De vacaciones y abstracciones

Frans van den Broek 

Los psicólogos, dados a opinar sobre tantas cosas, suelen decir también que el ser humano es cognitivamente miserable (o miserablemente cognitivo, si se tiene un talante más existencialista), en el sentido de que tiende a ahorrarse energía a la hora de hacer funcionar las entendederas. Dicha tendencia a la avaricia es harto útil, por supuesto, ya que permite operaciones de juicio y acción rápidas que le evitan al desamparado ser humano la necesidad de enfrascarse en prolongadas y costosas cadenas argumentativas o inquisiciones perceptivas cada vez que tiene que analizar su situación en el impredecible mundo en que vivimos, lo que, a la larga, puede costarle la vida. Por ejemplo, si en medio de una pradera en la India uno ve un objeto de tamaño mayor o similar al nuestro, de locomoción rápida efectuada por medio de cuatro extremidades, cruzado de rayas negras y amarillas y emitiendo un sonido ronco, lo mejor que uno puede hacer es echar a correr como alma que se lleva el diablo o coger la primera piedra o palo que uno encuentre, concluyendo sin mayores artilugios que se trata de un tigre a la hora de la merienda con intenciones de convertirnos en la suya. Nuestra reacción ha de ser tan o más rápida que la carrera del mentado felino, y esto implica saltarse cualquier proceso de análisis dedicado y completo de la situación, y huir o pelear. Si luego resulta que el supuesto felino era nuestra tía Martina envuelta en un absurdo abrigo de pieles durante las vacaciones de que uno estaba disfrutando en dicho sub-continente, corriendo a nuestro encuentro emocionada para darnos un beso, no importa demasiado, aunque siempre cabrá preguntarse más tarde si las fauces del tigre no hubieran sido mejor que el beso de nuestra tía. Al final paga hacer un juicio súbito, aunque incorrecto, antes que terminar merendado por una fiera, sobre todo si uno sitúa esta tendencia en el contexto más amplio de la evolución de la especie.

Pero esto no quita para que la susodicha miseria cognitiva no nos traiga problemas también, como no fuera más que una proclividad a simplificar demasiado las cosas y a reducir la miríada incontable de impresiones que es el universo a imágenes manejables y baratas. No pude evitar estas reflexiones durante las últimas vacaciones de verano, que me llevaron, entre otros lugares, a la Ciudad Luz. París es, qué duda cabe, una ciudad hermosa, vibrante y atractiva, pero su principal problema es ser la ciudad turística más visitada del mundo. Si nuestro mundo –o mejor dicho, nuestra interpretación del mismo- es de suyo un lugar abstracto y simplificado, una ciudad turística se ha hecho, por dicha razón, cuasi-invisible. ¿Qué vemos al contemplar la Torre Eiffel? ¿Una armoniosa e impresionante estructura de hierro, símbolo del poderío industrial y colonial de Francia? ¿Una esbelta dama custodiando los pormenores de los parisinos? ¿La torre de los poetas, de los ingenieros, de los enamorados? Si algo vemos, que lo dudo, es un lugar en el mapa turístico de Europa, una atracción de obligada visita y larguísimas colas, una multitud de corderos arriados por las exigencias de rutinas cuya naturaleza nadie se para a pensar, una entrada en el itinerario que uno debe recorrer en el viaje de la vida para mantener la dignidad ante los ojos de los demás. Con seguridad habrá quien la vea con ojos de niño, cual si fuera la primera vez, en toda su majestad y extrañeza. Pero lo que la mayoría vemos es el estereotipo, el cliché, el menoscabado monumento a la trivialidad en que se ha convertido. Vemos, en suma, una abstracción. Lo mismo pasa con casi todos los lugares turísticos del mundo, que acaban convirtiéndose en su estereotipo, esto es, en una cosa quizá parecida a lo que realmente es, pero definitivamente distinta.

