5 comentarios en “Barra libre

  1. Les cuelgo este artículo del catedrático de Literatura en la Universidad de Toulouse-Jean Jaurés, Javier Pérez Bazo, publicado ayer en Infolibre:

    Honores franceses a Rodríguez Zapatero
    Contrariamente a nuestro país, Francia celebra el reconocimiento público de sus ciudadanos de mérito relevante y los acomoda en el pedestal de su grandeza. Es una nación agradecida con lo sobresaliente. En cambio España, poco presumida de lo suyo, cicatera en gratitudes, suele mostrarse groseramente maniquea con ella misma. A quienes ayer veneró por su merecimiento o valía, ahora fagocita o empuja al olvido. Como si se empeñara en esculpir a fuerza de cincel y maza la estulticia. En el hoy desprestigiado ámbito de la práctica política el caso es especialmente singular.

    Valga recordar la aburridísima matraca de atribuir todos los males del mundo, incluidas las bíblicas diez plagas, al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Escarneciendo su nombre, reprobando la «herencia» del PSOE, se pretende hacer tabla rasa de los avances sociales logrados durante su primera legislatura, algunos tenidos en ámbitos internacionales por paradigmáticos y de referencia ineludible de avance y bienestar social. Fácil resulta identificar en el coro de esa tabarra a la derecha gubernamental, cada vez más montaraz, a la derecha mediática y a los tertulianos ad hoc del circo radiofónico y televisivo cotidiano, sin olvidar, por supuesto, los lemas demagógicos (u)tópicos de Podemos.

    Frente a estas licencias del escarnio, parece significativo como contraste el hecho de que fuera del país se reconozcan a Zapatero sus aciertos al timón de las reformas socialistas. Lo hace en este principio de año la Universidad francesa de Toulouse al nombrarle doctor honoris causa. La candidatura a la excepcional distinción académica la justifica y avala su defensa de los derechos cívicos y sociales y de los valores que comparte la comunidad universitaria. Sucede en tal distinción en la universidad tolosana a Rafael Alberti, Felipe González, Francisco Ayala, Carlos Saura, Gregorio Peces Barba o Jaume Bosch. La programada visita de Zapatero a la localidad cercana de Montauban, a la tumba de Manuel Azaña y a la de Felipe Gómez-Pallete, quien fuera doctor personal del Presidente de la Segunda República y se suicidara antes de traicionar su promesa de lealtad, parece tan testimonial como simbólica. Hay citas ineludibles.

    No es la primera vez que Francia concede honores al socialista Rodríguez Zapatero; lo hizo recibiéndole en sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional en marzo de 2005. Eran tiempos aún próximos de la retirada de las tropas españolas de Irak, del talante presidencial y del entusiasmo del PSOE; un año antes lo habían aclamado en Toulouse los socialistas franceses en un mitin por la Europa social previo a las elecciones europeas y volvió, asimismo a la ciudad rosa, en abril de 2007 para apoyar a Ségolène Royal, la «Zapatera», en su campaña a la presidencia de la República. Eran tiempos en los que Zapatero era profeta en su tierra.

    Hasta que se agudizó la crisis económica, cuya dimensión no se quiso ver a tiempo y que condujo al descrédito del gobierno y a la derrota socialista. Con ello quedó estatuida, por añadidura, la coartada del Partido Popular: la «herencia de Zapatero» como perversa y única causa del paro, de la salvaje desigualdad social, de la amputación de los servicios públicos, de la pobreza galopante, de los inevitables hachazos a la educación y a la cultura, de todo lo pésimo habido y por haber, del hambre.

