Dando tumbos

Arthur Mulligan

El larguísimo episodio que nos martiriza desde Cataluña con sus negociaciones, sus duelos, sus acercamientos, sus reencuentros, sus naderías, sus peticiones de fondo y sus amenazas es agotador y desde luego propongo no entregar un solo euro, y que se arreglen con lo que les corresponde.

Eric Hobsbawm afirmaba que “la historia era la materia prima de la que se nutren las ideas nacionalistas, étnicas y fundamentalistas, del mismo modo que los adormideras son el elemento que sirve de base a la adicción a la heroína”.

El pasado es imprescindible para los nacionalismos; el pasado legitima, y cuando no hay uno que resulte adecuado siempre es posible inventarlo.

El historiador debe reaccionar frente a los intentos de sustituir la historia por el mito y por la invención y denunciar los anacronismos derivados de la ideología. Siempre existía la posibilidad, en sus palabras, de que los estudios históricos se conviertan en fábricas clandestinas de bombas como los talleres en los que el IRA aprendió a transformar los abonos químicos en explosivos.

Hobsbawm denunció en muchas ocasiones los peligros del nacionalismo y consideraba que en teoría ningún marxista podía ser nacionalista.

Esta actitud no impulsaba a estudiar y comprender este fenómeno central de la época contemporánea.
Es su opinión, los historiadores tenían una gran responsabilidad a la hora de criticar los abusos políticos ideológicos de la historia hasta llegar a decir: “ningún historiador serio de las naciones y el nacionalismo puede ser un nacionalista político comprometido”.
El nacionalismo es una ideología, algo que suele olvidarse con facilidad. No es sólo eso, desde luego, pero es también una doctrina política que tiene su propio lugar al sol junto a las otras grandes propuestas ideológicas de la modernidad occidental. Lo que la caracteriza como ideología, y a la vez lo que hace que pase inadvertida como tal, es que pone su foco en un punto diverso de aquel en que lo hacen todas las demás, sean el liberalismo, el socialismo, el comunismo o el fascismo. Y, además, que es extremadamente simple y parca en sus postulados (de ahí su versatilidad).

En efecto, todas las ideologías políticas tratan del asunto de la legitimación del poder y del reparto de los recursos en una sociedad ya existente, mientras que la nacionalista trata de algo previo a ello, de algo que las demás dan por asumido: en concreto, trata de cómo debe componerse una sociedad política para ser correcta y legítima en sí misma; y a este respecto defiende la tesis de la correspondencia necesaria entre nación y poder político. Es una teoría de las fronteras. Sus postulados son terminantes: la humanidad se ha dividido, naturalmente, en naciones, por mucho que los elementos diacríticos componentes de éstas sean muy variables; sólo es legítimo y correcto el poder político del Estado que coincida con una nación; y es misión primordial del poder público cuidar y conservar a la nación en sus rasgos constitutivos. Porque –y ésta es la falacia nacionalista– esa realidad nacional que el relato ideológico pone en el pasado, está en realidad en el futuro: hay que hacerla.

Esto, que se presenta como una evidencia, se expresa casi siempre en formas violentas en donde una melancólica y recurrente afirmación del pasado se infiltra cíclicamente en sociedades avanzadas, negando la complejidad del statu quo alcanzado so pretexto de reivindicaciones lingüísticas, tradiciones perdidas, llamamientos a la cohesión interna o egoísmo económico, acompañando con baladas o tristes canciones del Volga ese viaje que retrocede en numerosas ocasiones desde los tiempos actuales hasta finales del XVIII, visitando el floreciente XIX, pero no de una forma neutra o historicista en donde las emociones son pura forma y recogimiento interior propio de la calidez instrumental o la armonía de las voces, sino más bien como la exaltación de una forma de sentir incrustada en un paisaje que se adhiere a la piel; una sentimentalidad ruda y excesiva, una mecha presta a inflamarse, no tanto para vibrar con la alegría de la danza, sino con algo parecido al reclamo que invita a la batalla – como las inmortales palabras del himno francés -, o la viveza propia del clarín libertador llamando al combate en La Bayamesa cubana.
Pues bien, a nuestro sin par Pedro cualquier reflexión crítica con el nacionalismo se la trae al pairo. Lo suyo es el manejo de los tiempos y sus compromisos compiten últimamente con su puntualidad («jamás pactaremos con Bildu ¿cuantas veces quiere que lo repita?»).

