Agua que no has de beber

Frans van den Broek

 Si todavía estuviera de moda el uso del lenguaje hegeliano-marxista, podríamos recurrir sin temor a conceptos como el de represión social de la conciencia negativa en el capitalismo tardío para describir el fenómeno al que me voy a referir. Como recordará con facilidad todo sesentayochista, Herbert Marcuse postuló la aparición de una sociedad y un hombre unidimensionales para dar cuenta de las condiciones de adocenamiento consumista del hombre moderno. Dado que dicho lenguaje ya no se usa -y era un poco traído de los pelos, de todas formas- quizá sería mejor referirse a dicho fenómeno como una de las estafas más escandalosas del siglo veinte y comienzos del veintiuno o, dicho de un modo más amable, como un golpe de marketing genial y sin precedentes. O tal vez como un síntoma más de la eterna estupidez del ser humano, al que al parecer se le puede hacer comportarse casi de cualquier forma, dadas las circunstancias y estrategias adecuadas. 

Me refiero a la venta masiva de agua embotellada, la que desde comienzos de los noventa ha crecido de modo espectacular. Suponga el lector que alguien le dice: «la camisa barata que usa, aunque sirve, no es realmente buena. Es cierto, cuesta sólo diez euros y le abriga como cualquiera, pero es de mal gusto. Le ofrezco una fantástica, moderna, al ritmo de los tiempos, «cool» y representativa de un nuevo modo de vida. Sólo le va a costar 19,000 euros, gran parte de los cuales se van en los hilos de oro que tiene, los botones de esmeralda y los ojales de seda. Pero no hay nada mejor y además es muy sana, pues es toda materiales naturales». Y usted la compra, sin chistar y contento de haber hecho una compra de estilo. Pues bien, eso es exactamente lo que hace el consumidor al comprar una botella de agua, de cualquier marca. El precio del agua embotellada es más o menos 1900 veces más alto que el precio del agua del grifo y se emplea sobre todo para sufragar los gastos del embotellado y del plástico, y sobre todo para desfondar los bolsillos de los productores, que han hecho ventas híper millonarias. El consumidor puede argüir que el agua embotellada es mejor, más rica o fresca, o saludable o mágica. El caso es que no hay evidencia alguna para sostener dichos argumentos, ya que el agua de grifo es, en la mayoría de ciudades del planeta, perfectamente potable y de mejor calidad incluso que el agua embotellada. En ciertas pruebas, expertos en el tema fueron incapaces de identificar un agua de otra si no veían la etiqueta. En no pocos casos, juzgaron el agua del grifo de algunas ciudades mejor que la de botella. En pocas palabras: el consumidor está tirando su dinero, consciente y felizmente.

Esta costumbre, incitada por la industria de las bebidas, puede parecer inocente -a fin de cuentas, cada quien es libre de tirar su dinero en lo que quiera y hay peores formas de gastarlo, sin duda-, pero no lo es tanto si consideramos los 2,7 millones de toneladas de basura que resultan de este patrón de consumición absurda, de las cuales sólo una mínima parte es reciclada. Hacer las botellas consume una enorme cantidad de energía, y el plástico acaba en los muladares, el mar, o los estómagos de los peces. Acaba también en nuestros estómagos, pues el plástico se degrada en micro-partículas que son ingeridas por los peces y otros animales que van a formar parte de nuestras dietas. Lo mismo puede decirse de otras bebidas, claro está, pero que yo sepa no sale Coca Cola casi gratis de los grifos, mientras que el agua potable ha sido una de las conquistas más importantes del ser humano, sólo para ser abandonada en nombre de un nuevo estilo de vida promovido por la cultura del branding en que vivimos. Porque de nada sirve llamar la atención del consumidor sobre los hechos arriba mencionados: la venta de agua embotellada sigue pujante y vigorosa, al tiempo que los mares se ensucian aún más y el consumidor sigue pagando sus 1900 centavos por algo que le costaría uno y es asequible en su propia casa.

