David Rodríguez
Ayer fue un día histórico. Por primera vez en España se ha realizado una huelga general feminista. La asociación argentina ‘Ni Una Menos’ ya convocó el año pasado a nivel internacional, y en 2018 se han sumado numerosos países, entre ellos el nuestro. El motivo central ha sido la denuncia de las violencias y desigualdades que sufren las mujeres en todo el mundo. Por tanto, no se ha tratado únicamente de una huelga laboral, sino que ha ido mucho más allá de este ámbito. Repasemos algunas de las reivindicaciones más importantes que se están elevando cada vez más como un clamor en los debates públicos.
Comenzamos con el marco de relaciones laborales. Se ha repetido hasta la saciedad que las mujeres cobran menos que los hombres, pero esta no es la única discriminación que sufren en el trabajo. Su tasa de paro es mayor, su tasa de actividad es menor, su proporción de precariedad es más elevada, su acceso a los cargos directivos es más restringido, y así podemos continuar hasta el infinito, evidenciando las múltiples injusticias que experimentan las mujeres dentro de las empresas.
Pero no debemos quedarnos sólo en el ámbito de la esfera productiva. Las mujeres asumen en gran medida el trabajo relacionado con la atención social a personas dependientes, y lo hacen casi siempre de manera gratuita. Es lo que se conoce como la actividad de la esfera reproductiva, que por supuesto también es un Trabajo (con mayúsculas) que facilita de manera decisiva el desarrollo de nuestras sociedades. En muchas ocasiones se trata de tareas invisibles, pues en nuestra economía lo que no forma parte de la esfera mercantil parece que no exista. Además, obliga a muchas mujeres a realizar dobles jornadas y/o a tener contratos a tiempo parcial, por lo que acaban cobrando menos… trabajando más.
Por supuesto, tampoco debemos olvidar la gravísima lacra de la violencia machista, tanto física como psicológica, así como las agresiones sexuales de todo tipo. Afortunadamente, parece que la conciencia ciudadana en torno a este asunto cada vez es mayor y las denuncias se hacen más visibles, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. De hecho, se trata de uno de los problemas más acuciantes que padecemos en España, aunque rara vez aparece entre los primeros asuntos de inquietud en eso que llaman encuestas de opinión.
Todas estas discriminaciones se producen, en gran medida, por culpa de una cultura que tolera el machismo y reproduce algunos roles de género que deberíamos desterrar. Lo vemos cada día, por ejemplo, en la publicidad. Estas Navidades hemos vuelto a sufrir los anuncios de múltiples marcas de perfumes que utilizan el cuerpo femenino de manera miserable. En ocasiones hemos visto, incluso de manera explícita, como un grupo de chicas rodeaba a un hombre y lo admiraba como si de un Dios se tratara. Es una forma de violencia que parece sutil, pero que luego encuentra su continuación de manera muchas veces trágica en el mundo real.
Finalmente, las mujeres convocantes de esta huelga nos recuerdan que en algunos lugares del mundo estas agresiones son todavía más preocupantes. De este modo, la protesta del 8 de marzo se ha abierto a la solidaridad con los otros pueblos del mundo. La mutilación genital, el trabajo infantil, el matrimonio forzado de menores de edad, las lapidaciones o la persecución política o judicial de personas que reivindican derechos fundamentales, son sólo algunas muestras dramáticas de la ignominia que sufren muchas mujeres alrededor del mundo.
Frente a todas estas reivindicaciones, el machismo más recalcitrante de la derecha española muestra nuevamente su rostro. Ahí tenemos a Mariano Rajoy, que considera la brecha salarial como un asunto casi meteorológico en el que el gobierno no debe entrar. Aunque la palma se la lleva Albert Rivera: “No apoyamos la huelga feminista porque no somos anticapitalistas”. Dicho de otra manera, que la tabla de agravios expuesta a lo largo de este artículo es culpa del capitalismo que él apoya. Es lo que pasa cuando un partido es producto de un laboratorio y su sensibilidad social brilla por su ausencia.
Esta huelga es una muestra clara de que el pensamiento feminista ha de ser decisivo en la transformación social. Sus peticiones son del todo justas, sus ideas son imprescindibles, y su capacidad para generar debate social es una de las mejores noticias que hemos vivido en los últimos tiempos. Las protestas de estos días no van a cejar hasta que no se escuchen las voces de la mitad de la población.