El volcán de la economía

Arthur Mulligan

Hay conceptos, como populismo, cuya utilidad o validez como categoría de análisis para describir ciertos fenómenos políticos no siempre es evidente, debido a la multiplicidad y diversidad de definiciones contradictorias que se han utilizado para dilucidar su significado. Así ocurre también con el liberalismo. La libertad, al igual que la democracia, tiene una potencia moral tal que nadie quiere renunciar a ella como elemento central de su ideología. Muchos se dicen o son considerados liberales y sin embargo hay desacuerdos profundos entre ellos respecto de temas fundamentales, como, por ejemplo, los márgenes y fronteras de tolerancia o cuánta libertad individual es preciso sacrificar por el hecho de ser parte de una comunidad.

Isaiah Berlin afirma que los historiadores han documentado al menos 200 maneras de usar el término. Ahora bien, como dice él, esta confusión conceptual es muy equívoca, porque «la libertad es libertad, no es igualdad, equidad, justicia, felicidad humana o una conciencia tranquila». Decía más cosas, muchas más, al igual que los que se definen como progresistas y establecen una línea divisoria entre liberales progresistas y liberales conservadores y así en cuantas cuestiones políticas o sociales se aborden desde un punto de vista que no quiere renunciar – tanto a derecha e izquierda – al peso virtuoso que incorporan. Sigue leyendo