¿Por qué los hombres seguimos matando a las mujeres?

Andrés Gastey

Este año que concluye se cerrará en España con unas 70 muertes adscribibles a lo que hemos venido en llamar “violencia de género”. Traducido al román paladino que usábamos antes de que el prurito de la corrección política abotargase nuestro idioma, lo que quiere decir la frase anterior es que a lo largo de 2008 unas setenta mujeres habrán sido asesinadas a manos de sus maridos o novios. Compartir con esos asesinos mi condición de hombre es algo que me avergüenza profundamente.

 

No faltarán exegetas exquisitos que, utilizando toda una panoplia de series estadísticas y análisis comparativos, hagan interpretaciones favorables de las cifras de víctimas. Sin embargo, los hechos son tozudos. Como señalaba la Magistrada de la Audiencia Provincial de Barcelona María Sanahuja en un artículo publicado por El País el pasado día 22, “mueren tantas mujeres como antes”. Las preguntas pertinentes serían: ¿por qué?; y, sobre todo, ¿qué podemos hacer para evitarlo?

 

En mi opinión,  la actitud correcta para enfocar el asunto es el reconocimiento de que lo que se ha hecho hasta ahora ha sido, en el mejor de los casos, insuficiente. Hay incluso quienes argumentan que algunas de las medidas adoptadas en la pasada legislatura han resultado contraproducentes.

 

Pero veamos dónde nos encontramos en este momento, cuatro años exactos después de la entrada en vigor de la Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

 

La Ley, conviene recordarlo, se adoptó por unanimidad en el Parlamento. Ha sido precursora de una arborescencia institucional notable. En el seno del ejecutivo, desde abril de este año existe un Ministerio dedicado a la Igualdad; una Delegación del Gobierno para la Violencia de Género dentro de la Secretaría General de Políticas de Igualdad (instancias distintas del clásico Instituto de la Mujer, que sigue existiendo); un Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer; y una pléyade adicional de instrumentos legislativos y orgánicos de los que se han dotado nuestras Comunidades Autónomas. En el ámbito judicial, una de las creaciones más polémicas de la Ley Orgánica 1/2004 fue la jurisdicción especializada sobre violencia de género, y uno de los instrumentos más populares surgidos a su amparo, la línea telefónica específica (número 016) dedicada a la información y al asesoramiento jurídico en materia de violencia de género.

 

Toda esta maquinaria ha permitido que se disponga de una información más completa sobre la magnitud del fenómeno. Como queda dicho, la violencia machista habrá provocado a finales de este año unas 70 muertes. Son aproximadamente las mismas que se vienen observando desde hace años, sin que las pequeñas oscilaciones al alza o a la baja permitan detectar tendencias significativas. Según demuestran las estadísticas, la víctima tipo de estos asesinatos es una mujer todavía casada con su maltratador, de 31 a 40 años de edad, que es agredida en el domicilio familiar con un arma blanca. Algunas de ellas habían denunciado antes a su asesino, y en un porcentaje significativo de los casos se había dictado una orden de alejamiento contra él que de nada sirvió. Víctimas y asesinos son mayoritariamente españoles, pero la incidencia porcentual entre la población de origen extranjero es mucho mayor: aproximadamente un 40 % de los implicados son extranjeros, cuando constituyen sólo un 10 % de la población general.

 

Los 70 asesinatos son sólo la cúspide a la vista de un iceberg terrible. Se trata de los casos de mayor dramatismo, pero no los más frecuentes. Grosso modo, un 7 % de las mujeres españolas afirma haber sido víctima de maltrato por parte de su pareja alguna vez en su vida. La incidencia es algo mayor entre las mujeres que se autoubican ideológicamente en la izquierda o el centro izquierda y entre las que se autodefinen como ateas. Si la muestra se limita a las separadas o divorciadas, el porcentaje aumenta hasta casi la mitad.

 

En 2006 se formalizaron más de 80.000 denuncias por violencia de género, unas 230 cada día. Las estimaciones sobre violencia no denunciada son difíciles de hacer, pero sí parece que uno de las consecuencias de la nueva regulación ha sido el que afloren casos que antes permanecían ocultos. Sea por ésta o por otras causas, desde 2002 las denuncias se han más que duplicado.

