Ampliar el tamaño del área democrática (Apuntes sobre el segundo eje)

Lluis Camprubí

Parece claro que el segundo eje (“cleavage”) de polarización y conflicto político ha venido para quedarse. Un segundo eje que se añade al persistente izquierda-derecha (en comunidades políticas con cuestiones nacionales no resueltas sería el tercer eje, claro está). Donde su importancia y centralidad vienen de los desajustes del actual disloque entre el área de capacidad democrática (la limitación del estado-nación) y el tamaño de los fenómenos económicos, y a su vez la reemergencia de las cuestiones de identidad y la incapacidad de poder dar una respuesta satisfactoria a las múltiples demandas y retos de la sociedad. Recientemente Berta Barbet recordaba su relevancia en un artículo http://www.vozpopuli.com/opinion/UE-cuela-elecciones-presidenciales-francesas_0_1019898609.html. Naturalmente frente al hecho pueden adoptarse todo tipo de actitudes: negarlo, minimizarlo, intentar moldearlo, adaptarse, abrazarlo, asumirlo, posicionarse, “catch-allearlo”…

Aunque difusamente todo el mundo intuye y sabe de qué se está hablando, hay multitud de matices en su caracterización, que explican, confrontan y/o pretenden dar respuesta a aspectos parcialmente diferentes. De aquí sus diversas descripciones (y combinaciones de distintos extremos): GAL-TAN, Integración-demarcación, Integración-repliegue, sociedades abiertas-cerradas, cosmopolitanismo-nativismo xenofóbico, globalización-soberanismo, internacionalismo-nacionalismo… Y ciertamente lo podemos pensar en distintas acepciones: cultural o de definición del “nosotros”, de cosmovisión, económica, y/o de proyecto político.

En la dimensión europea y sus distintas integraciones vemos que este eje presenta alguna especificidad. Estamos en un contexto de confrontación de legitimidades nacionales en un marco de interdependencia/s e integraciones asimétricas. Donde la hegemonía del neoliberalismo es multinivel (tanto estatal como europeo) y su empuje decisorio es principalmente intergubernamental, lo que le añade alguna capa de complejidad. Uno de los extremos del eje (o dimensión) puede estar más o menos claro: repliegue nacional, demos nativista y soberanía estatal. La otra banda del eje (europeísmo) presentaría algunos sub-ejes o gradaciones: paradigma comunitario o intergubernamental, profundización democrática o normativa/tecnocrática, y profundización de la integración o mantenimiento situación actual.

Parece pues claro que ya no será posible un proyecto político mono-dimensional (dentro de un mono-eje izquierda-derecha) y que deberá asumir plenamente la complementariedad de ambos ejes. Así pues el reto es cómo se hace política en la adición de ejes, y esferas jurisdiccionales.

Diferentes formulaciones del segundo eje para diferentes objetivos: la dimensión económica

Damos por supuesto que en lo relativo a lo “cultural” y valores y aspiraciones de sociedades abiertas, cosmopolitanismo e internacionalismo la cuestión no es tan dificultosa para las izquierdas, ya que la pulsión universalista está muy enraizada en la cultura política de las distintas izquierdas. En cambio como se plantee en su significación económica sí es crítico para las izquierdas.

Como bien apuntaban Lídia Brun y Mario Ríos en otra columna http://ctxt.es/es/20170419/Firmas/12272/izquierda-globalizacion-proteccionismo.htm es muy importante y forma parte de la lucha política como se enmarque y defina el eje. Ninguna formulación es neutral y por supuesto siempre responde a objetivos e intereses.

Vemos como interesadamente (y de forma torticera ciertamente) algunas voces de la derecha ya lo enmarcan como globalización versus populismo, globalización versus proteccionismo, o incluso economías abiertas versus planificación centralizada. Dónde la mal llamada desregulación (que es regulación a favor de los grandes intereses corporativos y financieros) sustituye en su relato al librecambismo en la confrontación al proteccionismo arancelario.

Seguramente desde las izquierdas deberíamos intentar dar por asentados unos mínimos para el punto de partida para superar su distorsión y confusionismo de planos y poder disputar en enmarcado con cierta garantía de éxito. Se daría por descontado por ejemplo que el proteccionismo arancelario puede tener una lógica limitada a industrias estratégicas nacientes en países en vías de industrialización, pero que no puede ser el mecanismo de mantenimiento de industrias de nuestro entorno. Así podríamos pues hacer compatible el “librecambismo” con la necesidad de disponer de mecanismos democráticos de regulación (aquí aparece la confrontación con la clase capitalista transnacional, y esta exigencia es de hecho por ejemplo nuestra razón de fondo de oposición a los tratados comerciales de segunda generación).

