Caos lumínico

Juanjo Cáceres

Cualquiera que mire hacia el cielo, verá el sol por la mañana y las estrellas por la noche, unas estrellas que parecen alineadas para inaugurar una nueva etapa de confrontación política. Es cierto que, en general, nunca faltan temas para tensionar el ambiente político. ¿Pero cuáles son las cuestiones que hacen presagiar confrontación? Por un lado tenemos los indultos. El Partido Popular ha puesto en marcha su dispositivo de recogida de firmas, mientras que en Andalucía deshojan la margarita respecto a un hipotético adelanto electoral. Asimismo tenemos a Vox, que es una constante en el estímulo de la polarización y se acercan los meses en que, más allá de repartir dinero entre los programas vinculados a los proyectos Next Generation, habrá que tomar decisiones postpandémicas que afectarán, principalmente, al mercado de trabajo, sin perder de vista la reforma de las pensiones y algún otro tema sensible. Y por otra parte tenemos la intensa polémica alrededor de las franjas horarias y la subida de los precios de la luz.

Comunicar cambios en la factura eléctrica puede resultar especialmente delicado y lo ha sido estos días a causa de las evidentes limitaciones de la reforma y, sobre todo, de algunos mensajes poco racionales lanzados sobre la misma. La reforma que todos disfrutamos desde este mes de junio parte de un planteamiento correcto desde el punto de vista de los costes de acceso al mercado de la electricidad, al pretender incentivar el consumo de luz cuando su adquisición resulta más barata, pero parece ignorar los elementos estructurales que imponen el consumo de electricidad o gas a determinadas horas, los desajustes verdaderamente existentes en los hogares entre lo que pagan de luz y lo que realmente necesitarían pagar y la autonomía limitada de las familias para ajustar los horarios de su consumo.

De entrada, cabe señalar que en España a mediados de 2019 se había otorgado ya el certificado energético a más de 3 millones de viviendas. Con ello podemos hacernos una idea de la eficiencia energética de nuestros hogares: solo un 0,25% tenía la etiqueta A, igualmente menos del 1% la B y la C un 4%, mientras que más del 50% tenía la letra E. España tiene un parque de viviendas poco eficiente energéticamente y todas las encuestas revelan que o bien las familias sobreestiman la eficiencia energética de las mismas, o bien no están demasiado dispuestas a invertir en rehabilitaciones que mejoren esa eficiencia. Todo eso nos marca ya ciertos límites a lo que podemos ahorrar en suministros.

También hay que tener en cuenta que para ese porcentaje nada desdeñable de personas que viven de alquiler, que a menudo son los que no pueden acceder a una vivienda en propiedad, existe una clara barrera de acceso a la mejora de eficiencia energética del hogar, puesto que la propiedad no suele apostar por hacer inversiones cuyos beneficios solo disfruta el inquilino pagador de suministros. No olvidemos tampoco que las viviendas arrendadas están equipadas total o parcialmente y que por lo tanto esas casas tienen los sistemas de calefacción, refrigeración, calentamiento de agua y los electrodomésticos que tienen: no de última generación precisamente.

Además de ese contexto, venimos de una pandemia que ha disparado la curva del teletrabajo de forma exponencial. En la práctica, ello obliga en general a asumir el incremento de los costes de suministro derivados de la permanencia durante un mayor número de horas en el hogar al trabajador y que supone un incremento de la demanda de calefacción en invierno y de refrigeración en verano. Un verano, por cierto, al que estamos a punto de entrar y que va a permitir que disfrutemos todos de forma inmediata de los efectos del encarecimiento del precio del kilovatio en hora punta. Recordemos, de paso, que buena parte de la geografía española destaca por sus fuertes contrastes térmicos: mucho frío en invierno y mucho calor en verano, lo que también explica, a su vez, la gravedad del problema de la pobreza energética y el fuerte componente estacional del consumo.