    Aún habiéndose imputado grandes errores a Zapatero por haber refutado la crisis y por tratar de aliviarla luego sin acierto ni fortuna, convendría reconocer su parte alícuota en el final del terrorismo etarra, en las leyes que fueron un modelo para Europa, todas ellas con el hilo conductor de la igualdad y de la justicia en un tiempo de rectificación histórica (contra la violencia de género, de la igualdad entre hombres y mujeres, de dependencia, de regulación de inmigrantes, del matrimonio homosexual, de la memoria histórica, de interrupción voluntaria del embarazo…) y en otras medidas de amplio consenso que dieron solidez a los pilares del bienestar social. Subrayemos además, tras los recientes asesinatos terroristas de París, la pertinencia del Consejo de Religiones por la Paz, de la Alianza de civilizaciones creada por iniciativa española y turca en 2005. Por todo ello, la universidad francesa inviste a Zapatero con su máxima distinción y, por ende, a la España trabajadora de su tiempo.

    Precisamente ahora, cuando el actual gobierno emprende el último tramo de la legislatura habiendo dejado sin recorrido ese amplio corpus legislativo socialista. Precisamente ahora, cuando cabe imaginar la heredad que se avecina, amasada al dictado doctrinal y mediante el engaño de la supuesta necesidad de los recortes y del cumplimiento del déficit como exigencia ineludible, a costa de los derechos ciudadanos y la justicia social. ¡Puro y duro credo ideológico! De momento, ya estamos hipotecados no sólo debido a la lacra del paro y de la precariedad laboral, también por las consecuencias irreversibles de desahucios a granel, por el abandono de una juventud desatendida, por mermas a la libertad de expresión y de manifestación, por el ultraje a las personas dependientes, por la indefensión que provocan las tasas judiciales, por el quebranto de la laicidad en las escuelas y el mayor opusdeismo institucional, por el latrocinio impune…

    El gobierno de un partido financiado ilegalmente para ganar elecciones y que controla groseramente los medios más importantes, condena el aborto, pero deja morir por cirrosis hepática; esquilma la sanidad, pero despilfarra en dispendios, prebendas y administraciones sobrantes; niega el pan a la cultura, pero es manirroto en la acción exterior… Son los mismos que crucifican a Rodríguez Zapatero, aunque su herencia, distinguida ahora por la universidad tolosana, hace tiempo que dio paso a otra inmisericorde y ruin. La ideología reaccionaria se ha instalado sin complejos en la desvergüenza o, lo que es peor, en la impunidad.

  2. Aquí les dejo el discurso leído por el Presidente Zapatero en la ceremonia de investidura del Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Toulouse.
    Su lectura fue seguida por una ovación cerrada de varios minutos por un público, que llenaba el Aula Magna de la Universidad, puesto en pie.

    DISCURSO DEL PRESIDENTE RODRÍGUEZ ZAPATERO
    DOCTORADO HONORIS CAUSA
    UNIVERSIDAD CAPITOLE DE TOULOUSE
    Toulouse, 15 de Enero de 2015

