Del gótico a la ciencia ficción: cambio de género al final del camino

Arthur Mulligan

Víctor Frankenstein representa un típico genio loco, un genio que rompe con toda barrera moral, social, científica y, en cierto modo, religiosa, al padecer de una megalomanía y un narcisismo exacerbado. Al igual que en la novela gótica se abren muchas preguntas sobre la ética humana, el monstruo que recrea Mary Shelley con la técnica del traspaso de órganos y tejidos es un símbolo de que todos podemos llegar a ser malvados porque la maldad vive dentro de nosotros junto a la bondad y el mundo irracional; es por eso que en su forma política moderna el gusto por la aparición de cadáveres de malvados (Franco, Queipo); viajes en el tiempo (la II República, la Guerra Civil Española) o sátiros excarcelados con pulsiones sexuales intactas, renuevan el género.

Pero como siempre ocurre en los gustos anacrónicos (uno de ellos el marxismo político) o sencillamente en la ausencia de gusto – lo kitsch o lo hortera nacional – la historia se repite, primero como drama y luego como farsa. Lo novedoso, aunque no tanto en la naturaleza (véase la capacidad mutante de los virus), es la rapidez de los cambios y de la previsión de su inmediatez, de la supervivencia de los participantes y sus clases.

En medio de ese combate muchos referentes desaparecen, como los millones de microorganismos que participan en el experimento de la aceleración de la voluntad de vivir. Son los famosos efectos colaterales que combinan realismo y mala conciencia.

A punto de comenzar la batalla queda demostrado que en el interior de la mayoría minoritaria prevalece un sesgo cainita, un sesgo de todos contra todos, con una líder de momento sin base y con un miedo escénico para liderar a los que intentan destruirla y por eso ha convertido el periodo de escucha (una fábula populista y montonera) en las reformas de El Escorial.

Pintan bastos en las alternativas previas al periodo electoral poco propicio a la sociología fantástica; al pan, pan y al vino, vino.

Ya terminaron con los camposantos repletos de antifascistas y se impone la vida, las subvenciones, y la olla de las pensiones.

Y si los ejércitos anglosajones contratan autores de ficción para sugerir potenciales amenazas y contramedidas, lo menos que corresponde es utilizar a los ministros creativos y disponibles para mostrar un problema real, negociar con la otra cara del espejo y repicar las campanas llamando a un tedeum final: la reforma de las pensiones ha tenido lugar sin violencias callejeras o huelgas improductivas. Todo resuelto pacíficamente, como en los mejores tiempos de la mayoría de investidura. Con arte.

Porque aquí y en Francia, todos los políticos son socialdemócratas y herederos de un Estado del Bienestar que hace agua a marchas forzadas.

El que surgió en Europa a la cola del New Deal y de la Segunda Guerra Mundial; el que estaba basado en la extracción de rentas imperiales y coloniales tanto como lo estaba en la innovación y progreso social europeos; basado tanto en la generosidad estadounidense (Plan Marshall, no nos engañemos) y la defensa y energía baratas como lo estaba en la solidez industrial alemana e inglesa. Y hoy está Europa a casi dos velas. ¿Será capaz de recrear un Estado del Bienestar de verdad, genuino? Mientras se siga sugiriendo o, peor aún, verificando, que las pensiones públicas mejoran los salarios, no.

En estos días previos a la aprobación de la reforma de las pensiones muchos trabajos que se presentan en la prensa refirieren con escasas diferencias una misma realidad.

Por su didactismo he elegido este de Jose Antonio Herce.

“Y todos los trabajadores de los países avanzados ahorran para su jubilación, cuando pagan cotizaciones a la Seguridad Social. Pero lo hacen de una manera muy peculiar ponen una parte nada despreciable de su salario, cada mes, en los bolsillos de la Seguridad Social, que, por una parte, les hace en su sistema un apunte contable en el que se hace constar su número de afiliación, el mes y año en que se ha producido el pago y el salario porque se ha cotizado (hasta un tope).

Como contrapartida, los afiliados reciben la promesa de que las contribuciones realizadas se convertirán en el futuro, décadas más tarde, en muchos casos, en una pensión mensual, vitalicia de un importe a determinar en su momento, y cuya percepción dependerá de condiciones adicionales, como la edad a la que se jubile el trabajador y la acumulación de un número suficiente de años de cotización, entre otras.