Dibujados algunos elementos estructurales, vamos a las dificultades que supone abordar el problema de la factura de la luz a las familias. Disfrutar un recibo que realmente genere unos precios razonables respecto al consumo realizado de electricidad o gas, puede ser una odisea. Los hogares han sufrido exceso de potencia contratada, sobrecostes en las tarifas fijas, las rocambolescas fórmulas utilizadas por las comercializadoras para rascar todo lo posible en cada recibo… Es igualmente evidente que la inmensa mayoría de las familias desconocen como ajustar de la mejor manera posible su contrato y que ello no puede subsanarse mediante la infatigable labor de las asociaciones de consumidores.

Precisamente una de las grandes novedades que aportan las operadoras eléctricas públicas surgidas en algunos puntos de nuestra geografía, como Barcelona Energía, es que a diferencia de las comercializadoras privadas, sí que hacen un esfuerzo extra real de asesoramiento y sensibilización para reducir el consumo y el precio del recibo, pero, lamentablemente, apenas hay operadores públicos o ‘alternativos’ compitiendo con los grandes operadores privados. De hecho Endesa, Iberdrola y Naturgy concentraban todavía a principios de este año el 81% del consumo en el segmento doméstico. También el 96% del consumo doméstico de gas está en manos de grandes comercializadoras. Tampoco podemos olvidar los sobrecostes que se imponen sobre los consumidores cuando las grandes operadoras privadas aprovechan su condición para obtener contratos de servicio técnico o de sustitución de dispositivos –en particular, calderas-, lo que implica importantes encarecimientos respecto a lo que podría suponerle a cada consumidor obtener dispositivos y servicios técnicos por su cuenta.

Todas estas cuestiones y muchas otras debería tenerse en cuenta tanto cuando se plantean cambios en la composición del recibo de la luz, como cuando se venden los efectos que los mismos van a tener, y sobre todo, cuando se comunican sus supuestos beneficios económicos. En primer lugar, porque, obviamente, pueden quedar muy limitados por otras variables, como está sucediendo ahora con el incremento de los precios de los derechos de emisión de CO2 y del precio del gas. Si vas a hacer efectiva una reforma en un periodo de incremento del precio medio en el mercado mayorista de electricidad, sería muy aconsejable meditar muy bien qué mensajes vas a emitir y valorar de qué otras reformas o cuestiones hay que hablar también para evitar reacciones de rechazo.

Pero sobre todo hay que ser consciente que la posibilidad de redistribuir el consumo eléctrico a lo largo del día es muy limitado y que es imprudente presuponer grandes ahorros en el recibo con todo el mar de fondo que tenemos y que podemos resumir en: baja eficiencia energética de los hogares, energía cara e importantes problemas de gestión del recibo eléctrico y de los suministros en general por parte de las familias. De ahí que no sean pocas las asociaciones de consumidores que se han tirado de los pelos estos días.

A pesar de todo, lo mejor que puede hacer el consumidor de suministros es atender las variables que más pueden castigarle en su recibo y que son las siguientes, según el periodista especialista en consumo Jesús Soria:

–           Asegurarse de estar en la tarifa más barata (PVPC)

–           Ajustar el exceso de potencia

–           Eliminar consumo fantasma en el hogar (el célebre standby, que puede alcanzar porcentajes de consumo del 15%)

–           Utilizar exclusivamente luces LED

–           Ajustar las temperaturas a la horquilla de confort (23 – 26 grados)

–           Disponer de electrodomésticos eficientes

No debe olvidarse tampoco que las subvenciones a la rehabilitación de edificios se encuentran cada vez más vinculadas a la mejora de la eficiencia energética, lo que no debe perderse de vista si hay que hacer intervenciones en los hogares.

 

 

 

 

 

 

2 comentarios en “Caos lumínico

  1. Lo que se aprende en DC! No tenía ni idea de que había suministradores públicos! Se supone que los fondos europeos van dirigidos a luchar contra el cambio climático y la revolución digital así que por ese lado veremos mejores en la eficiencia energética. Es de esperar.

  2. Es difícil aceptar que nuestros gastos particulares respondan a ciclos normativos de gobiernos lejanos.

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