 

Otro buen índice de la gravedad del problema que afrontamos son las llamadas al 016. Cada mes, este teléfono atiende a alrededor de 6.000 usuarias en busca de información, consejo jurídico o auxilio de cualquier tipo. Conviene tener en cuenta que el 016 es, en realidad, un número de segunda instancia, porque ante una situación de riesgo cualquier mujer recurrirá antes al 112 o al entrañable y anticuado 091.

 

El estudio del uso del 016 proporciona algunos datos curiosos. Se recurre mucho más a él los lunes, y la frecuencia de las llamadas va cayendo hasta alcanzar su mínimo los domingos.

 

Este es, en tres brochazos gruesos, el panorama estadístico de la cuestión.

 

Ciminólogos, antropólogos, sociólogos, psicólogos sociales, pedagogos y demagogos de toda ralea tienen en él un campo amplio para librarse a sus especulaciones, explicarnos qué hay en la raíz de la violencia masculina contra las mujeres y hacernos propuestas para erradicarla.

 

Pero, volviendo a lo hecho hasta ahora, ¿dónde nos hemos equivocado?

 

El Presidente del Gobierno es un feminista confeso. Algunas de las decisiones que ha tomado, fundadas en el principio de la discriminación positiva (como forzar la paridad en la composición del gabinete o la Ley Orgánica 3/2007 de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres), han sido muy discutidas. La estrategia que parece estar detrás de estas medidas es que las modificaciones introducidas desde la cúpula del sistema político marcarán la pauta y calarán poco a poco hasta lograr una verdadera transformación de la sociedad.

 

No estoy muy seguro de que sea una estrategia correcta. Sin negarle valor simbólico al hecho de que las mujeres tengan una visibilidad creciente en los puestos de mayor relevancia de nuestra sociedad, me parecería mucho más importante y perdurable que el cambio que se produzca “desde abajo”.

 

Yo sospecho que el de discriminación positiva (combinación horrible de palabras, como violencia legítima o santa intransigencia) es un concepto que va a ir cayendo en desuso. Cuando el Presidente electo Obama afirma que sus hijos no necesitan discriminación positiva, y que, por el contrario, sí requieren atención especial muchos hijos pobres de padres blancos, está, creo, indicando por dónde van a ir los tiros. Simone Veil ha desaconsejado a Sarkozy la reforma de la Constitución de Francia que se había planteado para incluir la diversidad como un valor a proteger porque, según argumento recogido por el propio Sarkozy “es la situación social de las personas lo que sintetiza todas las discriminaciones; es sobre la inclusión social sobre lo que hay que trabajar”.

 

En el terreno de la lucha contra el machismo, el enfoque de la discriminación positiva ha tenido alguna repercusión no buscada. Según la citada María Sanahuja (que, lo aclaro de antemano, pertenece a la asociación judicial progresista), la bien intencionada Ley Integral de Violencia sobre la Mujer no sólo ha sido ineficaz a la hora de reducir la cifra de víctimas del machismo, sino que ha tenido efectos perversos, al ser utilizada de manera espuria por muchas mujeres (miles) que, a través de denuncias falsas, explotan torticeramente los mecanismos previstos para la protección contra la violencia, y los desvirtúan con el fin de obtener por vía ilegítima ventajas en los procesos de separación, como la atribución de la custodia de menores o del uso de la vivienda familiar. De este modo, afirma, “hemos consentido la detención de miles de hombres que, luego, han resultado absueltos”. La Magistrada abundaba además en su artículo en el error que ha supuesto crear la jurisdicción específica sobre violencia, que ha generado distorsiones graves en el funcionamiento de todo el sistema judicial. Para colmo, además, dicha creación se ha producido sin dotar a los nuevos juzgados de medios.

 

Así que es hora, como reclama Sanahuja, de revisar la situación, evaluar los resultados y corregir el tiro.