Mucho se ha discutido en las tabernas españolas sobre la formación intelectual de Sánchez y sus lecturas o de la astucia del personaje para encarar los giros tácticos en su política con independencia de sus resultados, o si dispone de algún poder extraordinario más allá del presidencial que le permite una penetrante comprensión psicológica de sus interlocutores adivinando sus reacciones. En definitiva, si hay o no hay.

Lo que sí sabemos son las mañas adquiridas en su edad de la inocencia, cuando aún carecía del Falcón y jugaba a poner urnas y ocultarlas en un ejercicio recreativo de trilero o, ya a los mandos del gobierno, desplegar modales de nuevo rico volando con amigos y familiares para acudir a un concierto de rock en Benicássim ofrecido por la banda The Killers , cuyo nombre encaja muy bien con el personaje.

En el caso catalán (los vascos negociaron más y mejor) el problema vendrá después, con los cuerpos sometidos a un régimen inverso en donde se prioriza el principio de placer frente a lo saludable convirtiéndose con el tiempo en un problema inmanejable porque el grado de adicción lo impide.

¿A qué viene ahora atender las peticiones de ERC para modificar el Código Penal en lo que afecta al delito de Secesión y beneficiar de este modo retroactivamente a particulares contraviniendo los principios generales del derecho?

Y así un día tras otro. Agotador.

3 comentarios en “Dando tumbos

  1. 1 Completamente de acuerdo con toda la crítica al nacionalismo, que me parece suave porque no menciona la base racista, xenófoba, excluyente, que la sustenta.
    2 La obsesión con Pedro Sánchez es brutal: solo falta citar cuando de pequeño le robó el bocata a un compañero de clase en el recreo.
    3 Se puede ser radicalmente anti nacionalista y perfectamente comprensivo de la negociación con ERC para reducir la pena por delito de sedición. Soy la prueba viviente y no soy ni estúpido ni traidor, tampoco a la nación española.
    4 Si la pena por sedición fuera de, digamos, 2 años de prisión y 10 de inhabilitación, o solo 20 de inhabilitación, no habría hecho falta ningún indulto y estaríamos mejor.
    5 Se negocia con lo que hay y prefiero negociar con ERC y Bildu que con Feijóo, que solo dice incongruencias y muestra una pésima lealtad constitucional. Usted puede tener la opinión contraria pero NADA dictamina que la suya es la correcta.

  2. Que pereza contestar a Mr Mulligan en sus reiteradas diatribas en contra de todo lo que se menea,que no este de acuerdo con los efluvios biliosos que mueven sus neuronas.
    Pero bueno LBNL,ya ha hecho ese trabajo.

    Yo vengo a hablarles de «La espada de Damocles» en su versión castiza.
    Ayuso se ha convertido en «La espada de Feijóo» que pende sobre cualquier cabeza que intente poner en cuestion a la lideresa madrileña.
    Ya le cayó la espada a Pablo Casado.
    Y hoy vemos que Feijóo ,le tiene mas miedo a «La espada Ayuso «que mece su cuna .
    La Palabra de Ayuso va a misa.
    Y Feijóo se convierte en un pelele a su servicio.haciendo saltar por los aires la renovación del CGPJ.
    El Partido Popular es sedición en estado puro.
    Pobre Lesmes,no le ha servido de nada dimitir…JAJAJA…que nervios.

  3. Tal vez NADA dictamina que mi opinión es la correcta , caso de que la NADA podría dictaminar algo así , pero lo que sí es seguro es que alguien sí puede dictaminar tal y como lo hace el periodista Zarzalejos que sus preferencias de negociación – coincidentes con las de Sánchez – son profunda y radicalmente INCORRECTAS como podrá comprobar más abajo.

    https://t.co/eEiWCMdSGE

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