Senyor G
Soy una persona de orden madura y he sido joven como todos, pero ahora voy a decir que lo fui dentro de un orden y como dios manda. Pero cada vez me saca más de mis casillas el desprecio al de al lado y la impotencia que se siente al no poder hacer nada, por no andar a ostias. Entre otras cosas porque para pelear hay que saber y. por otra parte, por cierto sentido de la civilización, les voy a decir sobre todo por esto último, pero sé que tampoco puedo estar todo el rato llamando a un guardia.
El otro día con mi hijo sentía cierta impotencia que no sabíamos dónde ponernos en el parque, entre bebedores que además dejan las latas por allí y fumadores de tabaco y de lo otro. Nos pusimos a jugar con la pelota en las pista de petanca y allí estaban la juventud que bebe en lata alcohol y energéticas y por otro unas chicas con unos porros que encima creo que se me quejó de que la asustamos con la pelota. Obviaré a los tres damnificados por su vida y sus excesos, una de ellos se quejó de que levantamos polvo, porque bastante tenían con lo suyo. Por lo menos esta vez no tuvimos que esquivar muchos perros de todo tamaño, ni como otra vez la mierda fresca que cagaron en la pista mientras la elegante dueña andaba por ahí con su móvil. Ahora mismo en los parques los infantes solo pueden estar en sus cercados y no sacarlos fuera de allí, y a veces ni eso. Pero con niños que entran en la decena y alrededores los columpios ya no es lo suyo, el parque ya no es lugar para niños. Pero bueno todos hacemos por compatibilizar el espacio para el recreo gratis que es un parque.
Pero lo de lo del porro ya es una epidemia en la ciudad. Sería un mediano trabajo científico de campo contar las veces que huele a porro en un paseo por la ciudad. No contaré las del tontolaba que vive arriba. Me llega hasta mi casa su peste a porro y su música a todo volumen con ventanas abiertas. Es bastante absurdo hablar con él porque no se entera de lo que es un vecino y parece talmente que venga de un tópico Lloret. Escupe abajo a la calle, incluso en pandemia de coronavirus, tira colillas de todo tipo tanto a la parte del balcón como a la del patio. Debería llamar a la guardia urbana como llamaría a un profesor en clase o entrar en algún tipo de guerra, sobre todo cuando pone la música a horas como las once de la noche. Es capaz incluso de usar el patinete en casa y colgarlo en redes comentando que casi rompe la tele, y la madre comentarle como si tal cosa allá mismo. Aquí no veo solución legal salvo que se líe bien grande. Impotencia que puede llevar a salir a Harry… pero no, soy un tío razonable y estoy educando a un hijo para la civilización.
La calle es olor a porro, no sé si Madrid sigue oliendo a ajo que decía Victoria Beckam, pero Barcelona huele a porro. Te encuentras los olores y luego los restos de botellón por los bancos de las calles y plazas o incluso en parterres. Eso sí los hay que hacen botellón de alto rango y llegué a ver el otro día una botella de Moët-Chandon en un banco donde otras veces hay restos de otras bebidas o de KFC o de McDonald’s.
Pero ya lo más absurdo es que hacer para que se cumpla la ley con lo de las motos en las aceras. Para esto las derechas que constituyen el partido del motor no están por el cumplimiento de la ley a rajatabla. Y es un problema para peatones de todo tipo. Curiosamente yo diría que cuando hace años se empezaron a hacer las rampitas para mejorar la movilidad de los peatones en los pasos de cebra empezó realmente el problema. Es decir una cosa que iba a mejorar el andar, especialmente con carritos y sillas de ruedas ha contribuido a la proliferación de obstáculos en las aceras, por lo menos en Barcelona, y no de ahora. Estoy empezando a pensar en el vandalismo justiciero, y ojo solo por el cumplimiento de unas normas y leyes totalmente razonables. Menuda paradoja. En defensa del débil: moto mal aparcada, moto quemada. No, no sufran, que soy un tipo razonable aunque en este caso no sé qué es lo razonable, porque razón tendría.
Y no, esto no es culpa de Colau, no puede poner una Rotenmeyer en cada esquina. La culpa principal es los guarros y que desprecian al vecino. Eso sí igual hacer una razzia de multas estaría muy bien, toda cuenta que siempre están los de tal cosa con que la administración lo hace para recaudar… pues con las motos no habría que inventar nada para recaudar. Pero se hacen acciones y se vuelve a la impunidad de siempre.
Hasta en la montaña la gente se ciega a las prohibiciones razonables.
Y sí, hablo de esto así, del día a día de la calle, nada de altos vuelos. Porque si hablase de política común catalana sí que iba a arder Troya y los iba a poner verdes.
No vivo en una ciudad tan motera como las mediterráneas pero si lo hiciera, seguro ya habría quemado alguna, o al menos, habría pinchado alguna rueda. Eso si, lo del vecino porrero tontolaba de arriba no podría soportarlo. De ninguna manera. En cambio lo de los parques, como lo de cualquier espacio común, lo veo causa perdida y por tanto no me dejaría la vida. Interesante el botellón de Moet, todavía hay clases 🙂
Lo de Moet era justo los días que hablaban Koeman y Laporta.
Creo que todos podríamos describir escenas similares a las que nos trae hoy el Senyor G. y padecer esa irritación creciente que provoca la falta de civismo .
A la propietaria de un kiosko cercano , unos artistas callejeros , unos grafiteros tontos del bote , le han embadurnado su negocio de unos colores que la pobre viuda no había elegido.
Una joven puede salir de un lujoso portal vistiendo ropa acorde con el inmueble y llevar un bolso de piel muy fina en una mano y una bolsa de plástico sin desbastar procedente de un bazar chino repleta de imponentes botellas de alcohol que desequilibran el frágil caminar de sus tacones. En la acera de enfrente le esperan despatarradas sus amigas con agresivas grapas en la nariz , pequeñas bolas en la lengua y primitivos tatuajes al cobalto policromado .
Unas cuatro horas más tardes la tribu arapahoe se retira y deja un recuerdo de sus ritos .
No son mendigos ni clochards parisinos ; tampoco santos bebedores ni rebeldes sin causa . Son performers callejeros por horas que fatigan a los servicios de limpieza.
A escasos metros se abre acristalada una moderna estación del metro de Bilbao , un lugar cuya limpieza se repite a lo largo de
todos los trayectos .
Tolerancia cero con el vandalismo se llama la actitud que funcionó muy bien con el gobierno Giuliani en el Nueva York de entonces tanto como ahora en mi ciudad.
En todos los establecimientos de bebidas franceses existe un cartel recordando la ley que reprime la ebriedad en la vía pública y sus consecuencias .
Se puede mejorar mucho y disfrutar de los servicios públicos sin que nadie imponga sus gustos particulares ni violencias intimidantes.
Y desde luego creo que los jóvenes se merecen el mismo respeto que les exigimos.