Desescalando hacia la tercera ola

David Rodriguez

En septiembre del presente año, publicaba un artículo bajo el título ‘tropezando siempre con la misma piedra’. Evitaba explícitamente referirme a las ‘dos’ veces que nos indica la sabiduría popular, porque temía que íbamos a superar esta cifra y, efectivamente, nos disponemos a lograrlo. La reacción ante la primera ola fue tardía, la desescalada del 21 de junio para ‘salvar el verano’ fue prematura, las medidas para contener la segunda ola también han sido insuficientes, y en este momento iniciamos la operación ‘salvar las fiestas navideñas’, como preludio inevitable a la tercera ola que probablemente nos espera a partir de enero.

Hablaré fundamentalmente de Catalunya, pero creo que muchas de las reflexiones que voy a expresar son extensibles a la mayor parte de España e incluso a bastantes países occidentales. Cuando en octubre se estudiaba cómo detener la segunda ola, expertos como Álex Arenas u Oriol Mitjà ponían sobre la mesa tres propuestas básicas: aumentar el teletrabajo del 8% actual al 30% alcanzado durante la primera ola, realizar educación online desde la secundaria y extender los tests de antígenos. Las dos primeras medidas pretendían reducir la movilidad en un millón y medio de personas y se sustentaban en la evidencia científica de contagio a través de aerosoles. La tercera de ellas pretende identificar a buena parte de la población positiva, como han realizado países como Eslovaquia.

Frente a estas propuestas, y después de un debate opaco y repleto de disputas políticas entre los dos socios del govern de la Generalitat, se hizo caso omiso de las sugerencias de estos expertos, salvo el cierre de las universidades y un modelo híbrido en la enseñanza postobligatoria. El resto de medidas se han centrado en el cierre de la restauración, el ocio, la cultura y el deporte (salvo el de élite, que proporciona importantes dividendos). Gracias a estas restricciones se han reducido los principales indicadores de la pandemia, aunque sin llegar ni de lejos a la situación del 25 de junio. En aquel momento, los ingresos hospitalarios eran de 247 y los de UCI eran de 70, frente a los 2.117 y 514 del día en que se plantea la segunda desescalada, con el propósito de tener unas felices fiestas navideñas.

Esta segunda desescalada no va acompañada de ningún plan a medio plazo para afrontar la situación durante el invierno, no contempla el teletrabajo porque tras una discusión bizantina se llegó a la conclusión de que Catalunya no tiene competencias para ello, no incide en la enseñanza online porque se repite hasta la saciedad el mantra de que ‘las escuelas son seguras’ y no acaba de concretar la estrategia de tests de antígenos, aunque en estos últimos días se están dando algunos pasos esperanzadores en esta materia.

La evidencia científica mundial sobre el contagio vía aerosoles no se ha reconocido hasta dos meses más tarde, y los estudios internacionales sobre el papel propagador del sistema educativo son negados de manera sistemática en nuestros lares, así como también se sigue dudando de la eficacia de unos tests que ya han probado su éxito en otros lugares. Las reuniones políticas siguen adoleciendo de una falta de transparencia total, y los científicos más críticos expresan su malestar en algunos medios de comunicación y en las redes sociales.

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