    Estimado Sr. Rector de la Universidad de Toulouse, estimado Sr.
    Decano de la Facultad de Derecho, estimada Sra. Rectora de la
    Academia de Toulouse, querido Cónsul, estimado catedrático Sr.
    Bennassar, estimados profesores, estudiantes, apreciados
    compatriotas,
    Mis primeras palabras vienen dictadas por el afecto y la gratitud.
    El afecto que siento por este país. Un afecto derivado no solo de
    nuestro carácter de países vecinos, de nuestras influencias
    recíprocas, de nuestro afán común europeo. Este afecto se
    convierte, además, en admiración por la patria de los derechos y
    las libertades.
    Porque la mejor forma, la más auténtica de comprender el
    significado y la sustancia de palabras como “derechos”,
    “ciudadanía”, “libertad”, “igualdad”, “fraternidad”…, es recordarlas
    en su idioma original: droits, citoyenneté, liberté, egalité,
    fraternité…, son los conceptos que forjan los procesos de
    liberación en la historia. Conceptos vivos, quizá eternos, cada vez
    más universales, y que son franceses, son suyos.
    … Siempre he entendido la “grandeur” como el fruto de ese
    legado.
    El afecto se intensifica al ser la Universidad de Toulouse la que
    me otorga el reconocimiento de este Honoris Causa. Porque esta
    Universidad y esta ciudad evocan en mi país la amistad, la
    solidaridad, la cercanía, la emoción.
    … La emoción de la historia. La historia del exilio. Toulouse.
    Toulouse, la ciudad más española de Francia. Toulouse ciudad de
    acogida, solidaria.
    … Veinte mil españoles llegaron aquí huyendo del fascismo,
    refugiados, transterrados, exiliados.
    Maria Zambrano, nuestra mejor filósofa, exiliada, escribió:
    “El exiliado, ese ser devorado por la historia, esa historia cruenta,
    ese desconocido. Ese ser que no tiene lugar en el mundo, ni
    geográfico, ni político, ni social, ni antológico. Creo que el exilio
    es una dimensión de la vida humana, pero al decirlo me quemo
    los labios porque yo quería que no volviese a haber nunca más
    exiliados”.
    Sí, todavía la memoria nos quema los labios, por las injusticias,
    por los olvidos, por las identidades perdidas…
    A Toulouse le rindo homenaje por su acogida, por su solidaridad,
    por preservar la memoria en sus plazas y en sus calles, en el
    espíritu de la ciudad, en la historia de España.
    Y a los exiliados, a los que lucharon por sobrevivir y porque
    sobrevivieran los ideales de la libertad en España, los quiero
    recordar hoy aquí.
    Socialistas, comunistas, anarquistas y otros mantuvieron viva la fe
    en la democracia para España. Se comprometieron, se
    organizaron, militaron… nada de la historia del PSOE se entiende
    sin Toulouse, puente entre la tragedia y la esperanza, entre la
    noche oscura y el retorno de la democracia. Un retorno sin
    regreso para muchos.
    Hoy reconozco con palabras este esfuerzo por desterrar la
    desmemoria. El 26 de diciembre de 2007 ya tratamos de hacerlo
    con la promulgación en el Parlamento de España de la Ley “de
    reconocimiento y ampliación de derechos en favor de quienes
    padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la
    dictadura”.
    Ese texto legal dice en su preámbulo:
    “Es la hora, así, de que la democracia española y las
    generaciones vivas que hoy disfrutan de ella honren y recuperen
    para siempre a todos los que directamente padecieron las
    injusticias y agravios producidos, por unos u otros motivos
    políticos o ideológicos o de creencias religiosas, en aquellos
    dolorosos períodos de nuestra historia. Desde luego, a quienes,
    perdieron la vida. Con ellos, a sus familias. También a quienes
    perdieron la libertad, al padecer prisión, deportación, confiscación
    de sus bienes, trabajos forzosos o internamientos en campos de
    concentración dentro o fuera de nuestras fronteras. También, en
    fin, a quienes perdieron la patria al ser empujados a un largo,
    desgarrador y, en tantos casos, irreversible exilio.”
    La Ley estableció el derecho a la memoria personal , que incluía el
    de obtener una declaración personal de contenido rehabilitador y
    reparador.
    Y, entre otros derechos, la Ley reconoció la posibilidad de adqui rir
    la nacionalidad española a los nietos de quienes hubiesen sido
    originariamente españoles. A los emigrantes españoles, lo que
    incluía muy en particular a los descendientes de quienes
    perdieron la nacionalidad española por el exilio a consecuencia de
    la Guerra Civil o la Dictadura.
    Pero mi afecto se extiende de manera muy especial a esta
    prestigiosa Universidad de Toulouse, auténtico centro del