 

Me temo, sin embargo, que no hay soluciones mágicas, ni nada que pueda llegar a sustituir al único método eficaz a largo plazo para cambiar de verdad las cosas: la educación. Sus carencias son, en mi opinión, la raíz última de casi todos los problemas que nuestra sociedad padece. Ahora bien; es más fácil hacer una ley sobre cualquier asunto que apostar a fondo por la educación, lo que exige recursos, consenso y un horizonte temporal no necesariamente acorde con las urgencias de cada legislatura.

 

Y no se trata tan sólo de lo que deba hacer la escuela (la necesidad de una enseñanza de valores para la ciudadanía en este terreno es evidente) sino, sobre todo, de la educación que se proporcione en las casas. Si cada progenitor se tomase en serio el inculcar a sus hijos el rechazo a la violencia e insistiese sobre la igual dignidad de todas las personas, independientemente de su sexo, el problema se resolvería en una generación. Tal vez no se pueda contar con la complicidad de todos los padres en esta tarea, pero sí deberían movilizarse al menos todas las madres.

 

Mi convicción es que, más allá de las grandes medidas legislativas, el día en que los niños (y no sólo las niñas) de España hagan sus camas, recojan su ropa, barran su cuarto y preparen alguna vez la comida de la familia, el país habrá cambiado definitivamente.

13 comentarios en “¿Por qué los hombres seguimos matando a las mujeres?

  1. Sr Gastey:

    ¨Compartir con esos asesinos mi condición de hombre es algo que me avergüenza profundamente¨. A la vista de los datos que da, le entiendo, no es para menos. Más adelante, termina vd. su artículo sobre la violencia de género defendiendo la educación como motor de cambio: ¨tal vez no se pueda contar con la complicidad de todos los padres en esta tarea, pero sí deberían movilizarse al menos todas las madres¨. Y aquí hay algo que ya no suena tan bien como la declaración del principio, más bien me chirría: si se avergüenza de ser hombre, ¿por qué no reclama, al menos como ideal, la COMPLICIDAD de TODOS los padres y en cambio presupone el DEBER de TODAS las madres? ¿De verdad cree que la implicación de todas las madres conseguiría resolver el problema en una generación? Probablemente no, pero, ay, se le ha escapado el gazapo, Sr Gastey, y ha terminado un interesante y necesario artículo patinando: si defiende la igualdad haga lo posible por no perpetuar los patrones de siempre. La educación de los hijos, en este tema especialmente, es cosa de padres y madres. No veo que pueda ser de otra forma.

    El disco duro de la desigualdad está en el ámbito de lo doméstico, entre lo que se incluye el cuidado y, por extensión, la educación de los hijos. Y este orden de cosas está tan, tan arraigado que hasta el Sr Gastey, por cuyo artículo le felicito, cae en el error de cargar sobre la mujer la responsabilidad de cambiar la situación. No vale sólo con avergonzarse. Hasta que los hombres no nos comprometamos profundamente en la tarea y hagamos de la igualdad de género una cuestión de justicia por la que TODOS tenemos que movilizarnos, no creo que puedan lograrse cambios efectivos y visibles. Y esto llevará tiempo, porque para nosotros no es nada fácil revisar y cuestionar las actitudes masculinas. Como hombres, tendemos fácilmente a la autocomplacencia y difícilmente a la autocrítica.

    Saludos a la comunidad debatecallejera. Y mis mejores deseos para el próximo año.

  2. No he entendido apenas nada del artículo de Gastey. Comienza con unos comentarios petulantes en contra de estadísticas y expertos, para luego endilgarnos un fárrago de datos sin analizar, como ese lunes que concentra mayor número de asesinatos que el resto de la semana, acabando con una propuesta de barra de bar que nada tiene que ver con el rosario de datos anteriores: que mejore la educación y los niños se acostumbren desde pequeñitos a hacerse la cama y a colaborar en las tareas domésticas. Quienes han estudiado estas cuestiones han demostrado que los amigos, las redes sociales, ejercen una infliuencia bastante más profunda y duradera que la de los padres. Gastey sobrevalora el papel de la familia. Por otro lado, la violencia machista es más intensa en algunos países escandinavos que en España, a pesar de que nos saquen una ventaja casi secular en cuanto a educación, responsabilidad y derechos de la mujer. Más chocante me resulta todavía esa contraposición entre las medidas del corto y del largo plazo. ¿Por qué tomarse en serio la cuestión educativa exigiría no hacer leyes, o por qué hacer leyes exigiría dejar la cuestión de la educación al margen? Y, sobre todo, ¿qué tiene que ver la educación y la responsabilidad con la violencia machista? ¿Cómo se pasa de la falta de educación a matar a una mujer? ¿Por qué no toda la gente mal educada mata a sus mujeres? Me parece que Gastey ha sabido reflejar sus perplejidades sobre el tema, pero poco más.

