Juanjo Cáceres

Y colorín colorado, el 23J ha terminado, tras esa victoria ajustada del Partido Popular y con la supervivencia en la trinchera del soldado Sánchez.  Releamos las últimas líneas de esta historia de épica y fragor:

Cuando se extinguió el fuego en el que ardieron las papeletas, Pedro Sánchez seguía estando ahí. No solo salió vivo del ataque definitivo, sino que incluso le dio tiempo de avisar a sus posibles aliados para devolver el golpe y revitalizar una ofensiva que pudiera convertirlo en vencedor de la contienda. Fueron muchos los que vinieron en su auxilio, pero lo más sorprendente fue que uno de los potenciales socios que allí se dieron cita vino directamente desde una ciudad que en su día dio nombre a otra célebre batalla.

Con sus característicos anteojos, su extraño peinado y con un disfraz para no ser reconocido, aquel aliado compareció ante la trinchera del soldado Sánchez y le espetó: «Ciutadà Sànchez, ja soc aquí«.

El soldado Sánchez no sabía a qué atenerse. No era la ayuda que habría esperado, pero de repente le vino a la cabeza un refrán que una vez le dijo un militante del PSC y que en su día le había hecho mucha gracia: En temps de guerra, tot forat és trinxera. “Qué se le va a hacer”, pensó el soldado Sánchez, mientras la imponente figura del hombre de Waterloo le miraba fijamente, mostrando una extraña sonrisa. «¿Me ayudarás a acabar de derrotar a la extrema derecha, Carles?», le dijo. «No et faré president a canvi de res», le contestó el hombre de Waterloo.

El soldado Sánchez clavó los ojos en el hombre de Waterloo. Este le mantuvo la mirada y su media sonrisa. Acto seguido, Sánchez se alejó un poco, cogió su teléfono y realizó una rápida incursión con Teams en la reunión ejecutiva de su partido, donde exclamó sin titubeos: «No habrá repetición electoral». La sorpresa de los presentes fue monumental: «Pero Pedro…», dijo un barón; «¡Puigdemont, no!», se escuchó exclamar a un miembro de la federación castellanomanchega. “¡Compañeros, estamos vivos de milagro!» replicó Sánchez: “A muchos de vosotros os he dicho a menudo eso de que yo antes muerto que sencillo. Pues bien, llegados a este punto, yo lo tengo claro: que el que se muera sea Feijóo. Y ahora marchaos todos y todas de vacaciones”.

Cuando la noticia trascendió a los medios de comunicación, la sorpresa también fue mayúscula. “Hay que hacer de inmediato declaraciones hablando de los enemigos de España”, se oyó decir en Génova 13. “Rápido, hemos de anticiparnos: avisad a Jaume Asens”, gritó Ernest Urtasun. “Hem de recuperar la unitat d’acció de l’independentisme”, se oyó en algún lugar de Omnium. O quizás era de ERC. O tal vez de la ANC. O de la CUP… Bueno, en algún sitio de esos.

Y entre esa sinfonía de voces, algunas de ellas inaudibles, otras ansiosas, la mayoría vacilantes, un capítulo se cerraba y otro nuevo se abría…

Un nuevo capítulo, una nueva historia. Perquè la història és fum, fum que se’n va. Pese a los difíciles números y acuerdos que hay que ajustar para evitar la repetición electoral, nadie en su sano juicio volvería a poner en marcha la ruleta por voluntad propia. Ni siquiera aquellos que han exhibido una enorme demostración de resiliencia. El valor de Pedro Sánchez. La audacia de Pedro Sánchez. Con mucha diferencia, sus dos mejores cualidades. Las que le hicieron liarse la manta a la cabeza para recuperar su partido y las que le lanzaron al ruedo de las televisiones enemigas para reivindicarse y acercarse a votantes de todo el espectro político. Es sin duda el ganador moral de estas elecciones, pero una victoria moral solo se obtiene una vez. En la repetición solo cabe la victoria electoral y disponer de la mayoría necesaria para afrontar una nueva legislatura.

El ganador electoral, en efecto, ha sido Feijóo. Muy por debajo de lo esperado y sin posibilidad de formar gobierno, pero no se debe menospreciar, como se está haciendo, esa subida en más de 40 diputados que ha experimentado el Partido Popular, solo porque las expectativas no se hayan cumplido. Si se repitieran las elecciones, seis meses después del 23 de julio, no sabemos lo que podría suceder. Y lo que es más importante: no sabemos en qué condiciones tendrían lugar.

De ahí que el asunto de Puigdemont pueda convertirse en un verdadero botón nuclear. O en un núcleo irradiador tanto de superpoderes, como de kryptonita. Puede hacerte más fuerte o puede condenarte. Es la bala de la ruleta rusa, que puede o no salir del cargador. Lo es por su condición de líder del partido que decide si hay mayorías o empate técnico en el Congreso. Por su condición de fugado de la justicia española. Por ser el responsable de una tentativa de secesión a medio cocer. Y por haber difundido por toda la Vía Láctea que el Estado español es poco menos que un régimen predemocrático.

Es importante tener esto muy presente, no solo porque el ahora derrotado moralmente Partido Popular pueda explotarlo y lograr con ello penetrar en sectores electorales que ahora pueden haber reaccionado contra su acercamiento a Vox o que se han quedado en casa. Sobre todo, hay que ser conscientes de que el fortalecimiento de los populares en estos dos últimos años ha bebido mucho de fuentes como esta y de que los de la gaviota pescadora no se han ahogado en la orilla por este motivo, sino por otros de diferente índole.

¿Podrá la audacia convencer als dels anhels? Lo sabremos en los próximos meses. Pero ahí va una clave: ganará la guerra el que sea más capaz de hacerse más fuerte desde sus fortalezas y menos débil desde sus debilidades. Conocerse a sí mismo se vuelve crucial para no recorrer de nuevo todos esos errores que han generado un riesgo enorme de caer por el precipicio….