    hispanismo galo. Podrían ser muchos los nombres a citar.
    Recordaré a Ernest Merimée, que fue titular de la primera Cátedra de lengua
    y literatura española en Francia, creada en la
    Universidad de Toulouse en 1886; y a Alain Guy, filósofo que
    durante veinte años realizó una tarea colectiva que produjo diez
    libros colectivos sobre España, dos de los cuales tienen como eje
    central a las mujeres.
    … Sí, las razones de mis afectos y de mi reconocimiento a su país
    componen una larga e intensa lista.
    Permítanme ahora que desde esta noble tribuna, exprese mi
    reconocimiento, a la vez que honda gratitud, a Francia, a sus
    gobiernos, a su pueblo por el apoyo que recibimos para poner fin
    en España a la última gran herida sangrante que mi país padeció
    durante décadas: el terrorismo.
    Como saben, tras más de 800 asesinatos, tan injustos como
    inútiles, en octubre de 2011, ETA anuncio el fin de la violencia.
    Sin Francia no hubiese sido posible este final. Hoy quiero recordar
    a la última víctima de ETA, un ciudadano francés, el gendarme
    Jean Serve Nerine, asesinado el 16 de marzo de 2010.
    El día que ETA anunció el fin de la violencia afirmé que la nuestra
    sería una democracia sin terrorismo, pero no una democracia sin
    memoria.
    La última ley de mi mandato fue, precisamente, la Ley de
    reconocimiento y protección integral a las víctimas del terrorismo.
    Fue, es también, una ley de derechos.
    El mayor riesgo de una victoria de los terroristas se produce
    cuando para luchar contra el terror la democracia traiciona su
    propia esencia. Sólo con la legalidad, la democracia y la política
    somos más fuertes y ellos más débiles.
    Acabamos de celebrar los 25 años de la caída del Muro de Berlín.
    Debemos impedir que el odio levante un nuevo muro. Debemos
    empeñarnos en el entendimiento entre civilizaciones.
    Y podemos esperar una contribución activa de las confesiones
    religiosas en un mensaje común de paz y no violencia como algo
    inherente a todas las religiones. Por ello, propuse al Secretario
    General de las Naciones Unidas, en noviembre de 2014, la
    creación de un Consejo de Religiones por la Paz como parte de la
    Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas.
    Europa es para todos. Para todos los credos y culturas. Solo no
    caben en ella los que amenazan, matan y no respetan los valores
    democráticos.
    Hace una semana el terror golpeó salvajemente París. Un terror
    cruel y fanático que trajo la muerte y el dolor.
    … También intentaron matar la libertad de expresión. Pero la
    libertad es el fundamento de la República. Y los que niegan la
    libertad desconocen la fuerza de los ideales democráticos.
    Los españoles sentimos muy cerca al pueblo francés cuando
    sufrimos el horror del terror: estos días somos nosotros los que
    nos sentimos muy cerca del pueblo francés. A los demócratas el
    embate del terrorismo nos une, a los demócratas el terrorismo nos
    reafirma en los valores de la convivencia.
    Porque matar por una idea es solo matar, matar por una religión
    es solo matar. No hay razón en la violencia. No hay política en el
    terrorismo. Solo hay terror, voluntad de someter, de negar la vida,
    de negar la libertad.
    … Mi recuerdo emocionado, mi solidaridad con Charlie Hebdo y
    con todas las víctimas.
    Señoras y señores,
    La no violencia, la paz en España, le debe mucho a Francia. Es
    necesario subrayarlo porque si hay un ideal europeo que ha engendrado
    valores es el de la convivencia, el de la paz y la no
    violencia.
    Esta Europa a veces frágil, debe reivindicar su compromiso con la
    Paz. Debe reivindicar su compromiso contra la pena de muerte.
    Porque nos hace sentirnos orgullosos de que seamos un
    continente libre de la pena de muerte que, como dijo Victor Hugo,
    es signo peculiar de la barbarie.
    Y, como los derechos humanos, la paz es una causa universal.
    Por ello, no podemos permanecer impasibles ante el terror en
    Oriente Medio, en Irak, en Siria, en Nigeria…
    La paz no admite la fatiga, ni la pasividad, ni aún menos la
    resignación.
    La paz, la convivencia, es el resultado de la libertad, y la libertad
    no cabe en el fanatismo, no cabe en el dogmatismo, ni ideológico,
    ni religioso, ni nacionalista. La verdad más útil está en la libertad.
    Y la libertad sólo habita en el pluralismo.
    Como afirmó Voltaire: “A menos dogmas, menos disputas; y a
    menos disputas, menos desgracias”.
    Nuestras ideas, nuestra fe, nuestro origen, nuestro color de piel,
