¿Delenda est Monarchia?

Pedro Luna Antúnez

Realicemos un somero repaso a un periodo de la atribulada historia de nuestro país. La primera restauración borbónica desembocó en una dictadura: la de Miguel Primo de Rivera entre 1923 y 1930. En enero de 1930 el rey Alfonso XIII, acuciado por el creciente malestar social en las calles y temeroso de que el desprestigio de las instituciones alcanzara a la Corona, puso fin a una dictadura que él mismo había promovido años antes. Para restablecer cierto orden constitucional el Borbón propuso al general Berenguer la formación de un gobierno de concentración. O lo que es lo mismo: se pasó de una dictadura de corte clásico a una dictablanda. El objetivo no era otro que el de salvar la monarquía.

Noventa años después podríamos decir que vivimos los días postrimeros de la segunda restauración borbónica. O no. En este ciclo político y social que se inició hace diez años con la eclosión del movimiento 15M hemos asistido al surgimiento de nuevos partidos políticos, a la crisis del debate territorial en Catalunya y al desgaste de la propia monarquía entre la abdicación y posterior huida del país del llamado rey emérito. Una década en la que se ha quebrantado el pacto social y constitucional de 1978 y en la que el propio sistema se ha movido entre la agonía y la recomposición. Porque como ocurrió en los primeros meses de 1930, ya se vislumbran en perspectiva maniobras para mantener a flote la monarquía. La diferencia entre aquella etapa histórica y la actual quizás estribe en el papel de la izquierda. Y me explicaré.

En las últimas horas hemos conocido por la prensa que los letrados del Congreso de Diputados admitían a trámite la petición de Unidas Podemos de investigar a Juan Carlos I por el uso de tarjetas opacas. Pocas horas después la respuesta del otro socio del gobierno, en este caso el PSOE, no se hacía esperar al comunicar su voto negativo a la creación de la comisión de investigación. En consecuencia, la comisión tiene las horas contadas ante el rechazo del PSOE. Curiosamente este era el quinto intento de abrir una comisión para investigar al rey emérito y lo que es más importante, la primera vez que contaba con el informe favorable de los servicios jurídicos del Congreso. Pero una vez más la iniciativa no prosperará.

Obviamente, y volviendo a la historia, en 1930 la actitud de la izquierda fue otra bien diferente. En agosto de 1930 varios partidos progresistas y republicanos firmaron el Pacto de San Sebastián, sumándose en octubre el PSOE y el sindicato UGT, éste último con el firme propósito de convocar una huelga general que enviase a la monarquía a “los archivos de la historia.” El pacto fue el certificado de defunción al proclamarse seis meses después la Segunda República. Cabe decir que aquella izquierda halló el respaldo de la intelectualidad de la época y que la misma analogía histórica que hacíamos servir para la izquierda bien podríamos utilizarla para los intelectuales. En noviembre de 1930, Ortega y Gasset publicó El Error Berenguer en el diario El Sol, un artículo que pasaría a la historia de España por su última frase: Delenda Est Monarchia. Fue el canto del cisne de una intelectualidad hastiada con la monarquía. La generación de Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Giner de los Ríos, Pérez de Ayala, Antonio Machado y el propio Ortega y Gasset, sirvió de contrapeso para desnivelar la balanza política. Para desterrar la monarquía y empujar a España hacia el progreso social y cultural.

Sé muy bien que los contextos históricos no son intercambiables como piezas de un puzle y que el análisis es algo más complejo que el de trazar sin más una comparativa entre 1930 y nuestros días. Ni la izquierda ni la opinión pública son las mismas de hace noventa años, ni responden a los mismos anhelos y necesidades. Pero la coherencia y el instinto político son valores que deberían de ser inalterables al paso del tiempo. Hoy no es fácil encontrar esos dones en las figuras más relevantes de la política y la cultura del país. Ni siquiera es muy común el don de la oportunidad, que no confundir con el del oportunismo, mucho más extendido. No se sabe o no se quiere ver la oportunidad del cambio, básicamente se vive muy cómodamente con las prebendas y regalías de un sistema que, incluso en su declive, continúa disponiendo de toda la artillería pesada a su alcance. Y claro está, hay quienes se ofrecen para servir de artificieros. No en vano, y si no cambia mucho el panorama, asistimos al nuevo acto lampedusiano de nuestra historia: algo debe cambiar para que todo siga igual.

8 comentarios en “¿Delenda est Monarchia?

  1. Hay otra diferencia entre 1930 y hoy: los pecados del monarca emérito, son mucho menos graves que los de su abuelo, y los de Felipe VI, inexistentes. Esto cuenta y bastante. El emérito ha sisado y no cotizado desde siempre y con impunidad pero no ha amparado dictaduras ni dictablandas y el que quiera acusar de que estaba detrás de Armada, que presente pruebas, porque las tenemos de lo contrario. Esa es la principal razón por la que la izquierda moderada le aceptó de buena gana y prefiere su destierro «voluntario» a la caída del régimen. Al menos hasta que el hijo no incurra en pecados similares. Y, por otro lado, yo que soy republicano no puedo imaginar cómo narices elegiríamos Presidente. Si por sufragio universal, casi prefiero que el Pedro Sánchez de turno no sea jefe del Estado, una figura que debe ser más paternalista y amplia: basta ver lo mal Presidente que ha resultado ser Trump por hacer lo contrario. Y si por votación de las Cortes, cómo hacemos viendo que no somos capaces de renovar nada por consenso? Cuando me demuestren que hay algo que funcionaría mejor en la práctica, me apuntaré encantado, pero no lo veo.

