4 comentarios en “Barra libre

  1. Otro punto de vista.

    (Antonio Elorza .El Correo 27.05)

    « LA BATALLA DE CARACAS

    Rompió el fuego José Luis Rodríguez Zapatero, con un extraño viaje de ‘mediación’ a Caracas, en calidad de miembro de una no menos extraña ‘Comisión de la Verdad’ formada con otros dos personajes por iniciativa del presidente Maduro. Ante todo, a la vista de cuanto está ocurriendo, y que Zapatero debería conocer, integrarse en una comisión de ese nombre por iniciativa oficial chavista solo se justifica si tenía fundadas esperanzas de lograr algo en cuanto a respeto de la democracia en Venezuela, así como de los derechos humanos, sistemáticamente conculcados desde la presidencia del país a favor de un estado de emergencia. No tiene mucho sentido hablar de ‘diálogo’ cuando uno actúa como dictador y los opositores tienen que sufrir el aplastamiento de sus derechos y de sus aspiraciones, incluso si estas se inscriben, como el revocatorio, en el texto de la Constitución chavista.

    A Venezuela le hace toda la falta del mundo que exista diálogo entre Gobierno y oposición, pero la premisa para ello no puede ser otra que el respeto de los derechos civiles y de las instituciones democráticas, tanto en cuanto a las facultades de la Asamblea, coartadas desde un Tribunal Supremo de Justicia que rechaza explícitamente desde 2009 la división de poderes, como el respeto a las personas de los líderes opositores. Tal como están las cosas, por voluntad de Maduro, proponerle diálogo tendrá el mismo éxito que habérselo propuesto a cualquiera de los más cerriles dictadores del pasado siglo. Conclusión: la visita, con los otros dos acompañantes de la Comisión en paradero desconocido, solo sirvió para un momento de legitimación de Maduro al fotografiarse con el expresidente de una democracia. Penoso.

    Una vez abierta la veda de la visita a Caracas, Albert Rivera la ha aprovechado para darse un baño de democracia en un país donde la misma está siendo suprimida. Es curioso que nuestra izquierda reaccionaria, de Podemos e IU, ha condenado apasionadamente esa injerencia en los asuntos internos de otro país, lo cual prueba hasta qué punto sus juicios siguen a sus intereses sin preocuparse de la realidad: la solidaridad en el pasado de la URSS con la democracia española contra Franco fue positiva; ahora la de los demócratas españoles, sean de derecha o de izquierda, contra el dictador Maduro, resulta condenable. El tema visiblemente les molesta, y por eso se han refugiado en una táctica defensiva, la habitual en el discurso de tradición soviética que Monedero e Iglesias conocen bien, consistente en rehuir por un lado la discusión abierta, donde tendrían que retratarse con su visión de la Venezuela en ruinas de hoy, y por otro entrar boxísticamente en ‘clinch’ para desde ahí aplicar el máximo de golpes bajos al adversario que critica a sus amigos de Caracas. Por lo demás, a la vista de los malabarismos exhibidos por Podemos para ni siquiera pedir la libertad de los presos políticos, todo queda tristemente claro. Guste o no este político, Rivera tiene aquí toda la razón.

    En defitiva, si tenemos en cuenta que Iglesias se dice politólogo, ¿cómo hay que valorar su afirmación de que todo se reduce a un enfrentamiento entre Legislativo y Ejecutivo? Y qué decir de la alusión difamatoria a Rivera al aplicarle una lectura del principio de Arquímedes por su defensa de la democracia en Venezuela, con el inevitable Ibex incluido. Es el grado cero de la imaginación política. Entre tanto, Monedero calla, cuando seguramente tendría ganas de saltarles al cuello a los críticos, como hizo antes desde ‘Público’ al justificar la prisión de Leopoldo López.

    A mi juicio, Chávez, como Fidel, fue un político populista, bien intencionado en el propósito de mejorar las condiciones de vida populares, y no solo en Venezuela (caso de la ayuda a Cuba), pero que jugó desde un principio con una subversión desde el interior de las instituciones democráticas para garantizar la propia perpetuación en el poder, apoyado en las movilizaciones de masas (masas subvencionadas). Y que nunca entendió de una gestión económica racional. Así, el balance del chavismo ha sido un desastre económico para el propio pueblo venezolano y una degradación creciente de la vida democrática por su sucesor, hasta llegar al borde de la dictadura plena o de la guerra civil. La negativa por Maduro a aceptar la voz del pueblo, expresada en las últimas elecciones a la Asamblea, y la voluntad de seguir machacando a los opositores, es algo que debiera afectar a la sensibilidad de todo demócrata, incluso a quienes como el grupo dirigente de Podemos colaboraron y recibieron sustanciales ayudas de Chávez.

    Podemos clama contra quienes le asocian con el chavismo. Pero esto es inevitable y necesario, ya que la táctica de conjugar populismo en economía, marketing permanente desde los medios, búsqueda de destrucción del rival político y culto a la personalidad del líder, auténtica seña de identidad de Podemos, entronca con su participación y aprendizaje en el régimen de Chávez. ¿Por qué se esconden? Ante la mezcla de voluntad evasiva y complicidad de fondo, cabe suponer que existe un hilo rojo que enlaza ambas situaciones. Algo nada irrelevante, pues implica una comunidad de objetivos, en cuanto a alterar la democracia representativa para vaciarla de contenido. ¿Resultado previsible? Un régimen autoritario, cargado de populismo y sometido a las decisiones de un jefe.

    Por fin, una exigencia: poner las cartas sobre la mesa y explicar qué hicieron allí -sobre todo Monedero-, qué privilegios alcanzaron y cómo describirían ese régimen entonces y ahora. A calzón quitado, como dicen en México. En su curso, Monedero proponía una «política para gente decente». Callarse aquí es indecencia. Aunque posiblemente a la masa de sus seguidores, como a los de pasados movimientos de similares características, eso no les importa.»

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