Carlos Hidalgo
Llevamos ya unas cuantas semanas con los disturbios y protestas provocados por la muerte de George Floyd a manos de policías estadounidenses. Como mi estancia en los Estados Unidos fue ya hace demasiado tiempo y mi trato con la policía fue distante, pero en general positivo, he querido enterarme un poco más del tema.
Como uno nunca sabe bien por qué bibliografía empezar, me hice con “Homicidio: un año en las calles mortales”, de David Simon, el ex-periodista del Baltimore Sun que estuvo un año incrustado en la unidad de Homicidios de la policía de Baltimore. Simon acumuló tanta experiencia con aquello, que no sólo le dio para escribir este libro sino que el libro se convirtió en una serie de televisión (también llamada “Homicidio”) y luego en otra, llamada “The Wire”, que es por todo el mundo conocida.
Aunque lo narrado en el libro transcurre en los años 80, uno tiene la sensación de que uno de los mayores problemas de la policía en los Estados Unidos no sólo es el racismo, sino su progresiva militarización. El concepto de “guerra contra el crimen” o “guerra contra las drogas” es más que una metáfora para los policías de allí, que efectivamente se sienten en guerra, más que parte de una organización civil. Por otro lado, la abrumadora falta de una red social pública, que impida que la gente caiga en la pobreza y en la necesidad extrema, hace que los policías tengan que ocuparse de cosas que, en realidad, no les corresponden. En España, pese a nuestros defectos y al terrible recuerdo de cómo eran la Policía y la Guardia Civil en el franquismo, los cuerpos policiales pueden derivar asuntos a la sanidad pública o a los servicios sociales y están más y mejor entrenados que sus homólogos estadounidenses para tratar con la ciudadanía.
Otra de las cosas que percibo es la escasez de personal y el miedo entre los policías. En España las patrullas policiales siempre consisten en dos agentes, mientras que en los EEUU los patrulleros hacen solos sus rondas, por lo que se sienten ya demasiado en tensión y excesivamente dependientes de sus armas y de la violencia para sentirse seguros en su trabajo. Me atrevería a decir que, al contrario que los estadounidenses, policías y guardias civiles no sienten miedo al comenzar sus turnos o al parar un coche, o al requerir la documentación a alguien a quien consideren sospechoso.
Mientras que a George Floyd se le aplicó un exceso de fuerza por esa combinación de racismo, miedo y un recurso excesivo de la violencia, en España es más complicado que un detenido muera a manos de los agentes. Sí, es cierto que conocemos casos de violencia excesiva y de abusos policiales en nuestro país, pero nuestras cifras no tienen nada que ver con las de los estadounidenses. Policía y Benemérita tuvieron exactamente cero muertes de detenidos en 2019, confirmando una tendencia que indica hasta que punto podemos considerarnos afortunados y el grado de profesionalidad de los agentes. Sí que hay algún problema más con los Mossos D’Esquadra y con la Ertzaintza, pero también puede tener mucho que ver la sobrecarga de trabajo que experimentan a veces y con fallos de gestión y de supervisión de sus mandos, que tienen un grado de politización más cercano al de los estadounidenses que al de sus compañeros estatales.
¿Es que no hay racismo en España? Sí, claro que lo hay. ¿Es que no hay casos de brutalidad policial? También. Pero comparando las cifras de muertes, criminalidad y casos de violencia policial con otros países, podemos considerarnos bastante afortunados, si bien hay mucho que mejorar.
¿Lo que digo deslegitima las protestas que ha habido en España a raíz del caso de George Floyd? No. Hechos tan terribles como las muertes en la playa del Tarajal o arbitrariedades y abusos como las redadas de extranjería basadas en la apariencia, o el comportamiento de algunos agentes durante el estado de alarma nos indican que hay mucho margen de mejora. Por no hablar de chanchullos policiales como la “Gestapillo” de Esperanza Aguirre o los del ex-comisario Villarejo. Pero al menos no tenemos miedo de nuestros policías y ellos, de momento, no tienen miedo de nosotros. No parece un mal punto para seguir mejorando.
Creo que el final del post resume muy bien el quid de la cuestión. Lo suscribo completamente.
Suscribiendo la tesis en su integridad incluida la conclusión, hay un par de factores que no se mencionan. El primero, que los policías en USA se enfrentan, potencialmente, a gente armada dado que es legal portar armas. Eso obviamente influye a la hora de desenfundar. El segundo, que la marginalización de los negros pobres es bastante mayor que aquí la de los gitanos, por ejemplo, lo que hace que sean bastante más violentos, en parte porque pueden ir armados.
Todo lo cual no excusa que le metan 7 tiros al primero que les levanta la voz, por ejemplo. Si al menos fuera uno y en la pierna… pero no. Recuerden la canción de Bruce: 41 shots. ¿Qué tendrán en la cabeza para meterle 41 tiros a uno que parecía que llevaba un arma cuando trataba de sacar la cartera para identificarse? Y si fuera un caso aislado…