A vueltas con lo nacional y federal

Juanjo Cáceres

Parece haberse despertado una consciencia creciente de que durante esta legislatura, en menor o mayor medida, el debate sobre la estructura territorial del país va a ser intenso y puede servir para encauzar cambios en la misma.«Cuarenta años del febrero andaluz de 1980. Catalunya en interrogante». Así iniciaba Enric Juliana el último párrafo de su tribuna de opinión de la Vanguardia el pasado domingo, en una revisión del momento «café para todos». Sus observaciones resonaban también en su artículo de este miércoles sobre la bilateral de la Rioja y al vaciamiento territorial, al citar al nuevo coordinador andaluz de Izquierda Unida, Antonio Valero: «No se trata de volver a un andalucismo nostálgico….sino de evitar que sean menos los andaluces que viven en las comarcas del interior».

En otras latitudes están dando mucho que hablar las manifestaciones de Henry Kamen, con motivo de su libro «La invención de España», que le ha servido para ofrecer entrevistas donde deja caer perlas tales como: «Los políticos de ahora no tienen ni idea de qué puede ser una nación, o que sería una nación de naciones. No han investigado qué se quiere decir al hablar de nación». En defensa de los políticos podría añadir que los historiadores en general, tampoco, y en defensa de Kamen, que no le falta razón.

Así las cosas, me estoy sintiendo tentado a ampliar las consideraciones de Kamen en algún foro adecuado. No será porque la actualidad no nos regale otras muchas temáticas que tratar, pero soy muy sensible al hecho de que el uso político del concepto de nación o la forma cómo debe interpretarse en diferentes contextos históricos ha sido objeto de multitud de interminables debates: unos debates que de hecho han acabado con la comunidad historiográfica mostrándose incapaz de llegar a consensos. Lo que pasa es que los relatos nacionales siguen estando vigentes y se refuerzan constantemente, por lo que en buena medida sería necesario que la historiografía ayudase a contener excesos interpretativos relacionados con territorios y naciones milenarias, cosa que raramente consigue.

Precisamente leyendo textos historiográficos actuales escritos en catalán llama la atención como en los últimos años se ha normalizado el concepto «Corona d’Aragó», para referirse a dominios dinásticos comprendidos en la misma, fundamentalmente Aragón, Valencia, Cataluña, Baleares, Rosellón y las posesiones mediterráneas. Hace veinticinco años no era así: «Corona catalanoaragonesa» y «Confederació Catalanoaragonesa» era el nombre con que los historiadores catalanes se referían a dichos dominios, a fin de poner el énfasis en la catalanidad de los mismos. Ello era una de las mejores muestras del tipo de sesgos existentes en la historiografía catalana y así se mantuvo la cosa hasta que hará unos diez o quince años los medievalistas aragoneses reclamaron su abandono.

Era sorprendente el desdoblamiento del topónimo para remarcar la catalanidad del territorio, obviando el resto de dominios, pero aun lo era más traer a colación la concepción federal / confederal del Estado para referirse a unos dominios estructurados en el marco de una monarquía feudal, que progresivamente desarrollaron un entramado institucional propio y diferenciado, y que se vieron sometidos a innumerables tensiones cuando a lo largo de la edad moderna tuvieron que integrarse en entramados aun más complejos, como los que surgieron de lo que tradicionalmente hemos denominado Monarquía Hispánica.

No obstante, paradójicamente, las reflexiones sobre la naturaleza de dichos dominios y su condición o no de naciones, ha estado también en el centro de los análisis de los impulsores del federalismo, empezando por el mismo Pi y Maragall, que ponía muy en valor las instituciones históricas de los territorios peninsulares e identificaba las mismas con un modelo federal, que entendía que jamás debería de haber sido socavado por las orientaciones absolutistas de Austrias y Borbones.

La cuestión da mucho de sí y quizás valga la pena dedicarle algo más de tiempo. Más aun cuando la confederalidad alcanza también hoy en día a los partidos: no se pierdan la tentativa de construcción confederal que están iniciando los partidos que denominamos del espacio del cambio. Subrayan su voluntad de unidad pero ponen en marcha una atomización creciente en un abanico variado de partidos que precisamente este fin de semana 29 de febrero alcanzará un nuevo hito: la puesta de largo de Esquerra Unida de Catalunya. Pero esa es una historia que requiere más tiempo para ser analizada y hoy ya se ha terminado.

Un comentario en «A vueltas con lo nacional y federal»

  1. El confederalismo está sobrevalorado, los mismos que lo promueven luego quieren una persona un voto y reclaman parlamentos fuertes. Al final lo que hay que definir es el reparto de competencias y responsabilidades.

    Y vamos a ver si lo del 29 de Esquerra Unida Catalunya va a ser para IU un modelo menos confederal. Que a mí ya me parecerá bien.

Deja una respuesta