Por lo dicho hasta ahora, cabe preguntarse si esta forma de comprar derechos de pensión en la Seguridad Social es racional. Sin duda, los tipos de cotización vigentes arrastran un ajuste histórico que tiene que ver (vagamente) con el montante de la prestación, pero al no aparecer en la fórmula las cotizaciones efectivamente pagadas cabe preguntarse, como mínimo, acerca de la racionalidad de dicha fórmula. De hecho, el tipo de cotización podría ser diferente al actual y la anotación en la cuenta del trabajador no variaría. Tampoco variarían los derechos de pensión. Pero la cuota efectivamente pagada sí variaría determinando resultados tan importantes como la suficiencia financiera del sistema o la equidad de las pensiones.

También, como es bien sabido, las cuotas abonadas a la Seguridad Social no se acumulan en nombre del trabajador que las realiza, ni siquiera se le atribuyen contable o nocionalmente, sino que se utilizan para pagar las pensiones del momento. En condiciones de una economía productiva y dinámica, lo cual no es el caso de la española desde hace lustros, los excedentes del ejercicio se trasfieren a un fondo de reserva para utilizarlos en momentos de necesidad.

En este marco contable, fruto de una evolución histórica incrementalista, carente de racionalidad, nos encontramos con un diseño altamente disfuncional que produce resultados incoherentes con la evolución de la economía, el mercado de trabajo y la demografía, mucho menos manejable que la del sistema de pensiones que, se supone, debería adaptarse a estos cambios con soluciones avanzadas.

Consideremos el siguiente caso. Un trabajador que alcanza la edad de jubilación (66 años y 6 meses hoy) y que ha cotizado durante 40 años el 28,3% de un salario anual de 30.000 euros (a precios de hoy) habría acumulado un total de cotizaciones actualizadas de 339.600 (a precios de cada año, con el salario creciendo al 2% anual durante 40 años hasta los 30.000 euros de la víspera de su jubilación, habría acumulado 236.893 euros).

Si ha cotizado a un sistema de reparto como el de la Seguridad Social Española, en lugar de una cuenta de ahorro con ese saldo a la víspera de su jubilación, tendría un registro administrativo de cotizaciones a lo largo de esos 40 años por bases de cotización (salarios brutos, de hecho, para la mayoría de los trabajadores) como los indicados. Pero nadie habría registrado las cuotas efectivamente abonadas a la Seguridad Social, solo las bases por las que ha cotizado y los años de cotización.

Si este trabajador hubiera cotizado, alternativamente, a un sistema de capitalización, en vez del anterior registro administrativo de la Seguridad Social a la víspera de su jubilación, tendría el saldo de sus aportaciones efectivas más los rendimientos acumulados de las mismas en una cuenta de su propiedad.

En la Seguridad Social española, la pensión de este trabajador representativo se calcularía tomando las bases de cotización de los últimos 25 años y actualizándolas para formar la “base reguladora” de su pensión. Los 30.000 euros anuales (actualizados) de esos 25 últimos años valdrían perfectamente como base de cotización de cada año porque son inferiores a la base máxima de cotización, de forma que la base reguladora sería el resultado de sumar las bases de cotización (salarios anuales actualizados, es decir 30.000×25 = 750.000 euros) y dividir esta suma por el número de pagas mensuales del periodo de cómputo (25×14 = 350), es decir 2.142,86 euros = 750.000/350).

Por su carrera de cotización, de 40 años, el trabajador tiene derecho al 100% de la base reguladora, por lo que la paga mensual (14 pagas al año) será de 2.142,86 euros, en firme, dado que este importe es inferior a la pensión máxima vigente. Suponemos también que el trabajador se jubila a la edad legal por lo que no intervienen en este cálculo penalizaciones ni bonificaciones por jubilación anticipada o demorada. La pensión anual por lo tanto (con 14 pagas al año) asciende a 30.000 euros, exactamente igual al salario del trabajador en el año previo a su jubilación.

Si la esperanza de vida de este trabajador, una vez jubilado fuese de 20 años, recibiría una masa de pensiones total cuyo valor presente sería de 600.000 euros, es decir, un 76,68% más de lo que habría contribuido al sistema. Esto equivale a decir que a los 11 años y 3 meses de haberse jubilado el trabajador ya habría recuperado todo lo cotizado y aún le quedarían 8 años y 9 meses y medio para recibir su pensión. Esto equivale a que la Seguridad Social asegurase una rentabilidad media de las cotizaciones del 5,78% (nominal, 3,78 puntos porcentuales por encima de la hipótesis de inflación, del 2%, adoptada para este caso).