    nuestro sexo, nuestra orientación sexual son expresión de la
    diversidad; es abundancia, es riqueza.
    El rechazo al otro, el odio, la venganza, la imposición de un credo,
    atentan contra cualquier visión del hombre y de la existencia.
    La historia está llena de montañas de mentiras contra las
    minorías, contra los diferentes, contra los inmigrantes.
    Pierre Rosanvallon, en su obra “La sociedad de los iguales”, nos
    ha recordado cómo se expresaba en el verano de 1789 Rabaut
    Saint-Étienne en “Idées sur les bases de toute constitution”:
    “Se establece como principio en la formación de la sociedad –
    decía Saint-Étienne- que todos los hombres que la integran son
    iguales. Eso no quiere decir que sean todos iguales en tamaño,
    en talento, en actividad, en riquezas, cosa que sería absurdo; sino
    que son iguales en libertad”.
    La sociedad de los iguales remite, dice Rosanvallon, a un tipo de
    sociedad en la que nada está sometido a la voluntad de otro. Ser
    autónomo es inventar la vida.
    Pocos años antes, en 1786, los representantes del Estado de
    Pensilvania habían declarado solemnemente que “un régimen
    democrático como el nuestro no admite ninguna superioridad”.
    Ninguna superioridad, ninguna privación a los seres humanos de
    su dignidad: ése es el ideal igualitario de la libertad.
    Y la negación más desgarradora de la autonomía de la dignidad,
    es la esclavitud, todas las formas de esclavitud o de dominación.
    Siempre he tratado de hacer de la igualdad entre hombres y
    mujeres la causa más profunda en mi acción política, la que no
    dejase ningún ángulo sin tocar, ningún resquicio sin combatir.
    Porque la discriminación que sufren las mujeres es la más antigua
    en el tiempo, la que más formas reviste, desde la brutal violencia
    hasta el paternalismo. Y es la discriminación más primaria porque
    a ella siempre se añaden el resto de las discriminaciones.
    La rectificación más importante de la historia es la igualdad de
    derechos de género. Allí donde crecen los derechos de las
    mujeres se afianza la libertad, se refuerza la cooperación y se
    extiende la solidaridad.
    Y si hay una negación radical primaria de la libertad de las
    mujeres, la más odiosa e insoportable, es la que surge de la
    violencia, de la coacción e intimidación que se ejerce por los
    hombres sobre ellas.
    Por ello, no les extrañará que la primera Ley que promoviera
    como Presidente del Gobierno fuera la Ley integral contra la
    violencia de género, de la que se acaban de cumplir diez años, y
    que ha servido y sirve de referencia en otros países.
    La ley trató de establecer, ante todo, que la violencia hacia las
    mujeres no es un problema doméstico, privado, sino un problema
    público; que la violencia lo es por razones de género, que es
    necesario establecer penas agravadas, que incluyan la violencia
    física o psicológica, las amenazas y las coacciones.
    La Ley-y esto es decisivo para el cumplimiento de sus objetivoscreó
    un sistema institucional concebido como servicio público: con
    órdenes de protección, con juzgados específicos, con policías
    especializados, con ayudas económicas a las víctimas…
    El machismo criminal es una lacra insoportable. Una vergüenza
    para los hombres. Una de cada cuatro mujeres en el mundo sufre
    violencia de género. Es una cifra terrible.
    ONU Mujeres, el World Future Council y la Unión
    Interparlamentaria, en su última edición de los premios Políticas
    de Futuro, reconocieron a la Ley española de 2005 como una de
    las más importantes y eficaces normas a nivel mundial para
    erradicar la violencia sexista. También lo ha hecho la Agencia de
    Derechos Fundamentales de la Unión Europea en un informe
    hecho público en marzo de 2013. Permítanme que les exprese
    nuestra satisfacción por ello.
    Diez años después de la Ley, se plantea su revisión. Pienso que
    hay que evaluar sus resultados y su aplicación. El debate será,
    sin duda, útil.
    El avance ha sido trascendental, pero como el camino se inició
    tan tarde, nos queda por delante una prolongada tarea.
    No tendremos sociedades decentes y dignas hasta que
    convirtamos en absolutamente excepcional la violencia hacia las
    mujeres.
    No tendremos democracias ejemplares hasta que nadie nunca
    más tenga que escribir sentencias como la de la escritora
    canadiense, Margaret Atwood:
    “Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos.
    Las mujeres tienen miedo de que los hombres las asesinen”.
    La violencia es la manifestación más primaria y más insoportable
    de la desigualdad de las mujeres, pero el terreno de la
