Ricardo Parellada
Atado y mal atado es el título de un libro excelente publicado recientemente por Ignacio Sánchez-Cuenca. El suicidio institucional del franquismo y el surgimiento de la democracia es su subtítulo, que deja claro el tema y el referente del título anterior: la expresión “atado y bien atado” utilizada por Franco en más de una ocasión a propósito de la continuidad del régimen tras su muerte. Con esta nota quiero señalar alguna de las propuestas del libro, recomendar su lectura y aprovechar para hacer un comentario general sobre la relación entre las opiniones corrientes y las tesis científicas.
El libro acota bien desde el principio lo que trata y lo que no trata. No aborda los determinantes económicos o el contexto internacional que sin duda influyeron en la transición, sino la historia política española desde la muerte de Franco en noviembre de 1975 hasta las primeras elecciones democráticas celebradas en junio de 1977, con el momento estelar de la aprobación de la Ley para la Reforma Política en las cortes en noviembre de 1976, exactamente un año después de la muerte de Franco, y su ratificación en referéndum el mes siguiente.
El libro muestra con todo detalle el papel de la presión de la calle, aduciendo datos nuevos cuantitativos y propios sobre las movilizaciones ciudadanas y la represión estatal. Expone los componentes de la reforma política gradual impulsada por el gobierno presidido por Carlos Arias, el protagonismo de Manuel Fraga y la aprobación y el rechazo de las distintas leyes en las distintas instancias como el Consejo Nacional y las Cortes. Muestra las resistencias a las que se enfrentó la reforma de Arias y Fraga y sostiene que no se puede afirmar alegremente que no habría podido salir adelante si el Rey no hubiera forzado la dimisión de Arias a finales de junio de 1976. Analiza con maestría las diferencias entre el gradualismo de la reforma de Arias y Fraga y la simplicidad y la claridad de la Ley para la Reforma Política de Suárez y Fernández-Miranda. Narra la decisiva reunión, el 8 de septiembre de 1976, de Suárez con los altos mandos del Ejército, que dieron su aquiescencia a la LRP. Plantea con claridad la paradoja de que la reforma liberalizadora de Arias y Fraga sufriera más oposición por parte de las élites franquistas que la reforma democratizadora de Suárez y Fernández-Miranda. Y somete a un análisis técnico estadístico preciso el detalle de las votaciones de las distintas leyes de la primera reforma y la LRP, a partir de la identificación exacta de la procedencia, afiliación, idiosincrasia e ideología del tercio de procuradores de las cortes franquistas que, paradójicamente, se opusieron a la reforma de Arias y aprobaron la de Suárez.
A pesar de todas estas cosas y muchas más, de multitud de informaciones y argumentos muy esclarecedores, es de agradecer que el libro formule con claridad la cuestión fundamental que pretende contestar y su respuesta. La pregunta es: ¿por qué aprobaron los procuradores franquistas el 18 de noviembre de 1976 la Ley para la Reforma Política, que desmantelaba el régimen, contradecía su ideología, ponía en peligro sus carreras políticas y daba paso a elecciones libres, máxime cuando habían puesto todo tipo de trabas pocos meses antes a la reforma mucho menos radical de Arias? Y la respuesta es: porque los procuradores más blandos (un tercio de la cámara, los que no se decidieron a votar a favor o en contra con independencia de lo que hicieran los demás, a pesar de carecer de una ideología democrática) querían estar con el resultado ganador y se había generado la expectativa dentro y fuera de la cámara de que la reforma iba a salir adelante. El voto era nominal, se produjo un efecto cascada y quisieron ir con el viento de la historia y escapar al qué dirán.
