Permafrost
Hace unas semanas ilustré el comportamiento de algunos sicofantes mediáticos, siempre al borde del espasmo alucinatorio cuando oyen a los suyos confirmando sus temores o deseos de sentirse protagonistas de algo así como Alone in the Dark IV. Hoy es el momento de abordar el igualmente histórico rebuzno de estos convulsos matachines a la hora de comentar las declaraciones de sus oponentes o, como anuncié en la primera entrega, «la tergiversada exposición escandalizada y escandalizante de las afirmaciones más obvias de los ‘malos’.»
Los aspaventeros profesionales, como las señoritas de moral distraída, cobran por la excitación ajena y, cuanta más excitación, más saneado el peculio. La apacible cotidianidad, por tanto, es cual sobredosis de bromuro para su negocio. De este modo, si alguien cuyas opiniones no coinciden con las que sustentan ese lupanar periodístico hace una manifestación banal e intrascendente, toca ponerse el uniforme Abu Grahib y torturar y desfigurar sus inocentes palabras hasta convertirlas poco menos que en un alegato de Charles Manson.
En esto tienen sobrada experiencia. Nuestros amigos conspiranoicos ya habían puesto en práctica sus técnicas de alquimia interpretativa con las decisiones de terceras instancias. Así, cuando, a petición de una de las defensas (y NO de las acusaciones travestidas), el tribunal que habría de juzgar el 11-M admitió que se repitieran los análisis periciales sobre los restos de explosivos, creyeron que se les abrían las puertas del cielo. En una sesión radiofónica que debería pasar a los anales de la infamia (COPE, 23.1.07), el Sr. Jiménez vociferaba: «Podría ser que hoy cambiara esta… este bochorno para la justicia y para la nación que es la instrucción del sumario del 11-M, que ha desembocado en un juicio que es de tirarse por el suelo, pero además arrancándose los pelos a puños… Es de vergüenza, da asco pagar impuestos para semejante chapuza … (Federico a las ocho, minuto 2:15) y «después del procesamiento de Manzano, tendrían que ir el Juez Del Olmo y la fiscal Olga Sánchez. Porque es imposible hacer una chapuza tan vergonzosa como la que han realizado» (minuto 6:05). Luis del Pino también mostró una vez más su capacidad denigratoria: «Las recientes decisiones de la sala que ha de juzgar los atentados del 11-M, referidas a la realización de pruebas antes del inicio de la vista oral, han dejado a Del Olmo a los pies de los caballos» (blog, 1.2.2007). Y, el amo de El Mundo, con su habitual prosopopeya, declamaba orgulloso: «Desde luego, para los periodistas que hemos estado empeñados en que lo que se nos estaba contando no encajaba, en que la verdad oficial estaba llena de agujeros, agujeros negros, como dijo al principio de sus investigaciones Fernando Múgica, pues esto, sin lugar a dudas, va a suponer una reivindicación. Para resumir en un referente histórico: esto es como cuando la Corte de Casación ordena la revisión del caso Dreyfus. Y, además, transcurren los mismos tres, tres, cuatro años, entre que se produce la primera resolución judicial, un error garrafal, y el momento en que se inicia […] un larguísimo camino […]» (minuto 11:30). ¿Dreyfus? ¿Ha mencionado el caso Dreyfus, nada menos, este engreído aspirante a Zola para sentirse «reivindicado»? Y todo a cuenta de una decisión perfectamente ordinaria, casi trivial. Pero no lo digo yo, lo decía uno de sus autores, el propio magistrado Guevara, integrante del tribunal: «De lo que ha tratado el tribunal es de preservar el derecho de defensa. […] No se está cuestionando ni la instrucción sumarial ni cualquier investigación» (11.2.07). Así de sencillo, sin necesidad de j’accuse ni majaderías megalómanas.
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