Ya se ha comentado que en la fórmula española no se tienen en cuenta ni las cotizaciones efectivamente pagadas a la Seguridad Social ni la esperanza de vida del trabajador. Es decir que si, en vez de haberse pagado el 28,3% de tipo de cotización, se hubiese pagado otro tipo distinto, el cálculo de la base reguladora habría sido el mismo. El cálculo de la pensión no lo sería, ya que algún tipo de adaptación se habría seguido para evitar una desproporción injustificable, pero no hay forma de saberlo. De todas formas, esta manera de calcular la pensión, ya de entrada, ofende a la razón

Si, en el curso de su vida como jubilado, la esperanza de vida de nuestro agente representativo aumentase en 5 años, la Seguridad Social debería abonarle pensiones adicionales por importe total de 150 mil euros (antes de ajustarlas por inflación), por el mismo importe cotizado a antes de jubilarse.

No puede ofender a la razón que, si los trabajadores jubilados experimentan aumentos de su esperanza de vida, la Seguridad Social siga pagándoles la pensión que venían percibiendo. Pero alguien tiene que pagar eso y hay formas de lograr ajustes más racionales durante la fase laboral que en España no se quieren aplicar, como por ejemplo vincular la edad de jubilación a la evolución de la esperanza de vida.

En materia de Esperanza de Vida, lo que, no ya ofende, sino que hiere y mata a la razón, es algo que la Seguridad Social lleva haciendo durante toda su larga historia. Se trata de que los trabajadores de menor formación, ingresos y otras desfavorables condiciones de vida viven bastantes años menos que los trabajadores más favorecidos. Esto significa que, incluso habiendo tenido el mismo registro de cotizaciones y duración de la vida laboral, los primeros van a disfrutar de su paga mensual mucho menos tiempo que los segundos. En otras palabras, los «pobres» subvencionan la pensión de los «ricos».

La Seguridad Social reconoce pensiones manifiestamente excesivas con arreglo a los recursos que se han aplicado para respaldarlas, porque estos recursos (las cotizaciones) no se rentabilizan lo suficiente para generar recursos adicionales, ya que se reparten en el momento de generarse, lo que conlleva fuertes déficits de los que debe encargarse el Estado contra la deuda pública de la nación, ya que la insuficiencia de los recursos propios es cada ejercicio mayor. La Seguridad Social domina el panorama previsional español, lo que es una anomalía en el mundo occidental.

No es normal que los sindicatos y los partidos políticos tengan tanto poder a la hora de reformar la Seguridad Social. En detrimento de los comités técnicos, cuya huella es prácticamente inexistente en los resultados finales de las leyes.

En España no nos tomamos en serio las pensiones. Y quienes dicen defenderlas, a la vista de los resultados, son, de hecho, quienes menos las respetan.

La lucha contra la desigualdad y la pobreza no debe acometerse desde el sistema de pensiones, sino desde los Presupuestos Generales del Estado, para trabajadores, pensionistas y resto de ciudadanos.

En esta ocasión, y después de muchas maniobras dilatorias que de facto terminaban con declaraciones contradictorias fruto de su confusión, se han encontrado unos paganos «solidarios»: las empresas, todos los trabajadores a los que se duplica una tasa del 0,6 al 1,2 % y una contribución especial del 6% a los salarios que excedan de 53.000 €, negando lo dicho en Julio de 2021 por el mismo Ministro: «nosotros tenemos ya cotizaciones muy altas y más altas que la mayoría de nuestro entorno».

Y aún con todo ni siquiera sabemos si va a ser suficiente para pagar el agujero. Un sueldo muy alto tendría de este modo un tipo marginal (que ya está a partir de 60.000 € en el 47 %) próximo al 66 – 67 %, uno de los tipos marginales sobre el trabajo más altos del mundo.

Así es difícil que vengan profesionales cualificados a este país o que no se vayan empresas punteras.

Pero no importa, según la locuaz Montero la finalidad de las pensiones no es satisfacer el egoísmo vital de los pensionistas, sino provisionar a sus familias para llegar a esos pequeños consumos que no les permite su renta porque las pensiones son la mejor herramienta de distribución social.

Un país que no crea empleo de calidad, especialmente entre los jóvenes (cifras superiores al 40 % de paro), que insulta a sus empresarios (antipatriotas, egoístas, avaros, señores de los puros, etc), con índices demográficos descendentes, con una inmigración abierta al trabajo sin pasar por los distintos grados de enseñanza y con reservas en su integración, con un porcentaje creciente de clases pasivas favorecidas en sus pensiones, etc. es sencillamente imposible que pueda asumir una reforma de las pensiones sin contar con las empresas.

Escuché un día que el buen técnico que es Escrivá lo es también para falsear la cuestión.

