Conforme a lo anunciado en el cuento de la lechera

Juanjo Cáceres

Tratar determinadas cuestiones es de una complejidad máxima, por lo que tal vez prefiera empezar hablando de mi amigo Carlos (tengo varios amigos con el mismo nombre, por lo que me basta con no decir sus apellidos para proteger su identidad). Hace algunos días, conversando con él, introdujo una afirmación que me sorprendió: «Yo no me invento cambios climáticos para hacer caja». Una frase que todavía resuena en mi cabeza…

Mi asombro no se produjo ante la contradicción que suponía dicha frase con el hecho, ampliamente constatado, de que se inventa la mitad de las cosas que me dice, sino por la paradoja que de repente apareció ante mí. No cabe duda alguna de que el cambio climático no es una invención, pero meditando sobre la idea que me planteaba, me daba cuenta también de que no por ello su afirmación resultaba del todo falsa. Puede ser parcialmente verdadero que, en cierto modo, se “inventa” su significado (es decir, sus consecuencias) y también que se utiliza para hacer caja, sin que ese caja tenga que ser necesariamente dinero (pueden ser también votos, adhesiones…). Todo ello, en cierto modo y con muchos matices.

De mi amigo Carlos a la pelea por la ampliación del aeropuerto del Prat, para seguir reflexionando sobre cómo va esto del cambio climático y los inventos que no son tales, pero que lo parecen. Los que querían ampliarlo sobre un espacio protegido hablaron de miles de puestos de trabajo, de grandes desarrollos económicos y de hubs. Los que no, de catástrofes ambientales, del fin de la aviación tal y como la conocemos y de que pronto no harán falta aviones porque volveremos a las cavernas (o al tren nocturno a Lisboa, que viene a ser lo mismo). Ambos relatos bien podríamos considerarlos variantes modernas del cuento de la lechera, lo que pasa es que hablamos mucho de ese cuento antiliberal popularizado por Samaniego, pero, por lo general, no desgranamos bien la principal enseñanza que nos ofrece.

La lechera es una mujer afanosa que en el albor de la hegemonía del Capitalismo hace una hipótesis de lucro progresivo a través de la inversión y el comercio, pero esta se viene abajo cuando derrama toda la leche. Recordamos casi siempre de ella su orientación moralizante, bajo la que subyace con claridad el desdén hacia la mujer emprendedora, pero nos perdemos el resto de sus enseñanzas. La lechera descubre, tras perder todo su cargamento, que la fiabilidad de sus pronósticos es escasa. También que la realidad acaba encontrando su propio y, en gran parte, difícilmente previsible camino. En la actualidad, todos los cuentos de la lechera siguen la misma pauta: enlazan secuencias de causas y consecuencias, profetizando futuros de obligado cumplimiento, ya sea un gran hub internacional o el apocalipsis climático, pero en este caso con el fin de servir a intereses concretos o de avanzar posiciones en el terreno de juego político, siendo al final la realidad la que nos habrá de mostrar el desenlace efectivo, más allá de profecías e intereses del tipo que sean.

Leía también hace poco otra reflexión compartida, que yo mismo me hacía hace más de un año: mira que estábamos más que avisados de que una pandemia iba a venir y cuando llegó nos pilló a todos a contrapié. El precio, muchos miles de muertos por una enfermedad transmisible, pero con una transmisibilidad controlable. En este caso las lecheras epidemiólogas fueron precisas, la profecía existía, se había anunciado con mucho tiempo, pero no había nada preparado para afrontar esa amenaza global. Esto nos puede indicar también que el cambio climático, pese a que sea cierto, quizás no podamos abordarlo como se merece, porque no somos demasiado competentes enfrentando amenazas en abstracto, inmateriales, que solo percibimos a través de datos. Podemos temerlo, pero nos cuesta atacarlo mientras no se manifiesta ante nosotros físicamente en algo más concreto, especialmente si ello implica cuestionarnos de arriba abajo nuestro modelo de sociedad y lo que hacemos o dejamos de hacer de forma cotidiana.

Puede que todo ello haga especialmente importante que la lechera se crea su propio cuento. En primer lugar, porque solo así tendrá la moral suficiente para levantarse temprano, ordeñar a las vacas, ponerse el cántaro en la cabeza y acudir al mercado. Pero sobre todo ante esa dificultad de aceptar que lo inmaterial e invisible también es real. Que el declive económico y la amenaza climática se expresan en cifras, pero que las cifras son una abstracción que nos ayuda a conocer la realidad y anticipar el futuro, no una simple invención como aseguraba mi amigo Carlos. Si el cuento es lo bastante bueno y cuenta con buenos cuentacuentos, quizás tengamos una mejor disposición a actuar, independientemente de la calidad del pronóstico correspondiente.

El problema es que si elaboramos tantos cuentos a la vez y los dirigimos en direcciones opuestas, encontrar el itinerario correcto puede ser tan complicado como elegir una botella de leche en el mercado: ¿la elegimos pasteurizada o UHT?, ¿entera, desnatada o semidesnatada?, ¿con lactosa o sin lactosa?, ¿suplementada con calcio, con vitamina D…? ¿Y luego en casa me la tomo sola o con café? Todo un abanico de elecciones excluyentes entre las que debemos elegir, de modo que la decisión resultante acabará dependiendo de aquello que conforte más a nuestro imaginario económico (la más barata), estético (la que no engorde) o sobre lo saludable (la que lleve mil suplementaciones). Porque el confort es la clave y por eso optamos siempre por la interpretación que mejor se acomoda a nuestras creencias y nuestra percepción de la realidad. Por eso, también, somos tan proclives a caer en el sesgo de confirmación.

Un comentario en «Conforme a lo anunciado en el cuento de la lechera»

  1. No estoy en nada de acuerdo con usted y sus muy raras reflexiones . Una buena lechera no llora por la leche derramada y no especula antes de conocer cuánta leche puede llevar al mercado. Ni , por supuesto, acaricia sueños de gran dama con el importe progresivo de sus ganancias. Vive y trabaja con una realidad tan presente que su primer objetivo es obtener leche en abundancia para suministrar a los mercados que conoce .
    No es Madame Bovary . Es otra persona .
    Lo que es una ficción es que los de Podemos nos pueden ayudar , que se preocupen por nosotros con su afán moralizante y que el volcán y su lava pirotécnica ( natural , por supuesto ) es una consecuencia de la acción del hombre o una venganza de la tierra cuya propietaria es el viento, en transcripción poética de Zapatero.

    Entre todos los sistemas de creencias que conozco y cuya fe se alimenta de fuentes doctrinales , el socialismo es devastador sin sus correcciones necesarias y coincidentes con la idiosincrasia capitalista, única manera de progresar.

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