China

LBNL

Está la cosa calentita con China. En varios frentes. En Taiwan, por supuesto, como también en Washington y en Beijing, pero en estos últimos días también en París y ayer en Bruselas donde Pep Borrell se despachó a gusto en el Parlamento Europeo, criticando implícitamente a la Comisión Europea, de la que forma parte, a cuenta del firme discurso sobre China pronunciado por Von der Leyen antes de su reciente visita a China, acompañando al Presidente Macron que, a la vuelta, abogó por la autonomía antes que seguidismo europeo de la competencia norteamericana contra la emergencia del “Imperio del Centro”.

Hablando en calidad de representante del Consejo de Ministros de la UE, que preside, Borrell les recordó ayer a los euro-diputados, con su sempiterno deje de profesor universitario, que la política exterior de la Unión no es única sino común y cuando los Estados Miembros y las instituciones tienen posiciones parcialmente divergentes, el efecto es cacofónico, por más que las diferencias sean de matiz antes que de fondo. Diferencias que volvieron a quedar patentes cuando, justo a continuación, la Presidenta de la Comisión Von der Leyen volvió a desgranar su posición. Y lejos de arredrarse, Borrell volvió a la carga en su intervención final.

Las diferencias son de matiz antes que de fondo porque todo el mundo está de acuerdo en que China es una dictadura totalitaria que no respeta los derechos civiles y en que no es una economía de mercado a la que los demás tengan acceso en las mismas condiciones en las que China accede a las suyas. Tampoco nadie pone en duda – al menos hasta la fecha – la política de “Una sola China” y el status quo respecto a Taiwan – independiente de facto pero no de iure – ni lo terrible e inaceptable que sería una invasión china por la fuerza. Estar de acuerdo en todo lo anterior no es poca cosa. Pero parece no ser suficiente dada los nuevos vientos que soplan desde Washington – muy incipientes con Obama, inflamados con Trump e incisivos con Biden.

De hecho, China puede ser el único tema al margen de la fuerte polarización política en Estados Unidos. Demócratas y Republicanos parecen competir en firmeza frente a China, aludiendo frecuentemente al Partido Comunista chino y a la democracia taiwanesa, para sembrar de valores el debate.

Los valores están muy bien y ningún demócrata puede desearle a Taiwan la suerte que ha corrido Hong-Kong en los últimos años pero no está de más recordar que la democracia en Taiwan no le preocupaba a nadie en EE.UU. cuando el Kuomintang dominaba Taiwan con mano férrea. Como tampoco la dictadura totalitaria china o los derechos humanos de los Uigures en Xian-Jian eran un problema cuando China estaba todavía lejos de la economía norteamericana.

La hipocresía norteamericana no hace, sin embargo, bueno al régimen chino, ni de puertas para dentro ni de puertas para fuera porque su creciente presencia militarizada en el mar del sur de China amenaza a buena parte de sus vecinos marítimos, Vietnam y Filipinas incluidos. Pero claro, los chinos pueden aducir que no tiene sentido que la Séptima flota norteamericana siga “garantizando la seguridad” en la zona como si nada hubiera cambiado desde 1945.

La realidad es que históricamente China ha sido siempre la primera potencia mundial con excepción del última siglo y medio. Lo ha sido, y lo volverá a ser, por varias razones pero una importante, sin duda, es su tamaño, geográfico y demográfico. También es cierto históricamente que China no ataca a sus vecinos pese a serlo en varias ocasiones por ellos, especialmente Japón. O por los países occidentales, liderados por Reino Unido, que ocuparon Shanghái a mediados del siglo XIS durante medio siglo. Por no hablar de Hong-Kong o la Macao portuguesa…

Pero ni nuestros pecados del pasado ni la trayectoria histórica de China justifican dejar que China haga hoy lo que quiera. Y menos cuando está bajo el mando prácticamente único e indiscutido de un tipo como Xin Jinpin que ha acabado con el liderazgo compartido que regía desde Mao y que viene demostrando – de acto y de palabra – que pretende pasar a la Historia al precio que sea.

Aparte del apoyo implícito chino a Rusia en su agresión a Ucrania – como dicen Von der Leyen y Borrell, la neutralidad entre agresor y agredido no es tal – y Taiwan – conflicto latente – ahora mismo la batalla principal es tecnológica. En principio no debería ser problema para las democracias occidentales que cualquier país consiga progresar hasta donde pueda por sus propios medios, también en tecnología quantum o inteligencia artificial. En todo caso, la mejor manera de impedirlo es invertir más para mantener la supremacía tecnológica, especialmente si no te fías del carácter autoritario del otro.

Pero China, su partido comunista y Xi nos dan muchas excusas para ceder a la tentación de dejarnos caer al barro. Por ejemplo, el hackeo chino es constante. Es menos dañino a corto plazo que el ruso, iraní o norcoreano, porque no busca destruir o sacar tajada dineraria, pero más a largo plazo porque espía y roba información empresarial a mansalva. Una respuesta posible, a la que apunta la Presidenta de la Comisión Europea, es imponer controles a la exportación de tecnología punta y a las inversiones de nuestras empresas en China, es decir, cercenar su progreso tecnológico por nuestro desea de mantener la supremacía. Otra, más proporcionada, sería reaccionar con rapidez y firmeza a sus hackeos, exponiéndolos a la luz pública, exigiendo su cese e imponiendo sanciones a sus autores. Es posible hacerlo pero hace falta consenso y además se corre el riesgo de que te saquen tus propias vergüenzas. Y no me cabe duda de que al menos EE.UU. espía a China más de lo que China espía a EE.UU.

