Alea jacta est

Arthur Mulligan

Y aquí estamos, víctimas del abandono por parte del PSOE de la centralidad que tantos y buenos frutos ofreció a la sociedad española más allá de las ocasionales hipérboles de la lucha política y que, en justa correspondencia, ésta devuelve con el desdén de sus oídos sordos a los cantos de sirena.

La credibilidad de Sánchez y sus equipos es cuestionada; su propaganda no conmueve y sus narcisistas aliados luchan entre sí enfeudados en los territorios que recibieron al modo de herencias medievales.

Según Tezanos – ese pionero de la sociología creativa – hoy en día es imposible valorar científicamente la contribución del liderazgo y su percepción a los contrastes de la opinión pública, y además ¿para qué? Las cosas son como son y nada se puede hacer para cambiarlas así que todavía queda esperanza contra fáctica a la ensalada de encuestas coincidentes lo que, en expresión de Iglesias, se transforma en una ensalada de hostias.

Alea jacta est, adquiere para nuestro presidente la forma imperativa: ¡Echa los dados! y que salga el sol por Antequera o, no es la suerte estúpidos, es nuestra voluntad.

Ha transformado a los ministros en evangelistas, enviando a Bolaños a predicar en Madrid, esa nueva Babilonia neoliberal y pagana de la que vuelve martirizado.

Ha elevado la posición de aquellos que propugnan secuestrar la igualdad de acceso a un empleo público o parapúblico y con dificultad a uno privado de calidad mediante «medidas de apoyo o discriminación positiva» para el dominio del euskera o el catalán.

Los tipos de argumentación son similares a los del maleducado Presidente de Colombia: las injusticias cometidas en el pasado por una política gubernamental (española, naturalmente) provocó la minorización de su lengua en beneficio de los hablantes de otra, es decir, el pasado es relevante a nivel ético político, y si en el pasado se utilizaron políticas injustas para imponer una lengua como mayoritaria, ahora sería comprensible usar la coerción para reequilibrar las lenguas.

Y ello a pesar de que los derechos lingüísticos lo son de los individuos, no de las lenguas ni de los territorios. Si hoy el pasado no afecta discriminando a personas concretas en forma de desigualdad real, no están justificadas actuaciones que limiten la autonomía personal.

Que la génesis de la realidad lingüística actual fuera injusta es irrelevante si ella misma ya no lo es.

Lo mismo podríamos decir de Teruel existe y de la España vacía, nunca vaciada, o en aquellas situaciones en donde existan comunidades en donde se presentan ciudadanos tras el velo de la incomprensión, aduciendo sentirse humillados y exigiendo compensaciones que necesitan una sobre representación a modo de resarcimiento.

El diálogo se ha roto, si diálogo ha habido, y solo queda el juicio de la historia. Un final injusto pero inevitable. La fe está compartida y nadie es culpable porque los destinos se cruzaron. Pero entonces ¿qué diablos hemos hecho? Ha triunfado el encono civil encanallado, cuando no el odio y la imposibilidad del reconocimiento mutuo.

Las derechas contra una izquierda discursiva con tendencia al desvarío y la chifladura.

Se han violentado las instituciones tanto por acción y omisión siendo un calvario para los ciudadanos resolver sus asuntos porque a pesar de haber aumentado el empleo público no terminan de funcionar bien.

Y eso que tienen domesticados a los sindicatos, quienes fabulan con movilizaciones de cifras infladas y amenazan – cómo se vio el 1 de Mayo – con no sé qué cosas para luego aparecer con unos acuerdos discretos que más tarde será el retorno en votos del capital prestado (exigencias a empresas y amenazas de huelga en otoño y creando un modelo: sindicatos + funcionarios (4%) + pensionistas (8%) = cornucopia (fondos + deuda + empleo público) con sindicatos echando agua al vino de la conflictividad social.

Y sucede que el trabajo es cada vez más cuestionado como liberación y como instrumento para salir de la pobreza.

Pero en cualquier ciudad española, cada uno de nosotros puede comprobar las decenas de comercios que cierran, y tanto mayor cuanto más pequeña es la población y los miles de autónomos que se han dado de baja por el aumento de las cuotas, el aumento de los alquileres y el cambio de modelo de negocio.

Nada que ver con la España actual, la realidad en suma, con la descripción de la propaganda de los 20 millones de empleos, 9 millones de pensionistas y datos de deuda en máximos y de productividad en mínimos a los que se pone la guinda desde Trabajo con propuestas para la disminución de la jornada laboral.

El relato oficial va a mantener las próximas semanas, la tesis de que los empresarios son los responsables directos de la pauperización producida por la inflación y los bajos salarios.

Un discurso virtual, igual que la crisis de la vivienda y sus decenas de miles de proyectos de construcción por parte del gobierno para el que todos los días son históricos con paquetes y más paquetes de medidas, algunas de las cuales son ocurrencias (inter raíl, bonos para juegos) que se añaden a medidas justicieras de avales ICO, cuando no economatos redivivos del precio justo, mientras afloran encuestas sobre las condiciones de vida del Instituto nacional de estadística: hogares que no pueden mantener una temperatura adecuada: uno de cada cinco; hogares que no pueden permitirse una comida de carne o pescado cada dos días, siendo la cifra más alta de todo el siglo XXI en España.

Así, el sector más bajo de la sociedad, recibe ayudas y la clase media está pasando muchas dificultades estrangulada por las hipotecas y por un temor ante los cambios y la estabilidad en sus empleos mientras el gobierno se entretiene con adivinanzas para señalar a los responsables: que si los de arriba, los empresarios, las élites, el neoliberalismo y también los propietarios, pero toda esa gente, cuando abre el frigorífico ve que la propaganda no se come y los españoles se han gastado cerca de 21.000 millones de sus ahorros.

Y así vamos reforzando a dos mundos en conflicto: los funcionarios y todos los demás; con los primeros sintiéndose seguros y los segundos sometidos a los vaivenes de un mundo productivo en transformación; aquí es necesario decir que el 30 % de los contratos registrados en el sector público son temporales y al igual que los sindicatos en sus convenios internos, aplican una lógica distinta a la que propugnan para los demás.

Para terminar por hoy con el cañón de Patxi Picapiedra, solo reconocer el ridículo mayúsculo de Sánchez proclamando que la vivienda es otro pilar del estado de bienestar de aquella manera, es decir, con promesas y sin cemento, sobre todo repasando como están los demás, para lo que basta con mirar la ley de dependencia o la carencia de un informe general sobre la pandemia, especialmente las ineficacias constatadas a nivel estratégico.

Pero todo esto no significa nada para ese modelo del Sanchismo que se pretende que pase a la historia, muy bien reflejado en artículo que firmaba Luis Arroyo en El País y que comienza (casi como las primeras páginas de La Cartuja de Parma del gran Stendhal) de este modo:

«La economía española crece, la inflación se controla, baja el paro, suben las pensiones y el salario mínimo, se aprueban leyes del gusto de la mayoría, la amenaza independentista flojea, hay paz social, España es respetada en Europa como nunca y los españoles se despiertan confirmando que el apocalipsis no llega, aunque haya dificultades.»

¿Quién puede ofrecer más?

El Mago.

2 comentarios en “Alea jacta est

  1. Gracias pero perdón, pregunta: Hay algo falso en lo que dice Luís Arroyo o simplemente contradice con datos inapelables las convicciones del articulista de forma irritante?

  2. Las elecciones siempre son una constatación de la cantidad de ciudadanos que se equivocan al votar.
    Por ejemplo:
    ¿Cuantos pensionistas votarán al PP o a VOX.?

Deja una respuesta