A la vista de sus malas compañías su reforma lleva el sello del modo de legislar de Sánchez.

Patadón a la caja de latón cuadrada y a esperar acontecimientos como un Blade Runner sin lágrimas que derramar en la lluvia.

4 comentarios en “Del gótico a la ciencia ficción: cambio de género al final del camino

  1. Lo de las pensiones es muy complicado. Me supera. Hoy oí a Escrivá en la radio y resultaba muy convincente sobre la mejoría del sistema respecto a la reforma de 2013 y sobre los menores costes frente los países de nuestro entorno.
    Una sugerencia para el articulista. ¿No sería mejor poner un vínculo en vez de copiar y pegar un largo trozo de otro artículo? Además, no me ha quedado claro dónde acaba Herce y recomienza Mulligan.

  2. Tiene razón, metodológicamente debería ser así , pero como estamos ante trileros y prima el principio « no me toques lo mío y el que venga por detrás que arree » son muchos los interesados en echar tinta de calamar al debate , empezando por el Gobierno , CC. AA. ricas como Euskadi que recibe transferencias escandalosas de renta y de “ gastos impropios ” , etc etc . , que unidos a la pereza intelectual para abordar las cuentas públicas , en sí mismas no muy diferentes de los presupuestos de cualquier familia en donde – a otra escala , claro está – rige el principio contable básico : si ingresos – gastos es < 0 debe usted endeudarse procurando no llegar a extremos difíciles de gestionar ( 1,5 billones por ejemplo ) disparando con pólvora del Rey.

    Es tan burdo el plan de Escrivá , tan fantástico en sus propósitos, tan megalómano ( Europa nos mira ) y tan cercano a las elecciones , que irrita en sus mentiras fundamentales , sobre todo teniendo a los sindicatos en una vicepresidencia y a la UE dispuesta a validar algo que desde ya se le antoja una quimera .

    Y desde luego los números son infinitamente menos misteriosos que los que se utilizan para calcular el Cupo o las transferencias netas de renta a Cataluña , terreno abonado para la demagogia , es verdad , pero demagogia cruzada .

    Es como quejarse de efectos indeseados , o despreciar la colaboración del PP ( con el rudo estilo de Patxi ) para luego confiar en la lealtad en cuestiones de estado ante la estampida de sus malas compañías .

    Acepto su recomendación de la trazabilidad de las fuentes y la separación entre información y opinión .

  3. ¡Ay Mr Mulligan!
    Si Mary Shelley levantara la cabeza,le daría una sonora bofetada..ejem.
    Me da igual que el artículo ,pueda ser un largo corta y pega,considero que es un fiel reflejo de lo que le pasa por la cabeza a la hora de sacar «su tinta de calamar» para mostrar su increbantable sentido del ridículo cuando ataca al gobierno de Sánchez y sus políticas.
    Cuando he leído:
    «No es normal que los sindicatos y los partidos políticos tengan tanto poder a la hora de reformar la Seguridad Social. En detrimento de los comités técnicos, cuya huella es prácticamente inexistente en los resultados finales de las leyes»
    Me he echado a reír y me he acordado de las palabras del ministro Escriva en una entrevista con Susana Griso en Ant 3 ,en la que venía a decir que durante mas de dos meses «los comites tecnicos» del gobierno del estado y de la UE ,acabaron dando cuerpo y forma a la reforma de las pensiones presentada por el.gobierno de ESPAÑA y recalcó ESPAÑA.
    Un acuerdo SÓLIDO y con el beneplácito de la UE.
    Es decir ,pretenden decirnos que se equivoca el Gobierno de España y las instituciones europeas y que sólo ellos tienen la facultad intelectual y política para solucionarle la vida a los pensionistas españoles.
    Menudos «comités técnicos»» tienen la carcundia mediática que despliega día a día sus más bajos instintos biliosos en contra de todo aquello que son incapaces de asimilar democráticamente.
    En fin….¡¡Ladran,luego cabalgamos!
    ….JAJAJA…que nervios.

  4. No creo que Mary Shelley apreciara su « increbantable » adhesión a la causa del PSOE presidencialista que hoy celebra un servil Comité Federal desprovisto de contenido . Pero mucho menos su ausencia de comentarios sobre cifras que avalen una posición , creíble o no, pero con apariencia de cierta estructura lógica .
    Hoy Tezanos regala al Comité Imperial del PSOE una encuesta que refleja la subida de votos para su partido gracias sobre todo al efecto favorable del caso Ramsés y la conveniencia , en buena lógica , de la proliferación de prostíbulos libertarios .

    El papel lo aguanta todo .

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