He mencionado a la Torre Eiffel, pero donde este fenómeno alcanza proporciones nauseabundas es en el museo del Louvre. Se dirá que este no es de los comportamientos más lamentables del ser humano, el de visitar lugares porque nos han dicho que debemos hacerlo las costumbres turísticas de nuestra cultura globalizada. Después de todo allí están las guerras, las masacres, la criminalidad, la corrupción, la codicia o el engaño. Me atrevo a afirmar, sin embargo, que en buena parte el trasfondo es el mismo: la tendencia a la estupidez que nos hace ahorrar energía mental y dejarnos llevar por los mecanismos más especiosos de nuestra mente. ¿Qué es lo que mira el turista masivo al contemplar La Gioconda de Leonardo? Igual podría estar mirando una postal o los movimientos de su ombligo, pero el ritual consiste en gastarse el dinero en venir hasta aquí, tomar fotos del famoso cuadro y largarse a los tres minutos, el promedio de tiempo que puede dedicar a semejante experiencia estética. Para luego contarse a sí mismo y a los demás que ha contemplado en persona el mejor cuadro de la historia de la civilización occidental, la mismísima Monalisa. Por tres minutos enteros. Y tomado veinte fotos, por encima de la cabeza de las otras decenas de turistas masivos que se apelotonaban alrededor suyo. Mientras que veinte metros más adelante, abandonados a su suerte y sin nadie que los adore de igual modo, se mueren de frío estético los cuadros de Caravaggio, por nombrar a un pintor de igual o mejor calidad que el estereotipado Leonardo. No en vano se dice que tenemos alma de borrego. Las consecuencias son muy distintas y muy otras las motivaciones, pero ¿no es algo similar el creernos de pronto que nuestros vecinos de toda la vida son ratas inmundas porque un enajenado al que de pronto todo el mundo escucha lo repite con furibunda retórica, como ocurrió en una de las naciones más avanzadas del mundo, la Alemania de entreguerras, para con los judíos? ¿Es esencialmente diferente tomar fotos compulsivamente de la sonrisa más publicitada del planeta que enterrarse en las torres gemelas del WTC volando un avión comercial, como ocurrió hace once años? Tanto el turismo masivo como la cosmovisión fundamentalista ejercitan una reducción similar del mundo a un par de rasgos arbitrarios, en un caso con gozo relajado, en el otro con odio y resentimiento. Al ser humano, después de todo, no se le da bien eso de pensar demasiado: se le da muy bien, en cambio, la avaricia cognitiva.

Sé que lo anterior es en no poca medida injusto y producto acaso del mismo mecanismo de reducción que critica, pero cuando el río suena, decimos en casa, es que piedras trae. Utilicé la palabra nauseabundo: en mi caso lo fue de manera literal. Tal era la aglomeración de turistas en París que en las dos ocasiones de que trato (la visita a la Tour Eiffel y al Louvre), me sentí a punto de vomitar, agobiado por el sol, las largas colas, los horarios cambiados y el pesimismo antropológico. No lo hice, felizmente, y pude subir a la cúspide de la torre y tomar no veinte, pero sí unas cuantas fotos de la Monalisa, y disfrutar también de una ciudad que, aunque abstracta y enterrada bajo capas incontables de estereotipamiento, sigue siendo una belleza y un regocijo. Pero la próxima vez me voy a Mongolia, de la que todavía no tengo muchos estereotipos, aunque seguro que Genghis Khan se me atraviesa en el camino.

8 comentarios en “De vacaciones y abstracciones

  1. No deja de ser curioso lo que interesa a los científicos la conducta humana, y averiguar como poder manipularla y así controlar la voluntad de las personas.

    La conducta humana es muy compleja, es muy difícil saber que lleva a cada persona a actuar, placer, amor, odio, temor. Por qué una persona hace una determinada cosa, para satisfacer una necesidad, motivada por sus sentimientos, consecuencia de una decisión adoptada de forma racional. Una persona ve un tigre y se refugia, ¿Por qué lo hace?, lo teme, no lo gusta la caza, no quiere matarlo y mancharse de sangre,….Según Vd. cualquiera de esas respuestas seria posible pero no la de “Esta pensando que hacer”, pues el hombre, excepto Descartes, tiende a no pensar o pensar mas bien poco.

    Comparto con Vd. la fuerza de los estereotipos sobre nuestras vidas. Dudamos, pensamos, y elegimos, pero no sabemos porque elegimos, si libremente o condicionados por ejemplo por estereotipos.

    A la gente desde antiguo le ha gustado viajar y conocer sitios nuevos, no es una moda que surja con la globalización, lo que ocurre es que la globalización ha coincidido con una época en la que viajar es mas barato y por tanto hacer turismo esta al alcance de un mayor numero de personas.

    No comparto su observación sobre el turismo, pues entiendo que al respecto es Vd. Partidario del viejo dicho de “No es la miel para la boca del asno”, es decir considera que las maravillas del mundo deben ser contempladas por aquellos que tienen la suficiente cultura para valorarlas como tal por su belleza, características, etc. No es acaso más estúpido que el turismo, que el deseo de conocer otras culturas, pagar altos precios por acudir a espectáculos masivos, musicales, deportivos, o a los propios toros.

    “Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”, Vd. Considera que el necio aunque viva rodeado de ratas debe abstenerse de viajar y hacer turismo porque ello no contribuirá a otra cosa que a incrementar su estupidez.

    Seguramente a su artículo Forrest Gump contestaría: Mi mama dice que tonto es el que dice tonterías, no el que hace turismo.

