De la confluencia catalana: sentidos, contradicciones y soluciones

Senyor_J

¿Qué es confluencia? –dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es confluencia? ¿Y tú me lo preguntas?

Confluencia… eres tú.

Gustavo Adolfo Bécquer

Ha trascendido recientemente en este mismo espacio los avances acontecidos en el proceso de confluencia que bajo la denominación de Un País En Comú se viene gestando en Cataluña y que culminará el próximo 8 de abril, mediante un acto en el pabellón de Vall d’Hebron de Barcelona, en el surgimiento de un nuevo espacio político que se postula como alternativa a los partidos que gobiernan la Generalitat de Catalunya. Lo impulsan esencialmente los mismos actores que componen la coalición ganadora de las dos últimas elecciones generales catalanas, En Comú Podem, y al frente del mismo se perfila su mismo cabeza de lista, Xavier Domènech. Se trata, no obstante, de un parto lento y con complicaciones, toda vez que uno de los actores, la rama catalana de Podemos, se ha venido resistiendo a integrarse al mismo por su rechazo a algunos aspectos del proceso que se está dando.

Precisamente esta última semana se ha celebrado una asamblea de inscritos en Podem Catalunya, que mediante voto telemático y con la participación de 3901 personas ha decidido por un 62% de los votos no continuar con el proceso si no se garantiza un acuerdo previo sobre el código ético del nuevo espacio basado en el que utiliza actualmente Podemos, que la elección de sus órganos de dirección se realice mediante listas abiertas y voto telemático y que en la votación de los mismos puedan votar directamente los más de 50.000 inscritos que componen el censo de Podem Catalunya. Dicho resultado no ha hecho más que reforzar una dinámica de bloqueo en la capacidad de alcanzar acuerdos entre la dirección ejecutiva de Podem Catalunya y el resto de actores, que se ha dado desde hace meses pero que ofrece la oportunidad de hacer una reflexión política sobre los procesos de confluencia.

Cabe peguntarse, en primer lugar, cuál es el sentido de la palabra confluencia. Podría decirse que por confluencia se entiende el proceso por el cual se construyen nuevos espacios políticos de integración entre entidades o individuos, cuyas ideologías o propuestas políticas son lo bastante similares como para hacer posible su articulación alrededor de una única propuesta política que las agrupe y las supere. Confluencia es así la medicina con la que se pretende curar el mal endémico de los espacios situados en lo que tradicionalmente conocemos como izquierda política, caracterizados por una importante tendencia a la fragmentación, que dificulta su capacidad de competir con los grandes partidos y genera una competencia fratricida por un mismo espacio electoral. Otra característica de los procesos de confluencia es que no operan en abstracto. Una vez enunciados, el relato de qué es y cómo se construye una confluencia vendrá marcado por las posiciones objetivas de partida, por los intereses de los actores implicados y por la asimetrías en los capitales políticos de cada actor. Otro rasgo peculiar es que, como ya hemos dicho, no se construyen totalmente desde los partidos: promovidos muy frecuentemente como iniciativas ciudadanas, lo cierto es tienen su origen en otro tipo de estructuras de ciudadanía organizada (asociaciones, grupos de activistas u entidades sin identidad jurídica), las cuales, sin excluir por lo general a los partidos, permiten presentar esos espacios como algo diferente o superador, al menos en su fase inicial. Finalmente, el éxito de dichas propuestas obliga a los espacios de confluencia a institucionalizarse, puesto que se convierten en fuerzas de gobierno, fuerzas parlamentarias o al menos consistoriales, y a configurar una estructura interna que soporte sus necesidades políticas y sobre todo organizativas, lo que conlleva la formalización de facto de nuevos partidos o de estructuras semejantes, que es lo que está sucediendo ahora mismo en Cataluña con Un País en Comú.

Para poner en antecedentes este proceso en concreto, debemos recordar que la gran expresión inicial de las confluencias tuvo su punto de partida en las elecciones municipales de 2015. En el marco de la aparición de nuevos espacios políticos arraigados en la herencia del 15M, se generó una nueva dinámica, la de la confluencia, con el fin de llevar el cambio a los ayuntamientos mediante la integración en una misma candidatura de nuevos actores políticos, aunque a menudo acompañados de viejas fuerzas políticas, que se opondrían a partidos del régimen (PP, PSOE), a sus herederos (Cs, UPyD) y a las viejas fuerzas nacionalistas (particularmente CiU). El proceso vivido en Barcelona fue especialmente emblemático por el liderazgo político incipiente de Ada Colau, que a través de la marca Guanyem, consiguió llevar a cabo un proceso de «construcción desde abajo» de una alternativa municipal que dejó a las fuerzas de izquierdas de la ciudad (ICV y EUiA) en el dilema de sumarse o estrellarse; que atrajo la incorporación de un Podemos barcelonés embrionario, que ya no podría así convertirse en un agente lo bastante relevante como para ejercer ningún liderazgo en ese espacio municipal; y que fracasó en su tentativa de ganarse a la CUP ante el peso del fenómeno independentista. Es importante el papel clave que Podemos ha jugado en el conjunto del Estado para que las confluencias adquieran una forma concreta y una vida propia: sin la renuncia de Podemos a presentarse a las elecciones municipales de 2015, que le podrían haber convertido en la gran alternativa municipalista y haberle aupado hasta una mejor posición para competir en las elecciones generales, aun a pesar de los grandes riesgos que ello conllevaba al tratarse de un partido formado por un aluvión de ciudadanos de variadísimos orígenes y por lo general poca experiencia previa, podríamos estar hablando ahora de un proceso de sustitución de partidos en lugar de unas dinámicas de confluencia que tienen una expresión variada e irreversible incluso en el Congreso de los Diputados.