    desigualdad es ancho y profundo. Está en la educación, en el
    trabajo, en el salario, en la conciliación de la vida familiar, en la
    empresa, en la política, en el deporte…
    No es necesario aportar cifras. Están al alcance de todos, están
    en todos los ámbitos sociales y privados.
    Por ello, también decidimos elaborar una Ley general para la
    Igualdad efectiva entre Mujeres y Hombres, que incidiera sobre
    todo el ordenamiento jurídico afectando al ámbito laboral, civil,
    mercantil, electoral, administrativo, procesal…
    Se activó un arsenal de instrumentos jurídicos en favor de la
    igualdad: acciones positivas, sanciones, cauces de protección
    jurisdiccional, nuevos derechos laborales en el campo de la
    maternidad… se instauró el permiso de paternidad, se llevaron a
    cabo acciones en el ámbito de la educación y la salud, en la
    cultura y el deporte; y, por supuesto, en la participación política,
    en las instituciones, en las empresas… y también en la
    Universidad, en la carrera judicial, en los medios de
    comunicación, en la sociedad de la información…
    Esta Ley supuso un importante avance en la conciencia colectiva
    de nuestro país y contribuyó a que España haya figurado, hasta
    2011, entre los doces países que tienen mejores condiciones para
    los derechos de las mujeres, según el Foro Económico Mundial.
    En los últimos años sufrimos un retroceso como consecuencia de
    la crisis en el desempleo y en el mercado de trabajo. Y es que,
    posiblemente, la desigualdad más difícil de combatir, donde hay
    que centrar más esfuerzos, sea la desigualdad salarial: una mujer
    necesita trabajar 84 días más al año para tener el mismo salario
    que un hombre.
    Son tantas las discriminaciones, tantas las barreras, que la tarea
    es ingente.
    Y es muy alentador comprobar cómo España y Francia coinciden
    en sus leyes de derechos y libertades puestas en pie en los
    últimos años. Y, específicamente, deseo citar su Ley Marco para
    la Igualdad entre hombres y mujeres de 4 de agosto de 2014.
    En esta relación de leyes en defensa de la libertad de las mujeres,
    he de hacer referencia también a la Ley española de garantías de
    los derechos fundamentales en el ámbito de la salud sexual y
    reproductiva, de 2010, que introdujo la interrupción voluntaria del
    embarazo sometida a plazos y que regula las políticas públicas en
    materia de información y educación sexual, sanitaria y educativa.
    Aun con el escaso tiempo de vigencia de la ley, cabe subrayar
    que el número de abortos ha descendido en España. La Ley ha
    terminado disfrutando de un amplio consenso social y considero
    que representa un paso decisivo en la autonomía y libertad de las
    mujeres, y también en la seguridad sanitaria y jurídica ante el difícil
    trance que supone interrumpir voluntariamente un
    embarazo.
    Señores y señoras,
    Estamos en un tiempo histórico en el que, afortunadamente, ya no
    son solo los hombres los que escriben la historia y las leyes.
    Qué sabiduría la de Christine de Pisan cuando afirmó:
    “… pero si las mujeres hubieran escrito los libros, estoy segura de
    que lo habrían hecho de otra forma porque ellas saben que se las
    acusa en falso”.
    Permítanme que me detenga en Christine de Pisan que, como
    saben, vivió a caballo de los siglos XIV y XV y que es considerada
    como la primera escritora profesional de la historia. Simone de
    Beauvoir dijo de ella que es “la primera vez que vemos a una
    mujer tomar la pluma en defensa de su sexo”.
    Y recordemos también, cómo no, a Olympe de Gouges, la
    creadora de la primera declaración de derechos de la mujer, lo
    que le costó la guillotina.
    ¡Qué injusta y prolongada ha sido la noche oscura de la historia
    para las mujeres!
    Aun hoy solo el 25% de los libros que se publican son por
    mujeres; solo el 12% de los libros de texto son de mujeres; solo el
    19% de los premios literarios son para mujeres y solo son objeto
    las mujeres del 9% de las antologías literarias… ¡cuando las
    mujeres leen más que los hombres!
    La propia Christine de Pisan dejó escrito que “él más grande es
    aquel, aquella, que tiene mayores méritos; la excelencia o la
    inferioridad de las gentes no residen en su cuerpo según el sexo,
    sino en la perfección de sus costumbres y virtudes”.
    En efecto, ni en su cuerpo según el sexo… ni en su orientación
    sexual, debemos añadir.
    El 30 de junio de 2005, el Parlamento de España aprobaba una
    reforma de nuestro Código Civil de estirpe napoleónica. Fueron