  3. Este es uno de esos temas en los que no se puede opinar con libertad. Básicamente porque si uno dice que se está abusando de las denuncias por malos tratos sin antes condenar 250 veces la violencia machista…. es que eres un misógino. Y si pones de relieve el apabullante porcentaje de muertas a manos de sus parejas que son extranjeros en situación irregular en España sin proclamar primero 250 veces el derecho de los extranjeros a estar aquí y que todos somos iguales, uno será inmediatamente tachado de xenófobo.

    Entonces dando por sentado que uno de machista tiene lo mismo que de upedorro y que de xenófobo tiene lo mismo que de luterano, debo decir que no entiendo muy bien eso de que la violencia se soluciona con educación. Los países con unos sistemas educativos más desarrollados son también quienes tienen mayor índice de violencia machista. Pero como decía al principio. No entiendo muy bien que si un rumano sin papeles mata a una rumana sin papeles en Alcalá de Henares, la culpa la tenga la logse. Una clave importante la da Don Cicuta, cuando dice que «los amigos, las redes sociales, ejercen una influencia bastante más profunda y duradera que le de los padres». Efectivamente, es algo aceptado por unanimidad dentro de la criminología moderna, que el control social informal ejerce una influencia decisiva en la comisión o falta de comisión de delitos de todo tipo. Es de suponer que en este delito en particular va a ser igual.

    Por eso veo muy acertadas dos campañas que ha iniciado el gobierno. La primera. «si le pegas a tu mujer, no eres un hombre» y la segunda, poniéndo el énfasis en los amigos para que no dejen cojer el coche a quien haya bebido. Ambas inciden en la influencia que pueden tener los pares en las conductas de una persona.
    Un problema que yo he detectado sin tener ninguna demostración empírica ni científica es que nunca estuvo demasiado mal visto el pegarle un bofetón a la mujer o al hijo. Frases como «mi marido me pega lo normal» o cuando le daban una guantada a su hijo «algo habrás hecho» eran el pan de cada día. Esa tendencia parece que empieza a cambiar (en algunos casos al extremo contrario)

    En definitiva, el maltratador tiene que sentir el desprecio de todos sus semejantes, el aislamiento social, al igual que aislamos al atracador de bancos o al estafador. Si conseguimos eso, estoy seguro de que, si bien no acabaremos con el problema, probablemente lo reduzcamos a la marginalidad más absoluta.

    Un saludo y mis disculpas a quien haya querido ver en mi texto una justificación de algo.

  4. Hay quien se queja, a veces, del aparente monolitismo en este DC. Vienen a decir que casi siempre hay un grado alto de concordancia y que el debate se centra en matices o cuestiones parciales. Hoy es uno de esos días en que me sorprendo discrepando absolutamente con el articulista. Como discrepé, en su día, con la inefable magistrada Sanahuja que, a mi entender trató el asunto con una ligereza impropia de su cargo. Volveré sobre ello a la tarde, con mis motivos, pero por si acaso dejo ahora constancia de mi total desacuerdo. Creo además que Pablo Franco ha aportado un datro clave que explica por qué son falsas esas evaluaciones que supuestamente demostrarían la inutilidad del esfuerzo que se está llevando a cabo para erradicar la violencia de género (a mí me encanta el término, sobre todo desde que descubrí la inquina que le tiene el Papa y sus secuaces de la supersecta).

  5. Off Topic.
    El partido salvador de España, el que va a salvar a los vascos de ellos mismos y a los demás españoles de los vascos, ya tiene resultados según el euskobarómetro. 15.000 votos en todo el País Vasco. un poco por encima del partido del karma democrático.