Ahora bien, ¿para eso hacían falta tantas bases de datos, documentación de la época, análisis estadísticos, argumentos y páginas? ¿No se puede expresar algo así en una charla de café? Desde luego, para enunciar lingüísticamente una idea como esa no hacen falta tantos análisis, datos y argumentos, pero, por costoso que sea, para hacerlo con fundamento sí es necesario. Para localizar el problema, mostrar su relevancia, encuadrar esa respuesta en multitud de cuestiones asociadas, examinar las alternativas, ofrecer propuestas sobre asuntos anejos y concluir la relevancia del planteamiento, su resolución y su justificación como afirmación científica y no como ocurrencia sí hace falta todo eso. Es una de las servidumbres del trabajo intelectual y académico. Naturalmente, las conclusiones y las respuestas suelen ser complejas, no siempre se pueden resumir con claridad y su formulación escueta solo tiene pleno sentido en el marco preparado cuidadosamente con anterioridad. Pero, sin olvidar todo ello, a veces se puede y se debe ofrecer afirmaciones claras. Cuando se puede alcanzar, la claridad de las tesis defendidas es una gran virtud. Y si estas tesis coinciden con opiniones e intuiciones corrientes, tanto mejor, aunque el valor de una opinión sin fundamento sea el mismo que el de la contraria.
Para que nadie piense que la claridad le resta ningún mérito a la propuesta central de este libro, espero que se me permita ilustrar la idea sobre las tesis científicas y las opiniones corrientes con elementos de un terreno intelectual muy diferente y que me resulta un poco más cercano. A mi juicio, hay grandes propuestas filosóficas que se pueden recoger no ya en opiniones de café, sino incluso en perlas manidas de nuestro refranero tradicional. ¿Quiero decir que el mensaje de La crítica de la razón pura, la Fenomenología del espíritu o Ser y tiempo coincide con refranes tradicionales españoles? Ciertamente, no me atrevería a decir que no, aunque a mí no se me ocurre la manera de formular la moraleja de esos libros de forma sencilla. Pero en el caso de otras cumbres del espíritu humano sí me atrevo a afirmarlo. ¿Qué vienen a decir la República de Platón sobre la naturaleza de la justicia o la Teodicea de Leibniz sobre la forma de compatibilizar la bondad y la omnipotencia de Dios con la existencia del mal? Por el perro, que el panteón de los filósofos me perdone, pero yo creo que Platón viene a decir zapatero a tus zapatos y Leibniz que no hay mal que por bien no venga. Cualquiera de nosotros puede decir lo mismo en una cafetería, pero claro, nosotros lo hacemos sin saber lo que decimos, mientras que ellos lo hacen con fundamento. Y, por mucha pereza que nos dé, el fundamento a veces precisa cientos de páginas y es bien difícil de entender.
Además de la historia de las dos reformas y del desenlace final de la LRP, el libro de Sánchez-Cuenca expone las principales negociaciones y leyes alumbradas desde la aprobación de la LRP a finales de 1976 hasta la celebración de las primeras elecciones democráticas en junio de 1977. En contra de lo que se afirma en otros trabajos sobre la transición, Sánchez-Cuenca sostiene que hasta las elecciones de 1977 el gobierno de Suárez no consensuó propiamente sus medidas con la oposición. La oposición era débil y el gobierno se limitó a mantenerla informada desde una posición de superioridad, salvo en el caso de la legalización del partido comunista, en cierta medida forzada por algunos movimientos estratégicos del partido y facilitada sin duda por su gran responsabilidad tras el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha. Los grandes consensos entre el gobierno y las demás fuerzas políticas se dieron después de las elecciones de junio de 1977. Otra afirmación precisa y clara que contradice a infinidad de artículos aparecidos tras el fallecimiento de Suárez que afirman lo contrario sin fundamento.
En suma, para el lector conocedor de la época y de estudios sobre ella, este libro puede ser materia de nueva información y nuevos enfoques. Y para quien no conoce propiamente otros trabajos académicos pero guarda recuerdos personales y posee información general, este libro es muy completo e instructivo sobre la historia política de la transición española desde la muerte de Franco hasta la celebración de las primeras elecciones democráticas.
A mí me sorprendió descubrir días atrás en una librería de mi ciudad -«de provincias»-, este nuevo trabajo de ISC cuando pocas semanas antes había leído reseñas sobre la presentación de su libro «La impotencia democrática». ¿Está el autor en crisis de sobreproducción? ¿Me dará tiempo a leer esta obra que comenta Parellada antes de que saque otra al mercado?
