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Me cuesta lamentar que la guerra se prolongue en Ucrania porque tras el ataque ruso la única alternativa realista era que Putin consiguiera su objetivo de deponer al gobierno democráticamente elegido – el de Zelensky – e instaurar un gobierno títere. Eso no es paz sino vencer, por la fuerza aunque haya menos víctimas y destrucción. Y ahora un alto el fuego supondría aceptar al menos tácitamente el dominio ruso sobre las zonas del sur conquistadas a sangre y fuego, incluida la malograda Mariupol. Y si los ucranianos no están dispuestos pese a los bombardeos, menos lo puedo estar yo desde la comodidad de mi casa. A ojos de algunos puede que eso me convierta en belicista pero me importa más mi conciencia y voy a seguir llevando muy a gala mi pin con la bandera de Ucrania hasta que la guerra termine, aunque todo indica que va para largo y las consecuencias – para todos – van a ser de calado.
Esta semana seguramente la Unión Europea apruebe nuevas sanciones. Desconozco los detalles pero es seguro – Alemania ha accedido como informan los medios de comunicación – que vamos a quitarnos del petróleo ruso. Ya estamos en ello porque las petroleras occidentales han anticipado el movimiento y reorientado sus compras a crudo menos comprometido. Pero ahora va a quedar prohibido, posiblemente parcialmente “en diferido” como el despido de Bárcenas, pero prohibido a corto plazo. Y es seguro que, de momento, las nuevas sanciones no van a incluir el gas ruso. Aquí de nuevo la reducción de las importaciones ya es sensible pero lo que queda es esencial de momento y posiblemente no se toque hasta que hayamos encontrado opciones alternativas factibles. Sigue leyendo