  6. Gracias, Andrés, por el artículo y por tratar un problema gravísimo en España.Toda medida que reduzca un poco esta constante sangría me parece positiva. Tenemos que reforzar las medidas de seguridad para que no vuelvan a suceder situaciones como la que aconteció hace escasas fechas en Pontevedra. Y no se pueden conceder permisos a presos que se sabe que no han cambiado y que son reincidentes. No puede haber un libre albedrío en este sentido.

    Así es Pablo, son más importantes que el PNV según dicen pero no tienen ni un escaño en Euskadi. Euskadi no es ilustrada dirán a no mucho tardar.

    http://www.cadenaser.com/espana/articulo/pnv-pse-mantienen-empate-tecnico/csrcsrpor/20081226csrcsrnac_4/Tes

    Un saludo.

  7. Gracias, Gastey, estupendo artículo. Los crímenes de tráfico están disminuyendo, pero los de género no. ¿Por qué? A mí me resulta muy útil el repaso estadístico del artículo y muy razonable su apuesta educativa, aunque el tema demande no sólo un tratamiento de tertulia, como el que damos aquí a todas las cosas, sino también un tratamiento científico. Y me parece muy constructiva la reflexión sobre la pertinencia y la eficacia de las últimas leyes y medidas españolas. Por otro lado suscribo el comentario de don Iza y comprendo la necesidad de contemplar más aspectos del asunto, como demanda don Cicuta.

    Lo que yo llevaría más lejos es la demanda educativa de Gastey. Para que mejore la educación lo primero que habría que hacer es pagar mucho más a los profesores, para atraer a gente brillante y que no sólo las medianías nos dediquemos a la enseñanza.

  8. Hola! aunque parece que está muy feo eso de mezclar estdística y muertes, sobre todo para ser optimista, no me queda más remedio que hacerlo. El nº de mujeres se mantiene constante, pero la población ha crecido, es decir, disminuye la incidencia relativa del problema. Además, si el número se mantiene constante, pero cada vez son más las inmigrantes que fallecen, eso quiere decir que la política de sensibilización que hemos vivido en la última década produce sus efectos con la población que ha estado expuesta a ella, es decir los nacionales. La población inmigrante, por un lado, no lleva tanto tiempo expuesta a la denuncia del problema, y por otro, las mujeres inmigrantes tienen más dificultades pare solicitar los servicios de ayuda, especialmente si son irregulares (aunque creo que se está trantando paliar el problema). En cuanto al uso torticero de la ley, pues pasa con otras muchas leyes, y no nos escandalizamos tanto, sino que pedimos que se castigue a los «listillos», como sucede, por ejemplo, con fraudes en seguros o prestaciones sociales.

    Por otro lado, estaría bien emprender otras campañas contra lacaras que producen muertes. Aquí se ha citado al tráfico, pero también están los muertos en accidentes de trabajo, en los que España bate records. Si mueren 70 mujeres al año, en accidentes laborales mueresn unas 900 personas. Y al igual que sucede con la violencia doméstica, estas muertes son la punta del iceberg de una situación de abusos patronales, como prueba que la incidencia de los accidentes laborales es mayor en los grupos de empleo más precarios.
    Para denunciar las situaciones de abuso patronal, esas situaciones en las que los insultos, vejaciones, extorsiones, incumplimiento de contratos por miedo al despido, arbitrariedades injustificadas, etc. se está recogiendo información en http://www.abusospatronales.es

  9. Mezclar muerte y estadística es inevitable, a veces, y es la manera más gráfica de ponderar la importancia del problema en un momento dado. Otrosí, yo estoy en este tema con Ricardo Parellada. Todas las opiniones en un foro de debate tranquilo y sin ánimo de exhaustividad son bien recibidas, pero sin duda, este tema es interdisciplinar a la hora de investigar sus causas (ya remotas, ya próximas, ya individualizados los casos, ya desde su generalidad como gravísimo problema social) y de tratar de encontrar soluciones a sus nefastas consecuencias, incidiendo sobre todo en la prevención. Y en este sentido, atención especial a los procesos de socialización directa o indirecta, donde los agentes educativos y (sí, Don Cicuta) el entorno familiar pueden jugar un papel decisivo.