¿Puede llamarse racional el comportamiento del consumidor referente al agua? Desde cierto punto de vista -el mío, para más señas- es una imbecilidad monumental, pero dadas otras premisas de juicio, el consumidor no hace otra cosa que comprar lo que casi siempre compra: las marcas y sus muchas asociaciones simbólicas. Y es, en este sentido, racional, ya que tomar agua del grifo será casi gratis, pero no le confiere el producto que está comprando al comprar su Perrier o su Spa blue, que es el sentirse perteneciente a una comunidad signada por determinados símbolos de estatus. No siempre, pero en buena parte de casos uno no compra un producto funcional, sino sus asociaciones de todo tipo. Me parece igual de escandaloso el que unos zapatos Prada o una bolsa Vuitton cuesten muchas veces más de lo que nos costaría una bolsa de funcionalidad similar y hasta mejor calidad, pero carente del prestigio de una marca, pero al menos uno compra un zapato y una bolsa que no son asequibles abriendo un grifo en la propia casa. Y es probable, aunque no lo sé, que estos productos resulten en menos basura que las botellas de plástico. Si a esta situación no se le puede llamar una pérdida de conciencia crítica o negativa, no sé cómo se la puede llamar. Por lo menos, una muestra de que el ser humano es mucho menos libre de lo que cree y más manipulable que las ratas golosas o las palomas supersticiosas de Skinner.

Las botellas de agua etiquetadas son sólo un caso extremo, en todo caso, de una tendencia inherente al capitalismo moderno, cual es la de crear valor añadido sin mayor amparo sustancial. Desde las botellitas de agua a los derivados financieros, vivimos en un mundo abstracto cuya realidad es ilusoria, pero que mueve cantidades trillonarias de dinero. El olvidado filósofo contracultural Alan Watts dejó dicho en alguna parte algo similar cuando denunciaba como uno de los males modernos la atención desmesurada a lo abstracto, en desmedro de lo real. Recuerdo que señalaba el hecho de que, en términos reales, el poseer 100 millones de dólares no se diferenciaba de poseer 200 millones de dólares, pues uno sólo puede tener tantas casas o consumir tantos lujos como el cuerpo y las limitaciones temporales le permitan, pero no obstante nos matamos unos a otros para conseguir dichos 100 millones extra. De igual modo, sólo una constitución orientada hacia lo abstracto, decía Watts, podría llamar pan al simulacro de papel prensado que se encuentra normalmente en los supermercados. Como fuera, desde hace ya muchos años que no me volvía a la memoria el ya fallecido divulgador del misticismo oriental, pues lo había arrumado en la categoría de aquellos excéntricos ingleses que se exilian del todo y se vuelven un poco locos. Pero mientras más me he enterado del desaforado éxito del agua en botella, más me ha vuelto a la memoria el viejo Watts, embozado en su bata japonesa, hablando de budismo Zen a su idolatrante audiencia hippie, y probablemente emporrado hasta la ceguera. Después de todo, ¿quién está más loco, el que paga 1900 veces lo que es casi gratis y encima poluciona el planeta, o el inofensivo profesor inglés que ha abandonado su educación anglicana para enseñarnos que hay otros modos de ver el mundo, por metafísicos que nos parezcan? Francamente, no me cabe la menor duda. Por ello, y parafraseando el refrán, agua que no has de beber, no la ensucies, simplemente no la bebas. Sobre todo si viene en botella.

11 comentarios en “Agua que no has de beber

  1. Buenos días a todos!

    Buenos días Frans! Chapó! Lo que cuentas es exactamente cómo pienso y además cómo vivo, que las dos cosas juntas no siempre se ven… jejeje

    Nunca me he gastado más dinero del necesario, incluso teniéndolo. Es más, voy a confesar que el otro día me compré 4 pantalones marca Al Campo por 46€ en total, y encima me quedan dpm!!! 😉 Y agua embotellada creo que en mi vida la he comprado, para empezar porque el agua sólo la bebo cuando estoy enferma, y con desgana… Recuerdo la noticia de que Bush estando en Europa pidió que le trajeran botellas de agua marca wachiflú pero embotellada en USA… esa chorrada tiene un nombre, no? quizás un insulto?? jejejeje Lo mío es la coca-cola, por litros, y después de muchos años tampoco se la compro a Cola-Cola…

    La necesidad de tener estatus es tremenda… ¿por qué? complejos? superioridad? poder? inferioridad? TONTERÍA? todo a la vez?

    Saludos!

  2. Muy ilustrativo el articulo, te felicito por lo bien que planteas el tema. Yo voy quizás de manera más directa, un poco tirando por la calle de en medio. ¿Como es posible que paguemos por un litro de agua como si fuese aceite de oliva? La conclusión que saco es que cada día somos un poco más imbeciles y los listos cada día más ricos a costa de los imbeciles. Siempre el agua fue un bien común, hoy hay hasta marcas de lujo próximas al caviar, que cada cual saque conclusiones. Tiempo al Tiempo

  3. Buenos dias Frans van den Broek,caballeros callejeros y cabelleras al viento:

    Gracias de nuevo ,idolatrado Frans ,por estimular a mis Dos Neuronas ,Una Y Otra,siendo asi mi Yo se siente mas pletorico y yo mismo soy capaz hasta de reflejar mis pensamientos.
    ¿es el articulo de Frans un canto a la inutilidad de las cosas pequeñas,de las proporciones diminutas ,en definitiva de lo individual?.
    Una botella de agua.Algo unico ,individual y transitorio.
    Un rio.Algo unico,compartido y como todos sabemos todas las aguas van a parar al mar.