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Al margen del contenido concreto del libro y de sus aportaciones sobre la realidad de la transición y el harakiri de los procuradores, es interesante en el artículo de hoy la diferenciación entre opiniones fundadas (Parellada las llama -quizás en exceso- «científicas») y lo que normalmente llamamos opiniones personales que a lo más que suelen llegar es a ocurrencias y para las que se pide un respeto al que no tienen especial derecho. Por desgracia, el debate político español, y esto no de ahora, está basado en el cruce de ocurrencias y no de propuestas argumentaras. Espero que algún día algún estudioso analice el papel jugado por la prensa en nuestro país en la canalización de la política, que yo sospecho que ha sido fundamental,… aunque esto no deja de ser mi particular ocurrencia.
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Atención, peligro! El audaz John Kerry ha advertido a Putin de que «se le acaba el tiempo» de rectificar, que es otra forma de especular con «líneas rojas» que el ruso no debería traspasar. ¿A qué me suena eso? Creo que Putin, vistos los antecedentes, está temblando.
Donde pongo «canalización» quiero decir «canalización». Aunque, pensando mal, lo de canalización también tendría un cierto sentido.
Joder con el corrector de texto: quiero decir Banalización, coño.
Qué mala leche tiene Baraña… 🙂
Muy buen artículo, muy interesante. Lo malo es que se carga el libro de ISC porque a) avanza la respuesta y b) lo describe como un compendio de detalles minuciosos sobre las posiciones de personajes cuando menos mediocres si no directamente tétricos 🙂
Parellada escribe: «¿por qué aprobaron los procuradores franquistas el 18 de noviembre de 1976 la Ley para la Reforma Política, que desmantelaba el régimen, contradecía su ideología, ponía en peligro sus carreras políticas y daba paso a elecciones libres, máxime cuando habían puesto todo tipo de trabas pocos meses antes a la reforma mucho menos radical de Arias?».
Nos hemos preguntado todos sobre este tema del harakiri de las cotres franquistas. Yo apunto una de las causas: Eran casi todos mayores de 60 años, sus carreras políticas ya estaban terminadas, habían conseguido llegar a un puesto lleno de honores y muy bien remunerado y con una PENSIÓN asegurada. Todo ellos excepto los tipo Girón, Arias o Blas Piñar miraban a los paises europeos con envidia, con complejo de tercermundismo, sus hijos les preguntaban porqué teniamos censura de prensa, de películas, de manifestaciones, las contestaciones sobre la necesidad del golpe militar del 36 ya no eran creibles.
Y la destitución de Arias fue fundamental. En efecto, muerto Franco, Arias encarnaba la continuación del Atado y Bien Atado, es decir, del inmovilismo. Pero, su destitución fue tan gorda en efectos como la muerte de Carrero Blanco. Por eso, los diputados que unos meses antes votaban en contra, una vez desaparecido el espectro del totalitarismo franquista, votaron a favor de su harakiri.
Para quien no quiera comulgar con las ruedas de molino que la prensa española nos quiere hacer tragar a propósito de las imposibles conversaciones de paz israelo-palestinas (un ejemplo, el infame editorial de hoy en El País), aquí dejo un excelente artículo publicado en Haaretz por Ari Shavit (un buen tipo que en una época representó al mejor pensamiento de la izquierda israelí, antes de que esta se desplomara.
ESPERANDO AL GODOT PALESTINO
«Hay algunos momentos que un periodista nunca olvidará. A principios de 1997, Yossi Beilin decidió confiar en mí y me mostró el documento que probaba que la paz estaba al alcance. Ese por aquel entonces destacado y creativo político del movimiento laborista, abrió su caja fuerte, sacó una pila de páginas impresas, y las puso sobre la mesa como haría un jugador de poker con una mano ganadora.
Los rumores ya eran moneda corriente sobre un acuerdo Beilin-Abu Mazen(Abbas), pero sólo unos pocos tuvieron la oportunidad de ver el documento con sus propios ojos o al menos tenerlo entre sus manos. Yo fui uno de esos pocos. Con la boca abierta, leí el resumen completo de dicho documento para un acuerdo de paz que habían formulado 18 meses antes dos brillantes campeones de la paz, uno israelí y el otro palestino. El documento no dejaba nada al azar: Mahmoud Abbas está dispuesto a firmar un acuerdo permanente. El refugiado de Safed había superado los fantasmas y las ideas del pasado, y estaba dispuesto a construir un futuro conjunto palestino-israelí sobre la base de la convivencia. Si nosotros solamente evitábamos el pulgar hacia bajo del Likud, y echábamos a Benjamin Netanyahu de la oficina presidencial, Abbas se uniría a nosotros, e iría de nuestra mano para caminar hacia la solución de dos estados.
