Ruidos

Arthur Mulligan

Ninguna esperanza durante este año para que cesen los monólogos de la ministra portavoz del Gobierno, autora de ese hallazgo notabilísimo en las comparecencias tras el Consejo de Ministros en Junio de 2022 cuando a la primera pregunta, Rodríguez volvía a evitar responder, pero esta vez lo hacía de la siguiente forma: «Como ya saben respondemos en nombre del Gobierno», refiriéndose a que en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, hablarían en nombre del Gobierno. Además, impedía que la ministra de Igualdad, Irene Montero, se pronunciara sobre este tema: «La ministra estará encantada de responderles en otro momento como dirigente que es de Unidas Podemos». El momento no llegó y abandonaron la sala con esa sensación de impertinencia del que enmienda la plana a otro.
Cuando se habla de la conversación pública se expresa un eufemismo que disimula los garrotazos goyescos o un deseo de normalidad allí donde no la hay y no puede haberla hasta que se limite o desaparezca el potencial disruptivo de cada una de las causas que provocan esa anormalidad que impide llamar a las cosas con palabras más cercanas, y tomar la utilidad soft, blanda, flexible, floppy, etc.

El desparpajo es contagioso, y no solo en el PSOE, se extiende a toda la sociedad española, vascos y catalanes incluidos. El empaste es ese ruido de fondo que invade las calles de la ciudad durante las campañas electorales cuya excesiva duración debería evitarse por desproporcionada. Para empezar, el ruido unifica conceptos con vocación de aparente realidad, desde «bloque de investidura» a Cataluña y Euskadi en lugar de «jerigonza podemita» y catalanes y vascos.

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