3 agradecimientos y su posterior ir pasando página

Lluis Camprubí

La relación con los hechos o fenómenos que son poliédricos y/o que su utilidad cambia con el tiempo es siempre difícil. Y si además éstos son polarizantes políticamente, la complejidad en su tratamiento aumenta. Sin embargo, la tentación y comodidad mental de abrazarlos o rechazarlos sin más, al margen del espacio-tiempo y de sus desgloses, debería evitarse.A mí me pasa especialmente con 3 elementos, que tienen la circunstancia añadida que son de los definitorios y fundamentales de los últimos 150 años: el capitalismo, los combustibles fósiles y el estado-nación.

Hay mucha gente desde la izquierda intentando fijar el punto útil en el continuo amor-odio para cada uno de estos tres elementos. Sin embargo, creo más útil la aproximación que para los dos primeros plantean tanto Andreu Escrivà (en el link se puede ver en una interesante ponencia en una jornadas en catalán sobre emergencia climática) como Héctor Tejero y Emilio Santiago, los autores de “Qué hacer en caso de incendio: Manifiesto por el Green New Deal”. Ésta se podría resumir en “muchas gracias por los servicios prestados, pero ahora necesitamos otra cosa”. Esta aproximación es también exportable al tercer elemento.

Se pueden asumir sus contribuciones históricas y ver que en este siglo iremos necesitando repuestos que complementen/sustituyan a los 3. El capitalismo ha desarrollado de una forma espectacular las fuerzas productivas y ha generado a escala global unos niveles de riqueza material y prosperidad deslumbrantes. Los combustibles fósiles, con su inigualable intensidad energética y usabilidad, han contribuido singularmente a este progreso y al desarrollo industrial y de la movilidad en los niveles actuales. Y el estado-nación -con el nacionalismo en su relación dialéctica- ha permitido conformar comunidades humanas grandes atadas por un cierto grado de solidaridad e implementar políticas que persiguiesen el interés general.

Uno puede ser crítico con los tres elementos, pero es de justicia reconocer sus logros. Y agradecerlos, como actitud intelectual a sus aportaciones. Sin embargo, su desarrollo futuro se prevee problemático y degradatorio en los 3 casos: el capitalismo es incapaz de garantizar las tasas de crecimiento que necesita y que a la vez lo legitiman, y además topa ya con los límites del planeta; los combustibles fósiles cada vez resultan de más difícil extracción y su contribución al calentamiento global los inutiliza como opción de futuro; y los estados-nación y el nacionalismo, sólo pueden “crecer” -en la actual impotencia de los estados y lo global de los retos- en pulsiones de repliegue identitario, de demarcación nosotros-ellos, de freno y combate contra las instituciones multilaterales y globales, y de autoritarismo de la mayoría interna. Dejarlos desarrollar sin más, a ninguno de los tres, no parece buena idea. No son ya vectores de progreso. Sus estadios “superiores” son: Oligarquización no funcional y desigualadora, caos climático, y autoritarismo confrontativo.

Sabiendo de las vinculaciones emocionales y de interés que generan y tienen, y asumiendo las constricciones estructurales, así como la necesidad que los grandes cambios sean consensuales y asuminedo también que las disrupciones no son deseables, la única vía es la gradualidad. Planificar que no sea disruptivo. La reforma permanente, que decía alguien. Y para esta transición, de décadas necesariamente, el paradigma de transición puede ser el Green New Deal, de alcance europeo y global. Una transición larga para un ecosocialismo transnacional en construcción.

En el caso del capitalismo, el “gracias y a otra cosa” deberá ir haciéndose para cada una de sus características: la limitación de la acumulación sin límites, el ir haciendo compatible la propiedad privada y la inversión lucrativa con el interés general, y el disminuir el rol del mercado en aquellos sectores estratégicos y críticos. En este sentido, es útil que los proyectos estratégicos -que como sociedad se definan- puedan ser impulsados y se les dé forma desde lo público (a modo de “misiones” como en su momento fue la llegada a la luna y ahora lo debe ser la transición ecológica). Y también es valiosa la potencialidad para planificar desde el interés general que daría una gestión democrática del big data. No promover la gestión democrática del big data implicaría la planificación privada de la economía por parte de la oligarquía tecnológica (un estadio “superior” del capitalismo en el que ya no regiría la producción descentralizada).

En el caso de los combustibles fósiles, el “gracias y pasar página” implica un gesto que sin acción pública no es posible. Dejar sin extraer tantas reservas como sea posible, aunque a lo “free-rider” presentista sean tentadoras. Sabemos que cada litro que no quememos es importante, que cada grado que no suba la temperatura implica un futuro más vivible. No es demasiado tarde, y todo lo conseguido será valioso. El futuro sabemos que implica una sustitución de las fuentes energéticas fundamental en base a las renovables -asumiendo en algunos países alargamientos preocupantes de lo nuclear- así como una reducción y mayor eficiencia del consumo energético. La emergencia es tal que la prioridad en la reducción de la extracción y uso de combustibles fósiles debería decantar la mayoría de dilemas difíciles que vayan apareciendo.

Y en el actual escenario multinivel reforzar el estado-nación y/o promover el nacionalismo es en este caso un juego de suma-cero, dónde quién pierde es la posibilidad de una gobernanza democrática transnacional o global y donde se refuerzan unas relaciones internaciones competitivas y no cooperativas. Mancomunar continentalmente y globalmente soberanías es la única manera de poder ser democráticos y abordar los retos globales actuales.

Así pues, gracias y reconocimiento a los tres. Las vidas de los seres humanos son mucho mejores que en el siglo XVIII con vuestra contribución, pero permitidnos ir pasando página a lo largo de este siglo.

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