El Congreso se divierte

Arthur Mulligan

Faltaban los confetis y los dulces como suele suceder hacia el final de curso, ese momento de toques melancólicos y relajación de la disciplina que inaugura momentos de auténtica fraternidad en la comunidad académica y parlamentaria, todos pensando en vacaciones, en desaparecer del radar de la prensa inquisitorial, en dejar de verse obligados a gesticular en público en los variados registros que sacian esa impertinente ficción de trasparencia pero que en días como el que nos ocupa – el del venerable y huidizo Debate sobre el estado de la Nación – puede desenvolverse en un ambiente distendido por estar los proyectos y conclusiones mas o menos acordados por los mayores para excitación de los palmeros con escaño propio.

Hasta la presidenta Meritxell Batet abandonaba la pose de señorita Rottenmeyer y sonreía a la corajuda Cuca Gamarra.

Día grande de rosquillas y galas para atender el paquetón de folios -estilo fotocopiadora-que portaba el Presidente con un discurso redactado en el complejo de la Moncloa en un estilo gris solemne, para leerlo con la parsimonia de un Patxi Lopez soporífero; un discurso de aparatchik mata pasiones y tumba lobos. Sigue leyendo