Este proceso político de incorporación y sustitución que vivió Barcelona se llevó a cabo de forma muy beneficiosa para el equipo de Ada por el capital político que esta aportaba pero mediante un relato específico del significado de la confluencia, según el cual la confluencia implicaba generar un espacio claramente superador de los partidos, donde el protagonismo lo cobraba la ciudadanía. De ello se deducía que los partidos, que eran lo viejo, debían apoyar el proceso, mientras daban un paso atrás en beneficio de personas que pudieran encarnar adecuadamente el significado de lo nuevo. A dicha operación se resistieron naturalmente los partidos más veteranos, que no solo contaban con la experiencia suficiente para torear dicha tentativa, sino con la capacidad financiera para sostener una campaña exitosa y con posibilidades de victoria. De todo ello surgió no obstante una candidatura con pocos representantes de los partidos tradicionales, con un Podemos no demasiado representado y con un núcleo duro articulado alrededor de Ada Colau, que triunfaría por un estrecho margen con el nombre de Barcelona En Comú.

La exitosa fórmula de Barcelona se intentó reproducir meses después en una candidatura a las elecciones de la Generalitat de Catalunya, que se disputaría en el territorio nada favorable de la disputa nacionalista. El pesimismo ante las posibilidades de obtener un buen resultado generó numerosos desencuentros entre los actores, lo que propició la no participación en las elecciones de las fuerzas de Ada y la configuración de un proceso de confluencia light bajo el nombre de «Catalunya Sí Que Es Pot» lleno de desaciertos y que no pasó a la práctica de ser una coalición de partidos donde se integraron ICV, Podemos y EUiA. El mal resultado cosechado reforzó el relato anterior pero sobre todo la centralidad del espacio de Colau para construir cualquier alternativa con opciones de victoria en comicios celebrados en Cataluña. Entretanto, Ada y su gente no perdieron el tiempo sino que llevaron a cabo un proceso de reconfiguración de su organización política, convirtiendo el nombre de la coalición Barcelona En Comú en un partido bajo su mando y promoviendo las mismas actuaciones en algunos otros municipios donde habían concurrido con éxitos candidaturas hermanas bajo el nombre de «En Comú» (caso, por ejemplo, de Terrassa En Comú, coalición que también se acabó convirtiendo en un partido gestionado por el sector mayoritario «no partidista» del grupo municipal).

Así las cosas, el terreno estaba abonado para que, ante la convocatoria inminente de elecciones generales en diciembre de 2015, Barcelona En Comú se convirtiera en el socio imprescindible para afrontar con éxito el nuevo proceso electoral. La actitud en este sentido de la dirección estatal de Podemos no pudo ser más cooperativa, en la medida que la implicación de Ada Colau, con todo lo que ya representaba como alcaldesa del cambio, había de suponer sin duda un gran empuje para la propuesta liderada por Pablo Iglesias en el conjunto del Estado: la presencia de tan solo 2 candidatos de Podemos en los 9 primeros puestos de la lista por Barcelona así lo avala con total claridad. Los otros dos partidos, ICV y EUiA, también se acabaron sumando, no sin tensiones de última hora, para asegurarse al menos las mismas oportunidades que Podemos de obtener representación y con ello se consiguió la primera posición en dichos comicios, con Xavier Domènech al frente como candidato independiente.

Hasta entonces las coaliciones habían sido la fórmula utilizada para competir, lo cual permitía un reparto de los recursos humanos y financieros que se derivaban de su éxito electoral, pero la hegemonía alcanzada por la fuerza de Ada Colau en ese espacio y las nuevas necesidades planteadas por la figura de Xavier Domènech pusieron en marcha de nuevo el reloj de la confluencia, en este caso orientada a avanzar hacia la formación de un espacio político común. En el primer semestre de 2016 todos los actores tenían ya claro que ese iba a ser el proceso a afrontar a partir de ese mismo año, pero la segunda convocatoria electoral del 26 de junio aplazó los preliminares de este proceso hasta el segundo semestre, momento en que también se estrenaba al frente de Podem Catalunya un nuevo equipo de dirección liderado por Albano Dante Fachín, tras muchos meses de interinidad en la dirección catalana de Podem. Esta novedad en uno de los actores resultó clave para la evolución posterior de los acontecimientos, ya que la actitud cooperadora que Podemos parecía que iba a tener en este proceso se volvió mucho más tensa. La clave de este cambio de tendencia radicaba en varios factores, algunos de orden metodológico (su incorporación tardía al proceso, la no identificación de la nueva dirección de Podem con la hoja de ruta que el resto de organizaciones iban decidiendo, las difíciles relaciones del nuevo SG con el resto de actores en el grupo parlamentario de Catalunya Sí Que Es Pot…) y otros de orden político, en los que conviene detenerse.