  2. Apreciado Frans van den Broek ,eso te pasa por no venir de vacaciones a Ibiza,no tenemos Louvre ,ni Torre Eifel ,pero tenemos lo que hay que tener ,carne fresca tostandose en las playas,entre rios de colas de gente que entran en las discotecas a cualquier hora,en Ibiza solo se vomita ,para seguir comiendo todo lo que te den…..jeje.

  3. Interesante artículo, y tan bien escrito como siempre. Lo cierto es que plantea una cuestión un tanto peliaguda. A veces puede pasar que determinados lugares resulten pesados de visitar, por más hermosos que sean, debido a las aglomeraciones (me pasó con Venecia), pero ¿cómo adoptar esa actitud un tanto elistita, de pretender que no viajen más que unos pocos escogidos?

    Esto es lo que hay, y habrá que bandearse lo mejor posible, o bien buscando sitios no tan frecuentados, practicando un tipo de turismo más alternativo. Y si de todas formas, uno se muere de ganas de visitar la Torre Eiffel, tampoco se tiene que quedar con las ganas.

    Por otro lado, es verdad que tampoco hay que obsesionarse por ese «hacer CV» que parece aquejar a tantos. Cada cual que vea lo que realmente le apetezca

  4. Don Jose (de ayer)

    La verdad, no recuerdo de dónde he sacado la idea de que ibas en moto… A lo mejor es que te he confudido con Jorge Lorenzo…

    Es que hoy empiezo vacaciones (1 semana) y tengo ya la neurona de aquella manera…

  5. Muchas gracias por los comentarios, queridos amigos, que subscribo incluso parcialmente. Quiero decir: en absoluto creo que el turismo cultural solo deba ser para las élites. Al contrario, las élites suelen ser tanto o más estúpidas que la masa. A lo que me refiero es a tendencias humanas omnipresentes que el hacer turismo me hizo recordar de manera un tanto física, pero por mí que haga turismo el que quiera y como quiera. A fin de cuentas, es fuente de gozo y relajación. Me interesa, sin embargo, la mente humana y sus peripecias, ocultas o no. Elias Canetti tiene algunas páginas sobre la masa que creo recordar se refieren a lo que quiero decir de modo más iluminado. Los fenómenos de masas son fuente enorme de energía, y un grupo coordinado puede hacer maravillas, pero también supone muchas veces una suspensión del juicio y un comportamiento de oveja. Es parte de la condición humana encontrarse en esta posición intermedia en la que un paso lo puede convertir en héroe, y otro en bestia. El hacer turismo no nos convierte en ninguna de estas cosas, pero sí que repite, en una escala benévola, mecanismos cognitivos y de comportamiento que en otras circunstancias pueden ser incluso peligrosos. Pero me gustaría escuchar más opiniones al respecto. Suerte con los rescates y un abrazo a todos.

  6. Off topic:
    Por si no se habian dado cuenta de que el Partido Popular esta gobernando como un golpista aqui les dejo esta perla de su «cabeza pensante»

    Aznar: «El Estado del bienestar es insostenible»

    «España necesita modernizar el país, más flexibilidad y más disciplina», afirmó, a lo que -según FAES- añadió que «los dos grandes problemas de España ahora mismo son el modelo de Estado, que no funciona y hay que reformar, y el estado de bienestar, que es insostenible».

  7. Queda muy claro que «la avaricia cognitiva» permite al ser humano practicar una conducta de borrego sin sentir vergüenza de ello. El problema es que tenemos mucho tiempo libre y muy pocos saben como disfrutar de ello sin tener miedo a las preguntas de otros borregos al volver de vacaciones. ¿Que tal en Paris? Pues estuve contemplando el Sena, luego anduve por sus calles, me gustó ver las banderas tricolor ondeando alegremente como cuando las veía en cuadros impresionistas, me gustaron esos tejados de pizarra con mansardas, vi de lejos la torre eifel y el Arco de Triunfo con su bandera colgada dentro del Arco, luego me fui a Montmatre donde cené con unos amigos y me divirtió ver cuanta gente paseaba por allí tan tarde por la noche. ¿pero no entraste en el Louvre? O sea que no viste la Monalisa, no sabes lo que te perdiste, es una maravilla esa sonrisa tan delicada. ¿Tampoco subiste a la Torre Eiffel? Te perdiste una vista maravillosa. merece la pena subir al primer edificio tan alto construido con acero.
    Enfin, que como no queremos que nos critiquen a la vuelta de vacaciones, hacemos todo lo posible por visitar todos los fetiches del turismo. Es mas, creo que hacemos las fotos como certificado de que allí estuvimos. Enfin, que la avaricia cognitiva, tiene sentido si exploramos nuestro miedo a ser criticados. Incluso ir a Ibiza a ver los cuerpos tostandose al sol, por la noche ir a la discoteca y contar que tuviste un ligue maravilloso aunque no fuese asi, es otra forma de borreguismo.

Deja una respuesta