    Un solitario «pero» al artículo de mi tocayo Andrés: el título, muy desafortunado. Ese «Â¿por qué los hombres seguimos matando a las mujeres?» es una generalización desgradable. Yo, como varón, no me siento concernido por los actos criminales de un especimen que casualmente comparte género masculino conmigo. Es, por decirlo de algún modo, y constatado, como Pablo ha señalado (conozco varios casos), que ha existido alguna denuncia falsa por violencia familia, preguntárame yo «Â¿por qué siguen poniendo denuncias falsas las mujeres contra los hombres?». O dicho de otro modo, ante un atentado de ETA, uno se preguntara «Â¿por qué siguen los vascos matando a otros ciudadanos?». Las generalizaciones no son buenas.

    En cuanto al enlace sobre abusos patronales que nos ha traído Pepemart, me deja perplejo. Abrir un foro donde colgar alegremente denuncias sobre violaciones de derechos laborales puede ser un buen remedio para casos concretos; en otros, tal vez estemos dando presunción de veracidad a lo que son falsos testimonios, de los que pueden salir perjudicadas personas concretas en su honor personal y en su dignidad. En ambos casos, «puenteamos» a la Inspección de Trabajo, a los órganos administrativos competentes en la materia a nivel estatal y autonómico, y a los órganos jurisdionales competentes en lo Social. Espero que sirva para algo útil, pero tiene una pinta de «Aquí hay tomate» que no me gusta nada.

    Posdatilla: ¿que UPyD no va a conseguir un escañete en el Parlamento Vasco? Si así fuere, apuesto caña de cerveza con tapita de boquerones en vinagre (doble) a que se va a hablar prontito desde el entorno adoratriz de la lideresa de la innegable condición lanar o bovina del electorado vasco. Por cierto, con el Euskobarómetro en la mano, ahora mismo (sondeos son y relativos, por lo tanto) sólo hay dos opciones de gobierno estable para Euskadi. El gobierno de los constitucionalistas y no nacionalistas PSE-PP, o el gobierno transversal PSE-PNV, sin contar con otras opciones (en solitario PSE ó PNV, con apoyos que no dan para una mayoría sólida) que no parecen oportunas tras la zozobra de la última legislatura. Hagan sus apuestas (propongo «porras preeelectorales» para este entrante 2009). Pratxi, anímate.

  10. Muchas gracias a Gastey por su artículo.
    Yo, cada vez que oigo o leo la noticia de que otro hombre ha matado a su pareja o ex pareja, aparte del horror que siento, siempre pienso que para esa mujer habrá acabado el calvario que seguro fue la vida que compartió con su asesino. Porque ese asesinato es siempre la culminación de una historia de malos tratos, golpes, palizas, humillaciones… sufridas en silencio, dentro de casa. Un espanto. Pero solo nos enteramos de los casos que llegan al extremo del asesinato.
    Yo no sé nada del tema, de las causas, de cómo se acabará con esta lacra. Pero el sentido común me dice que no puede haber ahora más número de mujeres españolas maltratadas que hace 10 ó 20 años, por ejemplo. Sólo que ahora, afortunadamente, las mujeres se resignan menos a sufrir ese calvario durante toda su vida y los hombres maltratadores reaccionan a esa rebeldía matando.
    Tampoco me cabe duda de que otra causa del aumento de asesinatos en España es la presencia de inmigrantes, ya que muchas de las mujeres asesinadas lo son. Recuerdo cómo me impresionó lo que me contó una amiga chilena, médico. En el hospital en el que trabajaba en Santiago ingresaban muchas mujeres por palizas de sus maridos y ante la perplejidad de mi amiga, aceptaban con toda naturalidad el derecho del marido a pegarlas, era para ellas un derecho inherente al matrimonio. Era antes del 73. Seguramente en España pasaba lo mismo hace más años, pero cuando mi amiga me lo contó aquí ya no pasaba. Y seguro que hoy ninguna mujer española cree que el marido tiene derecho a maltratarla, aunque por desgracia, siga habiendo hombres que lo creen. Pero seguramente en Latinoamérica van con más retraso en ese tema.
    Me parece obvio que la educación de los niños y niñas en valores en los que el machismo no ocupe lugar es importante para erradicar esa brutalidad, pero no creo que esa sea la única causa. Si lo fuera, no habría asesinatos en los países nórdicos, donde el machismo no creo que esté extendido como en España o en los países latinos. Supongo que el alcohol es un factor importante en esos países porque si bien es verdad lo que dice don Cicuta, que los mal educados no van maltratando a sus mujeres por el hecho de serlo, también es verdad que los borrachos sí tienen una predisposición mayor a perder el control.
    Yo creo que todas las medidas tomadas por este gobierno y por el anterior, han sido positivas, aunque es obvio que el problema no ha desaparecido. La utilización de la Ley para denunciar falsos malos tratos por parte de las mujeres me parece una anécdota, siniestra, pero anécdota.