Las discrepancias que se trasladaron a la consulta de la semana pasada las hemos relatado al inicio y tienen una sustancia y una significación que, sean cuales sean las motivaciones implícitas, van más allá de los intereses particulares que pueda tener una dirección política, si bien estos también están claramente involucrados. La discusión sobre cómo se configuran las listas para los órganos de dirección, su carácter abierto y la forma de votación se inscribe una doble lógica que es de lucha por ampliar la cuotas de poder interno pero también por dotar de nuevos modelos participativos la vida interna de los partidos. Los avances aportados por Podemos en ese sentido no son menospreciables, pues ha sustituido la fórmula clásica congresual por un sufragio de todos sus miembros en el que se eligen la totalidad de los representantes del equipo de dirección, tanto en el ámbito estatal como en el autonómico o en el municipal, y que además es totalmente abierto. Sin duda, la participación tiene que avanzar en esta dirección y aunque ello pueda en este momento interesar más a Podem por su mayor volumen censal, es algo que un espacio superador no puede dejar de lado. Respecto a código éticos, también es clave adoptar un compromiso de no depender de la financiación bancaria y de limitar los salarios y duración de los cargos institucionales, a fin de no convertir el ejercicio de la responsabilidad institucional en una forma de ascensor social que lastre la acción política y estimule el afán de lucro. En ello los avances aportados por Podemos también son significativos. El aspecto de abrir la participación de forma directa a la totalidad de inscritos de Podemos, dada la peculiar composición de su censo, es desde luego más discutible, ya que son bien conocidos los efectos perversos que ello genera en las consultas internas de Podemos, pero el desborde participativo debe ser también una exigencia clave de la que un nuevo espacio político no debe prescindir.

Hay un elemento adicional que no debe dejarse tampoco de lado y es el hecho de que en la fase de fusión de estructuras previas, se ha de facilitar al máximo el encaje de cada pieza, procurando que todo el mundo se sienta cómodo y evitando el choque entre las diferentes partes. En este sentido se han detectado fallos por parte de todos a lo largo de las últimas semanas y meses. Y cuando se fracasa en eso, existe un riesgo evidente de ralentizar el proceso y de que lo que debería ser un proyecto ilusionante y ganador se convierta en foco de titulares mediáticos que lleve a los medios a alimentar el marco de la fragmentación de la izquierda, con el elevado coste electoral que ello conlleva. En definitiva, entrar en una dinámica de tensiones es algo que un espacio superador no se puede permitir y que tiene que interrumpirse cuanto antes.

Con un acuerdo ya sobre la mesa y a la espera de que se amansen las aguas y de ver cómo se prosigue el proceso de confluencia de Un País En Comú, acabamos comentando a modeo de conclusión cuál podría ser la receta magistral exportable para lograr una confluencia exitosa y potente entre diferentes actores, mediante las siguientes cuatro líneas generales:

1.- Los planteamientos políticos deben representar la intersección de las propuestas políticas previas. No es posible en el marco de una confluencia convertir en referentes programáticos las propuestas más radicales, atendiendo un criterio básico de comodidad e identificación de las diferentes partes con el programa.

2.- Los planteamientos participativos que deben trasladarse han de ser los más avanzados que dispongan las distintas fuerzas o debe innovarse sobre las ya existentes para crear organizaciones aun más participativas. La profundización participativa es un aspecto crítico e irrenunciable en un proceso de confluencia.

3.- Las propuestas éticas deben abordar todas las dimensiones de la acción política, con especial énfasis en la conducta de los cargos internos y orgánicos, en el establecimiento de topes máximos de ingresos para los mismos y para el personal contratado y en el establecimiento de una autonomía financiera plena. En este sentido, pues, también deberían adoptarse los códigos éticos más avanzados de que dispongan las fuerzas confluyentes.

4.- Finalmente, en el plano organizativo, la misma dinámica de confluencia obliga a innovar. Debe hacerse asumiendo que las formas organizativas de los partidos a menudo son anacrónicas y que las fuerzas de la nueva política no han desarrollado aún todas las innovaciones necesarias, aunque sí que han aportado novedades significativas. Estos deben tomarse como puntos de partida desde los que ir más allá.

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