Juanjo Cáceres
Cuando el 14 de abril de 1931 el rey Alfonso XIII se marchaba hacia el exilio, seguramente lo hacía con pocas esperanzas de volver, pero con confianza en que el periodo republicano pudiera fracasar a corto plazo y se volviera a producir una restauración monárquica unos años más tarde. Al fin y al cabo así había sucedido con su padre, Alfonso XII, después del exilio de Isabel II, del sexenio revolucionario y del fracasado intento tanto de instaurar una nueva línea dinástica a través de Amadeo de Saboya, como una primera república española.
Si esas eran las esperanzas del monarca, no se vieron colmadas. Ni siquiera cuando cinco años después, la Guerra Civil abría una nueva ventana de oportunidad a la monarquía y su primogénito, Juan de Borbón, corría a sumarse al bando sublevado. Porque esa apuesta nunca llegó a fructificar. Después de que la monarquía se consumiera en el periodo de declive de la Restauración y sobre todo tras la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, los militares apostaron claramente por un régimen militar en el que Franco se convertiría en un dictador que aplazaría durante décadas el diseño de un mecanismo sucesorio definitivo. Sigue leyendo