Julio Embid
Ayer recibí un WhatsApp de un teléfono desconocido. Decía que: «Buenas tardes, aquí tenemos un trabajo online a tiempo parcial donde puedes ganar entre 100 y 500 euros al día. Si quieres un trabajo por favor respóndeme». Miré el teléfono y por su prefijo descubrí que era un teléfono de Iowa (EEUU). Yo que no conozco a nadie de Iowa, ni prácticamente a nadie que viva en Estados Unidos, empecé a sospechar. Después ví que el salario era bastante desproporcionado. Dudo que haya pocos no futbolistas, ni notarios, ni farmacéuticos en pandemia que ganen 500 euros al día por una jornada a tiempo parcial.
Evidentemente decidí contestar con el troleo y hacerme pasar por el capitán de un crucero de batalla estelar caótico en guerra aeroespacial contra los Ángeles Oscuros. Mi interlocutor no quiso continuar, ni ofrecerme más la oportunidad de ganar esos dineros, cuando yo lo que necesitaba eran misiles de vórtice y cañones de plasma.
Los trileros de Las Ramblas que mueven la bolita entre cubiletes fáciles de seguir e imposibles de acertar, las estampitas de Tony Leblanc en Atocha o los móviles y cámaras fotográficas que sobraron de una exposición se basan en el mismo principio: la codicia por ganar dinero de manera fácil. Sin codicia no hay timo sino robo. Y el robo se denuncia, el timo no tanto, aunque sólo sea por no quedar como un gilipollas delante del Policía Nacional que te toma declaración.
Los cryptobros, con estudios universitarios o sin ellos, que aquí pican todos, más hombres que mujeres, no son sino la siguiente generación tras los sellos de Afinsa, las acciones de Terra o los tulipanes de Holanda del siglo XVII. Gente codiciosa que cree que va a ganar mucho, esforzándose poco, porque dispone más información que sus vecinos. Y el que más información tiene nunca eres tú.
El capitalismo es un juego con las cartas marcadas, donde cuando robas el as y el tres, tu rival saca un seis con el dado y te obliga a cambiarle tres de tus maderas por una sola de sus inútiles arcillas. Y no te olvides de pagar si caes en Bravo Murillo mientras intentas que de puente a puente, se te lleve la corriente. Por eso y asumiendo que las reglas son las que son, con subir el salario mínimo y reducir la jornada laboral, algunos ya nos conformamos. Y si alguien nos ofrece 500 euros al día, a jornada parcial, le responderemos con astracanadas.
En otras palabras, nadie da duros a tres pesetas…