    sólo 19 palabras, que bastaron para hacer legal el matrimonio
    homosexual. No es fácil ser testigo de cómo unas pocas palabras
    pueden hacer felices a tantos miles de compatriotas. En eso
    radica la fuerza de los derechos, la grandeza de la libertad y la
    superioridad del ideal de la igualdad.
    Y es que los homosexuales habían sido durante mucho tiempo
    humillados, sus derechos ignorados, su dignidad ofendida, su
    identidad negada y su libertad reprimida.
    Desde la aprobación de la ley española, se han sumado otros 14
    países, cifra que, sin duda, se incrementará. Entre ellos, no podía
    ser de otra manera, Francia, y la lista se hará mayor porque la
    razón de la igualdad antes o después se impone.
    Me interesa destacar que, según el estudio de 2013 de la ONG
    estadounidense Pew Research Center, España es el país del
    mundo con más aceptación de la homosexualidad, con un 88% de
    apoyo en la ciudadanía.
    Pero la discriminación y persecución de los homosexuales en el
    mundo sigue arrojando datos angustiosos.
    Voy terminando y desearía dejar aquí algunas conclusiones, fruto
    de mi experiencia, acerca de cómo tratar de forjar una
    convivencia desde el pluralismo, el respeto, la tolerancia, la
    integración.
    En las leyes a que me he referido, de reconocimiento de derechos
    y libertades, hay un sentido compartido, un hilo conductor : son
    leyes claras, directas, que responden a principios y convicciones firmes.
    Porque no se pueden ampliar los derechos como pidiendo
    excusas, como sin querer hacerlo, no se puede promover la
    libertad como quien hace una concesión: Hay que hacerlo
    proclamando una victoria de todos.
    La forma de lograr conquistas, cambios reales, o al menos de
    abrir las puertas a los mismos, es convertir los sueños en
    objetivos políticos y éstos en derechos. En derechos, en leyes,
    Leyes con mayúsculas, bien hechas, ambiciosas, eficaces.
    Victor Hugo afirmó que “la libertad es en la filosofía la razón, en el
    arte la inspiración, y en la política el derecho”.
    La libertad es el derecho y los derechos nos amplían la libertad.
    En una Facultad de Derecho, como en la que nos encontramos,
    deseo hacer este elogio de lo jurídico, del estudio y la
    investigación sobre la lógica de las leyes y de la política sometida
    al derecho.
    Las leyes de derechos, de libertad y de igualdad, aprobadas en la
    pasada década tienen un amplio consenso hoy en España, y han
    contribuido a que nuestro país esté a la cabeza en actitudes de
    convivencia pacífica, de tolerancia, de rechazo a la xenofobia, de
    apoyo a la igualdad y no discriminación de las personas.
    España es un país tolerante, y es intolerante frente a la xenofobia,
    el machismo o la homofobia. España es un país que rechaza la
    desigualdad y la discriminación. Porque España es un país con
    memoria.
    España y Francia son dos viejas naciones que sienten su
    presente y su futuro, ante todo, como dos sociedades europeas
    que tienen una voluntad de progreso, de realización democrática.
    Cuando pensamos en la paz, pensamos en Europa. Cuando
    pensamos en derechos y libertades, pensamos en Europa.
    Cuando pensamos en la igualdad, pensamos en Europa. Cuando
    pensamos en la cohesión social, pensamos en Europa…
    Por ello, la actual crisis no puede hacer que dejemos de pensar
    como europeos, es decir, como pueblos solidarios.
    Y también es necesario que cuando pensemos en la ciencia y en
    la innovación pensemos en Europa. Que cuando pensemos en la
    sociedad digital, pensemos en Europa. Que cuando pensemos en
    la energía, pensemos en Europa.
    La crisis no puede herir nuestras convicciones. Europa no puede
    privar a los jóvenes de sus proyectos vitales, del empleo y de las
    políticas sociales para combatir la desigualdad.
    Y Francia tiene en esta hora crucial un papel decisivo. Ejérzanlo
    desde los valores más profundos de la República.
    Señoras y señores, amigas y amigos,
    Recibo este Honoris Causa con toda mi gratitud y lo entiendo
    como un reconocimiento a las españolas y españoles que han
    luchado, sufrido, soñado, nuevas fronteras para la causa de la
    libertad.
    En la presente hora de Europa, no está de más inspirarse en
    quién la historia ha considerado el primer ciudadano de Atenas:
    Pericles. Pericles proclamó que “la felicidad está en la libertad y la
    libertad en el coraje”
    Y ese coraje moral para la libertad se forja con la educación, con
    la cultura y con la solidaridad. Es decir, aquello de lo que ustedes
    tratan en sus aulas y en sus laboratorios.
    Muchas gracias.