    Creo que nuestra sociedad está basada en la sublimacion de lo unico,del individuo que se refleja en todos los movimientos sociales que vivimos.Un pueblo ,una region, un pais ,un continente ,un planeta solo son muestras de que lo individual permanece siempre por elncima de lo colectivo ,aunque parezca de muchos individuos es una sociedad cuando es simplemte un unico todo.

    Para que tantos coches individuales ,si viviriamos mejor y mas sano si hubieran mas servicios de desplazamiento publicos movidos por energia electrica,con el consiguiente ahorro energetico evitando el desplifarro en gasolina que se produce diariamente que un conductor se sube a su coche.

    Si el nene no tiene coche no es libre de ir cuando quiera y como quiera al lugar que estime oportuno….¡caminar No gracias!

    Yo fomentaria en uso de cantimploras,apreciado Frans,cantimploras individuales para cada uno y grifos en todos los lugares y si es necesario volver a exportar botijos,nada mejor y ecologico….¡Ponga un botijo en su vida o apadrine a un productor de botellas de plactico en paro!!.

    Vivimos tan deprisa que si nos dieramos cuenta de lo lento que pasa el tiempo ,tendriamos todo el tiempo del mundo.

  4. Amistad… no me has regañado por faltar a la verdá, en las islas compro agua, pero es porque me obligan… y es marca de la casa… y no la bebemos!! es para los animalitos… jejeje

  5. Yo tambien compro agua,con lo que me cuesta una garrafa de cinco litros en el super,voy a un sitio donde por un euro me llevo a casa seis garrafas de agua de cinco litros que saco a traves de un grifo,lo unico que me mosquea del asunto es que esta al lado de una gasolinera y no es por temor a una contaminacion,sino porque me doy cuenta que gasto inutilmente gasolina del coche para ir a por agua con mejor sabor que la que sale de mi grifo….en fin….no puedo estar todo el dia bebiendo solo vino porque me gusten las mujeres……jeje.

  6. Habría que prohibir la publicidad, es tan mentira que los que se dedican a ella, mentirosos compulsivos, se autodenominan creativos. A veces pienso que muchas de las innovaciones nazis en la política, en la vida, en al sociedad han triunfado, aquí una, ahora también a esto se le puede llamar MODERNIZARSE. Apelan a lo más iracional de nosotros y nos venden cosas que no pueden darnos.

    Y por otra por muchas de las cosas que nos dejan comprar no pagamos por la mierda que generamos. Aun me acuerdo cuando el entoces vicerector de la UB, Joan Tugores nos habló a algunos representantes del concepto externalidades positivas, y negativas.

  7. Grandioso, me ha encantado.
    Lo reenvio en mi oficina, donde nos inflamos a beber agua embotellada.

  8. Hay que felicitar a Frans van den Broek porque en cada articulo se supera a si mismo. Haber si va a ser verdad que en el 2012 va a haber un cambio de mentalidad.

    Agua que no has de beber, utilízala como combustible: http://www.youtube.com/watch?v=ivYwwodVT0Q

    Copio y pego un capitulo de mi libro «El Capital de la Vida, un valor por descubrir», que viene a complementar como anillo al dedo, el articulo de hoy: http://capitalvida.blogspot.com/

    Vivir siempre implica ser algo menos, la vida se acorta, se acerca al límite de la muerte (enfermedades, envejecimiento, defunción…). Al percibir el límite, descubrimos nuestra propia fragilidad poniendo en cuestión el valor de la vida por su carácter finito, sentimos de impotencia por nuestra condición limitada.

    Intuimos el limite y aprendemos, nos damos cuenta de nuestras carencias y adquirimos la conciencia de ellas. Suplir estas carencias es lo que nos mueve a querer ser más de lo que somos para construirnos como seres vivos. La conciencia del limite de la vida se manifiesta en nosotros de forma paradójica: al mismo tiempo que es el origen de nuestra conciencia, también lo es de nuestra tragedia.

