Juanjo Cáceres
Las perspectivas sobre la supervivencia son múltiples y variadas. Durante nuestras primeras etapas de entendimiento nos encontramos con algo llamado “la ley del más fuerte”, que sugería que fortaleza, poder y supervivencia iban de la mano. Con el paso de los años, en cambio, otros conceptos se fueron abriendo camino: en particular, la resiliencia, entendida como la capacidad de adaptarse a las circunstancias en condiciones de adversidad. Entre ambas existe un elemento en común y una diferencia sustancial. El elemento en común es el hecho de que una cualidad específica, ya sea la fortaleza o adaptabilidad, adquiera potencia explicativa para explicar la evolución de las personas de forma individualizada. La diferencia, en cambio, es que, si la primera pone el énfasis en la capacidad de imponer nuestras decisiones a terceros, la segunda apela a la capacidad de evolucionar adaptándonos a circunstancias diferentes. No se trata, pues, de dos maneras distintas de decir lo mismo, ni admiten una clara integración. Pese a que pueden establecerse relaciones entre ambas, el poder explicativo de por qué se han producido unos logros queda claramente focalizado en una de ellas.
Haciendo un símil con el mundo del fútbol, podríamos considerar que Messi o Yamaal son singularmente fuertes entre los futbolistas, pero también es verdad que en ambos casos se detectan condiciones de resiliencia, ya que su necesidad de adaptarse a condiciones adversas es bien conocida en las biografías de ambos. Pero justamente esas situaciones nos hablan de variables coincidentes, no interdependientes, ya que el talento singular es lo que crea las condiciones para convertir, potencialmente, a un deportista en una estrella. Es más tarde cuando tanto su resiliencia como su fortaleza mental incidirán en las posibilidades y límites de lo que puedan o no alcanzar. Sigue leyendo