Del gótico a la ciencia ficción: cambio de género al final del camino

Arthur Mulligan

Víctor Frankenstein representa un típico genio loco, un genio que rompe con toda barrera moral, social, científica y, en cierto modo, religiosa, al padecer de una megalomanía y un narcisismo exacerbado. Al igual que en la novela gótica se abren muchas preguntas sobre la ética humana, el monstruo que recrea Mary Shelley con la técnica del traspaso de órganos y tejidos es un símbolo de que todos podemos llegar a ser malvados porque la maldad vive dentro de nosotros junto a la bondad y el mundo irracional; es por eso que en su forma política moderna el gusto por la aparición de cadáveres de malvados (Franco, Queipo); viajes en el tiempo (la II República, la Guerra Civil Española) o sátiros excarcelados con pulsiones sexuales intactas, renuevan el género.

Pero como siempre ocurre en los gustos anacrónicos (uno de ellos el marxismo político) o sencillamente en la ausencia de gusto – lo kitsch o lo hortera nacional – la historia se repite, primero como drama y luego como farsa. Lo novedoso, aunque no tanto en la naturaleza (véase la capacidad mutante de los virus), es la rapidez de los cambios y de la previsión de su inmediatez, de la supervivencia de los participantes y sus clases. Sigue leyendo