  3. José Antonio Zarazalejos
    Cuando #putosjudios fue ‘trending topic’
    El Confidencial 17.01.15

    «El historiador Joan B. Culla i Clará se preguntaba en el diario El País del pasado miércoles: “¿No debería la matanza del hiper judío haber suscitado una simétrica abominación del antisemitismo en todas sus formas?”; y se respondía: “La ha habido en la política institucional francesa, desde luego, pero mucho menos en la calle, y todavía menos en nuestros medios de comunicación”. El historiador tiene toda la razón. Los cuatro judíos asesinados por el terrorista Amedy Coulibaly en un establecimiento de comida kosher de París, inhumados en Jerusalén el martes sin la relevancia oficial y mediática de las otras víctimas, parecen haberse evaporado en la conciencia colectiva. Como relata en su artículo Culla i Clará, “en una curiosa inversión de roles, estos días la prensa española se ha referido mucho más al potencial ascenso de la islamofobia que a la realidad palmaria de una judeofobia mortífera.”

    «(…) Esta situación de constante sensación de peligro la están experimentando prácticamente todas las comunidades judías en muchos países europeos. Algún ingenuo pensará que España sería una excepción. No lo es. Según un estudio demoscópico realizado en mayo del pasado año por la Liga Antidifamación, con entrevistas a 53.100 personas, nuestro país es el tercero en la lista de los más judeofóbicos en el viejo continente, sólo superado por Grecia y Francia (…)»

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