  2. Yo ya no me planteo si monarquía o república simplemente le hogo entre personas y sus capacidades para desarrollar con eficacia el cargo que ocupa. Ojalá los políticos que nos gobiernan hubiesen adquirido la formación que Felipe VI demuestra tener en comparación con ellos.
    El Rey emérito pertenece a una etapa en la que la corrupción como aprovechamiento y abuso de poder ha sido generalizada y él mismo ha sucumbidoa en esa dinámica, con la diferencia de que no se habla de dinero público como en la mayoría de los abusos adjudicables a cargos públicos. Dádivas, comisiones, o lo que hayan sido, han tenido como contrapartida, aunque ello no sea justificable, operaciones de gran envergadura y repercusión económica y en las que la pertenencia al círculo de «la realiza» aparenta tener alguna influencia favorable en las adjudicaciones.
    si el actual rey no se desvía, y creo que se puede tener confianza en ello, seguiré apoyando a la monarquía parlamentaria como sistema.

  3. ¡¡Manda huevos,muchos huevos!!
    ¡¡Cuantos más,mejor!!
    Porque ….Ad praesens ova cras pullis sunt meliora
    » Los huevos de hoy son mejores que los pollos del mañana.»
    Dicho esto…como decía ayer,está demostrado que ser republicano no te hace ser más demócrata que aquellos que según ellos no son…»demócratas»….Ejem.
    El republicanismo en España se está convirtiendo en «El Joker» ,El comodín de la baraja,para montar cualquier «pollo»…o pataleta jurisdiccional….y todos sabemos los problemas mentales que sufre,pobrecito, El Joker..jeje.

  4. Bueno, se dice en los comentarios que si elegimos sufragio la jefatura del estado podremos elegir a un «impresentable». Quizás, pero podremos discutirlo, fiscalizarlo y luego votar a otro. Lo que es la forma democrática de elegir a unos representantes políticos. Ahora mismo no es posible.

    Y por fin ya sale en algún comentario el que bueno nos era la corrupción.

    Se comenta por aquí que los pecados de la actual monarquía no son comparables con los del abuelo y padre del desastre de Annual. Pues no lo sabemos por qué llevan años mintiéndonos y ocultando información. Lo acabamos de ver, tenemos indicios de «pillerías» reales pero no sé pueden investigar en el Congreso.

  5. Hablo de memoria, pero precisamente diría que se pasó a la dictadura de Primo de Rivera para obviar el informe Picasso por el desastre de Annual. Los ciclos son largos, pero hay que ayudar a favorecerlos, ampliando la democracia, la educación, la igualdad….

  6. Ejem….no se por qué hay tanta inquina contra El Rey Emérito ,si cuando era jefe del estado representaba a todos los españoles y cuando digo a todos es a todos…
    Sólo hay que ir a la hemeroteca y ver que al Rey Emérito se le puede acusar de todo lo bueno y lo malo que hemos visto en nuestros días de periplo democrático en política y en la sociedad.
    Es decir….para eso están los hijos,,para no cometer los mismos errores que sus padres…pero teniendo en cuenta que «La juventud es una enfermedad que se cura con los años.»….jeje.

  7. Son tantas las diferencias que carece de sentido establecer comparaciones y mucho menos de ciclos.
    Para empezar , el marco legal de la monarquia , la dictadura , la díctablanda y la república , así como las condiciones materiales del país y el contexto internacional , dejaban mucho que desear como consecuencia de un decadente siglo XIX lleno de curas , moscas , aislamiento y opresión.

    Para elegir sobre un sistema político hace falta sobre todo un poder constituyente , un trámite que evitaron a toda costa los exaltados representantes catalanes , sabiendo , como saben, que no conduce más que a una frustración permanente.

    De hecho , un poder constituyente es hijo las más de las veces de la excepcionalidad y como tal no puede ser definido en términos sustantivos sino formales. Es el que es en el seno de la excepcionalidad , por eso carece de sentido demandar un derecho a decidir sin el exigente complemento directo.

    Calificar de dones la coherencia y el instinto político como valores inalterables vuelve a la carga como la mula al trigo ; la coherencia no puede ser inalterable y mucho menos en política , moral , ciencia , etc ya que depende de la mutabilidad de las ideas y sus relaciones temporales y , el instinto político apela a un cierto grado de animalidad no siempre agradable para quienes soportan sus consecuencias .

    Por último me parece un tanto extravagante el resumen que nos ofrece de un periodo de nuestra historia :

    « Una década en la que se ha quebrantado el pacto social y constitucional de 1978 y en la que el propio sistema se ha movido entre la agonía y la recomposición. »

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