Borrell y las broncas

Carlos Hidalgo

Desde siempre, Josep Borrell se ha caracterizado por dos cosas: su enorme inteligencia y su no menos enrome arrogancia. Como toda persona brillante, el político catalán ha pecado y peca en demasiadas ocasiones de una impaciencia notable con quienes no cree capaces de seguir sus razonamientos y unos modos que rayan con la abierta grosería. En la prensa es temido porque puede tomarse a mal hasta un simple “buenos días, señor Borrell”. A la vez, como es sabido, esa mezcla de brillantez y arrogancia le pueden llevar a desconexiones puntuales con el mundo real, que provocan cosas tan, en apariencia contradictorias, como que le estafen en un chiringuito financiero, como de hecho ocurrió.

Dicen en la familia Solana Madariaga, que algún personaje importante ha dado al mundo, que la gente así es buena para el prójimo, pero mala para el próximo. Esto es; que puedes evitar una guerra nuclear, pero que a la vez eres el pariente más detestado en las cenas de Navidad. Y me da que esa descripción puede encajar bastante bien al jefe de la diplomacia y de la política europea de Defensa.

Los años no han atenuado estos rasgos en Borrell, parece, que el pasado viernes no tuvo ningún problema en aprovechar que se habían reunido los embajadores de la UE, para reprocharles (a la cara y en público), que no estaban haciendo su trabajo. En un discurso en el que estaban los medios y que se pasó íntegramente a la prensa, no tuvo ningún problema en decirles cosas como que, si ellos hicieran bien su trabajo, el sería el hombre mejor informado del mundo y que, sin embargo, se enteraba de los asuntos mundiales antes por la prensa que por la red de embajadores de la Unión.

Demasiado directo para los complacientes, despistados y elegantes diplomáticos, que no tardaron ni cinco minutos en filtrar “off the record” su malestar con el socialista español.

Pero el caso es que tenía razón. En eso y en muchas otras cosas, como que la prosperidad de los países del centro y norte de Europa se ha basado durante demasiado tiempo en las manufacturas chinas y la energía rusa. Y que se nos había acabado ya la broma.

Como también reprochó la blandura de política exterior europea que hasta la guerra de Ucrania no era mucho más contundente que la manida frase de “deeply concerned” (profundamente preocupados).

Y enunció los desafíos que, tanto la UE, como las democracias, como el modo de vida de europeo, tienen por delante y que tienen que afrontar si desean sobrevivir a medio plazo. Y lo dijo sin, aparentemente, ninguna clase de autocensura.

Borrell, como en la mayor parte de ocasiones, tenía razón y, como en la mayor parte de ocasiones, tal vez dejó que su arrogancia empañara la verdad de su mensaje con unas formas cercanas a la grosería.

Es más que posible que los diplomáticos europeos ahora estén más dispuestos a oponer resistencia pasiva a las indicaciones de Borrell, que a aplicarse el cuento de sus argumentos.

Como también es más que comprensible que Ursula Von der Leyen y Charles Michel no traguen a Borrell. Como seguro que él no les traga a ellos. Y es que dicen, dicen, que este no les consulta nada a aquellos. ¿Por qué iba a hacerlo si tiene razón? Y es que en política y en la vida, no solo vale con tener razón, también te la tienen que dar. Pero… ¿es posible imaginar a un Borrell que no eche broncas?

2 comentarios en “Borrell y las broncas

  1. Certero. Estoy de acuerdo con Borrell en un 85% de las cosas que dice, pero en desacuerdo en porcentaje similar en cómo las dice o cómo las hace, que el método también importa. Siempre ha sido así pero ahora parece un cascarrabias sordete cuyo narcisismo en un handicap importante. Y sigue siendo preferible a muchas alternativas europeas, que conste, no hay más que ver el percal…

  2. Speak softly and carry a large stick. I agree with Mr. Borrell in all that it is possible to agree. In the matter of Ukraine it seems to me impeccable.

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