Abbas era un socio serio para una paz verdadera, el único con el que podríamos hacer un avance histórico hacia la reconciliación.
Así lo entendimos. He hicimos lo que era necesario. En 1999, derrocamos al Likud y a Netanyahu. En 2000, fuimos a la cumbre de paz en Camp David. !Pero menuda sorpresa!: Abbas no llevó el plan Beilin-Abu Mazen a Camp David, o cualquier otro proyecto de una propuesta de paz. Lo contrario fue más bien lo cierto: Abbas fue uno de los más acérrimos objetores, y su demanda de un derecho al retorno impidió cualquier avance.
Pero preferimos creer que él no podía hacerlo tan rápidamente.
Durante el otoño de 2003, ya se estaba formulando el Acuerdo de Ginebra, y estaba claro para nosotros que no había más excusas, y que ahora Abbas debía firmar el nuevo acuerdo de paz y la adopción de sus principios. !Pero menuda sorpresa!: Abu Mazen envió a Yasser Abed Rabbo (un ex ministro de la Autoridad Palestina) en su lugar, mientras él permanecía en su cómoda oficina de Ramallah. No hubo ninguna firma, y no hubo ningún acuerdo.
Pero personas tan firmes como nosotros no podíamos darnos por vencidos en nuestros sueños. Así pues, en 2008, estuvimos detrás de Ehud Olmert y de las maratonianas conversaciones que mantuvo con Abbas, y es que esa oferta no podía ser rechazada. !Pero menuda sorpresa!: Abu Mazen en realidad no se negó, simplemente desapareció. Él no dijo que sí, tampoco dijo que no, simplemente desapareció sin dejar rastro.
¿Acaso no empezamos a entender que estábamos ante el Yitzhak Shamir palestino? No, no y no. En el verano de 2009, nosotros incluso apoyamos a Netanyahu cuando hizo sus propuestas a Abbas en su discurso de Bar-Ilan, y congeló la construcción en los asentamientos. !Pero menuda sorpresa!: éste sofisticado objetor no parpadeó, ni se movió adelante. Sencillamente se negó a bailar el tango de la paz, ese que deben bailarlo dos, con el líder derechista israelí.
¿Hemos abierto los ojos? Por supuesto que no. Una vez más, culpamos a Netanyahu y al Likud, y hoy en el 2014, y pese a todo lo anterior, creímos que Abu Mazen no se atrevería a decirle que no a John Kerry. !Pero menuda sorpresa!: a su manera sofisticada y educada, Abbas ha dicho que no en los últimos meses tanto a Kerry como a Barack Obama. Una vez más, la posición del presidente palestino era clara y consistente: los palestinos no deben ser obligados a hacer concesiones. Sin duda se trata de un juego complicado que se basa en exprimir más y más los compromisos que deben realizar los israelíes, sin que los palestinos tengan que conceder ni un solo y real compromiso por su parte.
Miren, veinte años de conversaciones infructuosas no han conducido a nada. No existe ningún documento que contenga algún tipo de concesión palestina real con la firma de Abbas. Ninguno. Nunca lo hubo y nunca lo habrá. Durante los 17 años que han transcurrido desde que Beilin sacó ese documento de su caja fuerte, él se ha divorciado, se ha vuelto a casar y ha tenido nietos. Yo también me he divorciado, me vuelto a casar, y traje más hijos al mundo. Pasa el tiempo y la experiencia que hemos acumulado nos ha enseñado tanto a Beilin como a mí un par de cosas.
Pero muchos otros no han aprendido nada. Todavía están permitiendo que Abbas les engañe como a bobos mientras sigan esperando al Godot palestino, ese que nunca vendrá.»