Donde no debería haber problema – y de hecho no lo hay – es para exigir a China condiciones de acceso a su mercado iguales a las que le damos, y tomar medidas cuando no es así. En los últimos años la UE se ha dotado de una serie de reglas e instrumentos a estos efectos que están empezando a dar resultados: un aeropuerto de mercancías alemán que no va a poder comprar un inversor ruso por el peligro de que pueda controlar los movimientos de los aeropuertos cercanos de la OTAN, una empresa italiana que no va a poder comprar una china por el riesgo de seguridad que representa… Además de las múltiples medidas puramente comerciales – tarifas anti dumping – que la Unión viene adoptando desde hace tiempo cada vez que constata competencia desleal china: paneles solares, acero…

Así que el problema principal ahora mismo es la conveniencia – o no – de que la UE adopte medidas para restringir la exportación de bienes tecnológicos punteros a China, como ya ha hecho EE.UU., especialmente los semi-conductores más diminutos, que son esenciales para el armamento sofisticado. Parece de cajón teniendo en cuenta las excusas que proporciona China pero no deja de ser una medida “agresiva” que corre el riesgo de empeorar la situación. Por supuesto, los “halcones” sacan a relucir las penosas consecuencias de la complacencia con Rusia de las últimas décadas y lamentan que haya quién no haya aprendido la lección. Pero ello implica equiparar a Ucrania con Taiwan, por ejemplo, cuando no tienen nada que ver, como demuestra que ningún país serio reconozca a Taiwan como país independiente. Por lo mismo, ¿fortalece o empeora la situación de Taiwan visitarlo a alto nivel – como hizo Pelosi – o recibir a su Presidenta?

China no solo no va a desaparecer sino que va a volver a ser la mayor potencia económica y política del mundo. Es solo cuestión de tiempo. Depende muchísimo de nosotros, sus principales compradores, pero no más que nosotros de ella. El enfrentamiento no es bueno para nadie y está por demostrar que China lo esté buscando. No es cuestión de contemporizar y consentir sino de no echar gasolina al fuego; más bien echarle agua, si se puede, y sobre todo, dejarlo sin oxígeno.

No es fácil hilar fino y menos aún, hacerlo a coro. Pero qué suerte tenemos de que pueda haber voces discordantes entre nosotros. Los chinos solo tienen una y no es muy positiva, por cierto.

2 comentarios en “China

  1. Del discurso de Borrell :

    « Necesitamos la libertad simplemente para ser libres, pero necesitamos que esta libertad política sea un poderoso motor para desarrollar el bienestar material de los ciudadanos.

    Queremos libertades políticas y queremos progreso económico. Y tenemos que defender esta visión y contrarrestar el discurso, la narrativa china, por todos los medios intelectuales a nuestro alcance. »

    « Segundo, relaciones económicas y seguridad económica. Nuestra relación económica está terriblemente desequilibrada. Nuestro déficit comercial es abismal y no deja de crecer. 400 mil millones [de euros] de déficit y ellos con un superávit de 470 [mil millones de euros].

    China ya no es el suministrador de bienes baratos producidos gracias a una mano de obra barata. Al contrario, está en la punta del desarrollo de las tecnologías y es un competidor en aquellos bienes más sofisticados. Al final, lo barato acaba resultando caro. Ya lo decía mi abuela: “no compres cosas baratas que al final acaban siendo caras”.

    Lo hemos aprendido con la energía rusa, y lo estamos aprendiendo ahora en la competencia económica con China. Y eso no es sólo porque no seamos competitivos, sino porque en China quien manda no es el mercado, es el Estado, y eso cambia realmente las reglas del juego. »

    « Nuestra relación está desequilibrada porque tenemos una dependencia de algunos productos que nos hace vulnerables. Y esta vulnerabilidad aumenta porque estos productos, materias primas, están integrados en cadenas de producción y acaban en bienes finales que importamos desde China. Y, por eso, es importante el de-risking que ha mencionado la presidenta de la Comisión [europea], y eso pasa por diversificar nuestras fuentes de suministro, reconfigurar las cadenas de valor, controlar las inversiones in y out, desarrollar instrumentos anticoerción, pero siempre respetando las reglas de la Organización Mundial del Comercio. »

    « Pero, permítanme advertirles de un riesgo: ‘de-riscar’ – que es un barbarismo en Castellano –, disminuir los riesgos, acarrea riesgos. Porque hemos de ser conscientes que, si redirigimos nuestros flujos económicos y comerciales hacia otros países de Asia distintos de China, lo que veremos es que casi automáticamente esos países van a aumentar sus relaciones comerciales con China para importar las materias primas que necesitan para producir los bienes que luego nos van a vender. Y, por lo tanto, los que habremos hecho es poner un intermediario en nuestra dependencia. Seremos indirectamente dependientes. En esos casos, puede ser incluso peor porque esos países serán mucho más vulnerables a las presiones que pueden recibir de China, de lo que lo somos nosotros ahora. »
    « De-risking and strategic autonomy go hand in hand. Porque la dependencia es lo contrario a la autonomía. Cuanto más autónomo sea usted, menos dependiente será. Y cuanto más dependiente sea, menos autónomo será. Y si la dependencia económica es mala, la política también. Las alianzas funcionan cuando están equilibradas. Cuando no están equilibradas y una parte es mucho más fuerte que la otra, ya no es una alianza, es otra cosa cuyo nombre no voy a pronunciar aquí. »

    Y así todo Borrell. Viva Borrell !
    ¿ Cual es el problema con él ?

  2. Yo no tengo ningún problema con Borrell, ni con UVDL, pero ellos dos sí parecen estar en posiciones diferentes: ella mucho más en el enfoque agresivo-preventivo de EE.UU. y él, Macron, Scholz y Sánchez, entre otros, mucho más cautelosos, no vayamos a liarla parda.

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