    Somos conscientes de que para vivir hemos de cubrir una serie de necesidades que marcan el sentido de nuestras vidas. Menesterosos de ser, inter-actuamos con el límite y tomamos decisiones dirigidas a construirnos a nosotros mismo, para ser más de lo que somos, intentando reducir el estado de nuestra indigencia.

    Ante esta reflexión de nuestras limitaciones el humor nos hace sentir vivos, nos hace tomar conciencia de nosotros mismos, hace que tengamos otra visión de nuestro limitado ser y nos ubica ante ésta situación, también hace que volvamos a confiar en la vida y que las cosas adquieran sentido. Éste se descubre con el humor y se pierde con la falta de humor.

    El chiste, la ironía, la broma y el sarcasmo son productos del humor. El humor hace fácil que aprendamos de nuestros errores. Hace posible que de esos hechos, situaciones o relaciones surja un sentido, recupera o saca algo bueno donde todo parece perdido, descubre, evidencia lo que pareciera estar oculto o pasa desapercibido. Las consecuencias en el plano social son la cordialidad, la unión y una especie de tolerancia y conformidad. Favorece un momento de distancia frente a un hecho doloso, una sana inconsciencia de uno mismo, acompañada de una sensación de ligereza. Nos predispone a aceptar el riesgo y las consecuencias de vivir. El humor vuelve agradable la vida.

    El perfeccionista vive desde una «lógica anticipada» de cómo deberían ser las cosas. Correctas, sin fallas, impecables, intachables. Aunque el perfeccionista hace las cosas con verdadero esmero, nunca obtiene la sensación de satisfacción. A todo le pone «peros». Tiene la necesidad de estructurar la realidad. De volverla consistente y segura, de que las cosas, las personas y las situaciones sean indefectibles. Alimenta la disposición a enjuiciar, a criticar, a descalificar. Con el rechazo se fomenta la inclemencia, la falta de compasión.

    La base de la compasión reside en el humor, en aceptar la realidad tal cual es. Perder en capacidad de humor equivale a perder en humanidad. La falta de humor revela falta de la compasión. El «sentido de humor» se propone como una forma de visión. Deja ver la vida de otra manera y deja ver cosas que de otra manera no se verían. Reconoce a la realidad limitada, el derecho a ser defectuosa. De aquí que el sentido de humor sea un anhelo de comprender o acoger la vida misma.

    Quien puede cambiar su perspectiva, puede cambiar su percepción, su manera de procesar, interpretar, leer la realidad. Cambiar la manera de percibir la realidad requiere, pues, un desplazamiento del procesador racional al procesador intuitivo-emocional, del hemisferio izquierdo, sede de la lógica, al hemisferio derecho, raíz de la paradoja, del humor y de la compasión.

    La falta de compasión nos vuelve trágicos. La compasión ante la desgracia, el error, el fracaso o la falta es una forma elevada, aguda e ingeniosa de humorismo. «La causa de la risa no es otra cosa que la súbita percepción de la incongruencia entre un concepto y su objeto real». La práctica del humor nos lleva a ser benignos con nosotros mismos y con los demás. Quien vive sin sentido de humor tiene dificultades para ser compasivo. El humor ayuda a aceptar la condición indigente del ser y al conjunto de los limites existenciales.

    La humanidad del hombre se conforma reconociendo y aceptando los propios limites. Se orienta, y pone las bases para hallar el sentido de su vida. En la tarea de aceptarnos, el humor o su otra expresión, la compasión, juega un papel fundamental en la tarea de construirnos como seres humanos.

    Cambiar el punto de vista desde el cual percibo como percibo, la perspectiva, nos ayuda a ver de manera distinta, a provocar un renacimiento, un cambio profundo en nuestro sistema mental, pensamientos y sentimientos, y nos predispone hacia el disgusto, el rechazo, ante todo lo que se presenta defectuoso, fallido, errado. La perspectiva es una forma de preconocimiento, una forma de «prepararse o disponerse a percibir.

    Gracias Frans van den Broek por tu cambio de perspectiva, ya nada será como antes.

    PD: Me he quedado perplejo ante los comentarios de Leonor Massanet, una española en Libia, testimonio directo de la realidad de Libya OTAN ONU: http://www.youtube.com/watch?v=-0YYIMz4j6k&feature=player_embedded#at=279

  9. Mucho se critica a Merkel por haber dado un giro copernicano a sus planteamientos nucleares ,son los mismos que no entienden porque Ziluminatius ha tomado sus decisiones politicas.

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