Carlos Hidalgo
Cuando se habla de delitos de corrupción muchas veces se piensa en inteligentes tramas de cientos de millones de euros que van a parar a los bolsillos de unos pocos. Pero la mayor parte de las veces los casos de corrupción se dividen en dos clases: temas involuntarios, como concesiones dadas a dedo por políticos ignorantes y con prisa que no entienden los reparos de la Intervención, o en casos deliberados, en los que los corruptos cobran por intermediar, por dejarse querer y a veces por comprometerse a solucionar un problema que no solucionan.
El llamado Caso Mediador no es de los involuntarios. Es de una trama organizada para cobrar comisiones por intermediación por supuestos favores políticos. Pero es cutre, ordinaria y salchichera de principio a fin. Los implicados hasta ahora cobraban cantidades que nunca llegaban a las seis cifras y se vendían fácilmente por comidas de lujo, fiestas terriblemente chabacanas, cajas de puros, quesos, drogas y prostitutas gratis. Cutre, sórdido y lamentable. Sigue leyendo