  11. Don Cicuta nos señala que en los paises nórdicos la violencia de género es mayor que en España. Hace algunos años, he oido que la estadística de embarazadas menores de edad era tambien mayor en los paises nórdicos que en otras latitudes, a pesar de la mayor y mas perfecta dosis de educación sexual que dan en los paises nórdicos. Con todo esto, lo que quiero afirmar es que , no basta con una mayor educación contra la violencia de género. Hay algo que está fallando en la educación en general. En efecto, aumenta la agresión de estudiantes contra profesores, de padres de estudiantes contra profesores, de jovenes contra mendigos, de padres contra hijos y, tambien, de hijos contra padres. La idea de que la libertad supone autodisciplina y renuncia a hacer lo que te da la gana, no está calando individualmente en los humanos. Dar rienda suelta a tus pasiones se considera realizarse. Aunque el porcentaje de violencia de género es mayor en parejas casadas o que llevan varios años conviviendo, a mi me ha llamado mucho la atención que ocurre con jovenes con novias que han decidido cortar la relación y se sienten con el derecho a matarlas. No ha sido la convivencia prolongada, ni las condiciones paupérrimas del hogar las que han producido el homicidio. LLevamos ya como unos 10 años viendo en la Tele como se detienen y se meten en la carcel a los que matan a sus mujeres o novias. A pesar de ello siguen produciendose nuevos casos, siempre que no acaben por suicidarse. Lo que quiero indicar con todo esto, es que las personas se han hecho mas pasionales, la razón (el miedo al castigo social) se queda muda en sus cerebros. Crimenes pasionales han existido siempre, por supuesto, lo que creo es que ahora ocurren por desavenencias mas leves que antaño. Creo que por mucho que un marido crea que es la esposa la que debe cargar con «sus labores» mientras él ve la tele, no por ello prefiere estar en la carcel donde se va a encontrar con matones que le van a dar caña si no hace «otras labores». La prueba mas pasional es la de los que se suicidan, despues de matarla a ella por supuesto. El odio acumulado en años de convivencia en que ella no acaba de convertirse en su sirvienta o los celos en el caso de los jovenes que creen que ella me pertenece, ciega al autor del homicidio. Bien, pues, aparte de que hay que reforzar la educación en el tema en la adolescencia, modestamente creo que una mejora de la situación, vendría en crear centros en que se impartiese educación marital para hombres. Obviamente, debía ser obligatoria para todos los que han sido denunciados, tambien semiobligatorias para todos aquellos que se han divorciado, siendo la mujer la que los ha «echado de casa» y se encuentran perdidos en un cuarto de pensión carcomiendose de odio. Clases o psicólogos según la gravedad del caso. No hay que ser maniqueos, si hay casas de refugio para mujeres, tambien debería haber algo para los abusadores. Hay muchos casos de enfermos mentales que la mujer se ha cansado de soportarles, deberían tener acomodo en centros psiquiátricos. Desgraciadamente, los estados o comunidades autónomas han suprimido del todo o disminuido los «manicomios», ya que se supone que es mejor que convivan con sus familias (las familas que se jodan) para que se curen.

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