la Semana Santa, una época para proyectar el dolor y para reinterpretarlo. Para representar de nuevo, ni más ni menos, que el calvario y la crucifixión del hijo de Dios y, de paso, poner a prueba nuestras dotes empáticas, instaladas muy confortablemente en una sociedad que ha hecho del bienestar y la ausencia de todo daño uno de sus principales horizontes. Todo lo contrario de lo sucedido en los primeros siglos de la Cristiandad, cuando el dolor relatado en los Evangelios haría del sufrimiento, incluso del de mayor intensidad, un componente indispensable de los relatos sobre santas y santos, y haría de hecho del martirio una condición necesaria de la santidad.

Ahora todo es distinto. ¿Cómo empatizar, entonces, con el dolor persistente, si uno no lo sufre y tampoco es visible, sino que se encuentra muy lejos, a miles de kilómetros? Porque no es lo mismo llegar a asimilar las escenas de muerte en Ucrania difundidas estos días por todo el mundo, que empatizar realmente con aquellos que han visto cómo su vida se ha venido abajo de un día para otro. Desde luego no lo están haciendo los responsables de iniciar esta guerra, ni aquellos que siguen ejecutando operaciones militares y agrediendo a la población civil de múltiples formas, pero seguramente la mayoría de nosotros tampoco lo conseguimos del todo. Sigue leyendo