Certificados de inmunidad

Lluís Camprubí

Da la sensación de que haya pasado una eternidad y que todo haya cambiado desde la última columna, escrita el 12 de marzo en la que planteaba la necesidad de profundizar las medidas restrictivas para frenar la famosa curva. Parece que hemos pasado los días más espeluznantes de esta primera ola. Y frente a nosotros se nos abre una incierta normalización y un pavoroso panorama económico. Muchas voces han ido planteando escenarios como podría ser este camino/transición: Quizás destacaría ésta de Pueyo y ésta de Yong. Todas coinciden en que deberá ser gradual y escalonado (por territorios, sectores económicos y/o grupos humanos), y siempre vigilando que el número de reproducción (o el pendiente positivo de la curva) no se dispare, momento en que debería poder revertirse el relajamiento. Entrando así en ciclos de relajación-restricción a través de las distintas olas, hasta que se haya generado suficiente inmunidad grupal y/o se encuentre tratamiento/vacuna efectivo y universalizable. En paralelo a esta gradualidad, se requerirá el mantenimiento de distancia social, de higiene y etiqueta respiratoria, y de todas las medidas que hemos ido adoptando para evitar la proximidad, tiempo e intensidad de los contactos sociales. Nuevas medidas serán norma social, como el uso generalizado de mascarillas, ahora que ya se ha consolidado la evidencia (aquí y aquí por ejemplo) que puede evitar que nos contaminemos y a la vez que actuemos como transmisores. Recomendar y exigir el uso de mascarilla, lo que nos parecía una alteración de la norma social y la libertad individual, ahora ya nos parece razonable y forma parte del nuevo paisaje.En esta relativa normalización jugarán también un papel importante los tests masivos, tanto de detección del virus (PCR y otros) como de detección de anticuerpos/inmunidad (ELISA). Ambos juegan un papel complementario, unos para detectar (aunque se escapen falsos negativos) infectados/transmisores y los últimos para detectar personas que ya hayan pasado la infección y hayan desarrollado respuesta inmunitaria (aunque aún no está claro la duración y la efectividad/cobertura de esta inmunidad). Parece obvio que esa vuelta a la reactivación económica debería pasar en primer lugar por las personas sanas y que no puedan actuar como transmisores. Si no, ni sanitariamente ni económicamente (el miedo al contagio anularía cualquier potencial interacción económica normal) la “vuelta” será operativa. Queda claro que estos tests cuando la logística lo permita deberían ser masivos, extensibles al conjunto de la población y para ser repetidos para hacer el seguimiento de cada individuo. Todo esto implica, al final, que esa condición, tener inmunidad activa, debería poder ser acreditable o comprobable.

En salud pública somos conscientes que nuestras acciones siempre pueden considerarse una restricción a la libertad individual, lo que implica ser especialmente cuidadosos a no ser excesivos y ponderar bien nuestras actuaciones. Siempre, cualquier restricción, y en este caso también, debe sopesarse respecto al beneficio colectivo y pensarse como puede hacerse de la manera más respetuosa de la privacidad y libertad individual. Con este prisma es con el que debe considerarse la implantación de algún mecanismo (un certificado en la forma que sea) que acredite esa inmunidad activa, lo que implicaría que la persona que lo tuviese no actuaría como transmisora. Esta propuesta ya ha sido explicitada por diferentes investigadores, y ahora está en el terreno del debate político ya que las consideraciones son más amplias a las de un campo de la ciencia en particular. En una interesante tribuna de diversos especialistas en salud pública y economía de la salud, plantean algunos esbozos de cómo debería abordarse desde el bien común, la promoción pública y el interés general, respetando privacidad, protección de datos y autonomía ciudadana, explicitando lo que es la preocupación central y por donde debería venir la solución: “Naturalmente la pérdida de libertades preocupa. De momento podemos elegir entre los antiguos empleadores de Snowden y el conjunto de empresas estadounidenses que convierten el big data en petróleo para su beneficio privado o el complejo empresarial-estatal chino (¡de nuevo, que conveniente sería la colaboración entre China y Estados Unidos para la nueva definición de protocolos de Internet!). Convendría disponer de una alternativa europea que permitiera el control democrático de los controladores, un humanismo tecnológico aun por desarrollar”.

Frente a esta necesidad, que es temporal, hasta la domesticación (en el caso que las siguientes olas sean menos agresivas) o la cura de la pandemia, parece necesario poder acreditar que las personas que exponemos (más) a la interacción social son sujetos con inmunidad. Y esto debe hacerse organizado desde lo público, teniendo presentes las salvaguardas de privacidad y autonomía, y desde el inicio poniendo en explícito los mecanismos para que la temporalidad de la medida sea real, ya que la tentación a convertirlo en permanente aparecerá, sea desde visiones autoritarias o desde la avidez corporativa.

4 comentarios en “Certificados de inmunidad

  1. Yo pienso que llegará un momento en el que el confinamiento no sólo no será necesario sino contraproducente. Eso deberá venir con los avances que, tanto en la detección como en la respuesta clínica, permitan ofrecer satisfactorios resultados sanitarios por los que los pacientes se recuperen de la enfermedad y la mortandad sea algo solo residual. Hoy el problema viene por la falta de respuesta, tanto en medios de detección de infectados, asíntomáticos e inmunizados, como por saturación de unidades UCI y desconocimiento sobre la fiabilidad y respuesta de los fármacos que ya se encuentran en estudio. A falta de una vacuna, la inmunidad de grupo será la mejor solución para que los casos pasen a ser casos aislados y para ello entiendo que un contagio masivo, con la tranquilidad de que los individuos más afectados cuentan con los mejores recursos ya probados y con buenos resultados en lo referente a la curación de los mismos, no sería un mal futuro. Otra cosa será en los paises no desarrolados sanitariamente y en los que, mientras no haya vacuna, la mortandad será la propia de la enfermedad sin que existan medios que la controle y reduzca.
    Mientras no esté dominada la agresividad del virus, la mayor lentitud en el contagio de las distintas comunidades no supondrá más que una mayor o menor tardanza en su desarrollo, pero que terminará igualandose con el resto. Esperemos que para entonces las respuestas médicas sean mejores que hasta ahora y la tasa de mortandad se haya reducido o desaparecido.

  2. Tambien creo que una crisis económica concentrada, de alcance mundial y de graves efectos inmediatos, como la que vamos a padecer, no va a durar lo que un ciclo depresivo clásico. Ya se sabe que la lentitud que se experimenta tanto en la desaceleración como en la recuperación de la economía es lo que alarga los ciclos, por lo que lo previsible debería ser una recuperación en V, que no quiere decir de hoy para mañana, sino de un par de años máximo, y no de los cuatro o cinco habituales.

  3. Va a ser la primera crisis en la que el desabastecimiento de primeras materias, que ya se vive en muchos sectores y podría endurecerse aún más, no va a provenir por el cierre de capacidades de producción obsoletas, que siempre son más lentas de sustituir por el nacimiento de nuevas industrias con tecnologóa actualizada, sino por cierre de plantas modernas que, a todo lo largo del planeta, están viéndose afectadas por problemas de confinamiento, distribución, liquidez financiera, y otras muchas causas, como resultado del solape de la crisis del Coronavirus y la desaceleración que ya estaba en marcha. Anticipo que a mayor tormenta, más pronto llegará la calma.

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