En este sentido sigue siendo la prioridad disponer de mecanismos para gobernar de forma democrática el desarrollo de las fuerzas productivas y financieras: para someter al interés general al capital financiero y a la transnacionalización de las cadenas de valor y producción. Y a su vez disponer de los mecanismos que hagan que el dumping y la competición a la baja entre Estados en estándares, fiscalidad y derechos sea la cuasi única estrategia posible en países con voluntad de alojar industrias e inversiones. Está claro que esto sólo es posible con ámbitos democráticos más grandes que el estado-nación (al menos en el entorno europeo).

Problemas de la confusión y poca claridad estratégica

No tener clara la propuesta y el proyecto en el eje integración-repliegue o haber caído en el espejismo del reflejo soberanista estatal imposibilita actualmente tener un proyecto de transformación progresista, y además genera algunos monstruos. Hemos visto fenómenos de izquierdas que discursivamente se reclaman internacionalistas pero que proponen recetas y vías nacional soberanistas y a la vez vemos izquierdas que se reclaman del antifascismo pero que operativamente juegan con la equidistancia entre socioliberalismo y neofascismo.

Los sectores tradicionalmente “mainstream” han jugado (con interés táctico) a etiquetar como populista y poner en ese mismo saco de rechazo todo lo que escapaba a su zona de aceptabilidad, mezclando perversamente formaciones opuestas. Ahora también parece que las izquierdas soberanistas de repliegue estatalista están teniendo el mismo reflejo en este caso con el “globalismo neoliberal”, lo que por otra parte acaba anulando la capacidad descriptiva, analítica y de acción política. Es como si todo lo que queda fuera de su espacio fuese neoliberal (sin gradación ni matices) y es como si ninguna propuesta “globalista” de integración de interdependencias pudiese contener elementos de profundización democrática y de la solidaridad. Propuestas y proyectos distantes en el eje izquierda-derecha pueden tener proximidad en el segundo eje (sea por la banda integración o por la banda repliegue) y a la inversa. Lo que es importante tener en cuenta para poder desarrollar determinados planeamientos socio-económicos.

Ampliar áreas democráticas: el reto de nuestro tiempo. Pre-condición para un proyecto de progreso.

Parece claro que relativo a este segundo eje habrá que ir clarificando sus vertientes económica y “cultural” para cualquier propuesta política, y así mismo distinguir cuándo hablamos con el sombrero politológico y cuándo con el “político” (lucha por el enmarcado y acción política).

A su vez parece no tener mucho sentido ni las pulsiones negacionistas del eje  ni aquellas voces que vienen a decir que el nuevo sustituye al “izquierda-derecha”. Así pues se irá imponiendo la necesidad de clarificación y de que las propuestas y proyectos sumen desde la complejidad y complementen ambos ejes.

Hemos ido viendo que la actual impotencia democrática responde en buena parte a qué los fenómenos económicos (productivos, financieros, monetarios) han aumentado de escala así como sus interdependencias y subordinaciones pero no así el área con legitimación democrática ni el área de los mecanismos de compensación. Disponer de un área democrática de escala continental (lógicamente con distintas atribuciones para la UEM y para la UE) es pre-condición necesaria para poder desarrollar los proyectos vinculados a la libertad, igualdad y fraternidad. Por distintas razones. Sólo así se puede: confrontar con la oligarquía financiera y plantear alternativas al neoliberalismo y la austeridad (impuesta o auto-impuesta), superar las competiciones a la baja entre estados en derechos y protecciones, gobernar la transnacionalización de las cadenas productivas, hacer funcional una unión monetaria que garantice progreso compartido y responda a las necesidades del conjunto, y evitar confrontaciones crecientes en base a identidad o estado.

Plantear la propuesta estratégica y la acción política en este segundo eje como la necesidad de ampliar en ámbito territorial la profundización democrática (pasar de área estado-nación a área europea) parece la mejor manera de en el futuro poder dar respuesta a los principales retos de la sociedad y a su vez poder superar las trampas conceptuales y contradicciones de los enmarcados dominantes que vienen.

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