Melinda
La pelÃcula “Desgraciaâ€, dirigida por Steve Jacobs, es un fiel retrato de la novela del mismo nombre, escrita por el Nóbel surafricano, Coetze. HabÃa leÃdo hace unos años la desgarradora novela, pero me habÃa dejado un mal sabor de boca, un sentimiento desolador. La pelÃcula, sin embargo, me sobrecogió por su realismo, pero me cautivó por su belleza y sinceridad, y, sobre todo, no me pareció, en absoluto, desprovista de esperanza. Lo sorprendente fue que, contrario a lo que suele pasar con pelÃculas basadas en novelas – si te gusta la novela no te suele gustar la pelÃcula-, en este caso, ver la pelÃcula me hizo apreciar la novela en todo su valor y me ha entrado curiosidad por releerla.
La novela se publica en 1999, recientemente superado el régimen del Apartheid, y tiene lugar en Ciudad del Cabo y en una granja, situada  al Este de Sudáfrica. El tema principal de la pelÃcula y novela gira en torno a la humillación y el perdón, y la indefensión que provoca la violencia; pero también late con fuerza inusitada una esperanza redentora que se apoya en la generosidad de los que pretenden vivir en armonÃa con la naturaleza, con los animales y con aquellas personas que habÃan sido desposeÃdas de su tierra.
La trama se engarza  en un panorama social de reciente post apartheid, que condiciona con inusitada brutalidad lo que ocurre en los diversos escenarios. Es obligado al comentar la pelÃcula mencionar de inmediato la actuación del principal protagonista, Jhon Malkovich, que en mi opinión merece un oscar.
Se presenta, primero, un escenario en el que el protagonista es un profesor de literatura de la Universidad de Ciudad del Cabo -divorciado y de unos cincuenta y pico años-, con gran autoridad y talla intelectual, pero que profesa una enorme “debilidad por el sexo débilâ€, que se traduce en comportamientos promiscuos en sus relaciones con mujeres y sin el menor atisbo de compromiso sentimental por su parte. La última aventura la tiene con una estudiante suya mulata, a quien seduce sin piedad, ya que queda perfectamente claro que la joven en cuestión no tiene el menor interés en el affaire, sino que se ve subyugada/forzada por el poder/autoridad que ejerce el profesor sobre ella. No obstante lo cual, la chica consigue desembarazarse del personaje bastante pronto y el affaire es denunciado públicamente y juzgado por un consejo rector universitario que decide expulsar al profesor de la Universidad. La razón más aparente de la expulsión es que  el acusado demuestra una incapacidad absoluta de admitir ni un ápice de culpa en todo el  asunto y, muy al contrario, se muestra arrogante y soberbio, y se reafirma en su conducta, que no considera en absoluto moralmente equivocada ni delictiva.Â
El segundo escenario tiene lugar en el campo, en una granja aislada a la que  se habÃa ido a vivir la hija del ex-profesor, una joven y bella lesbiana de rasgos muy finos y delicados, tanto fÃsica como espiritualmente, que acaba de romper con su pareja y busca el contacto directo con la naturaleza y los placeres de una vida sencilla, vendiendo en el mercado local los productos que ella misma cultiva. Su desprotección en aquel medio es absoluta, excepto por la compañÃa de unos cuantos perros a los que cuida con el mismo esmero y cariño que su huerto. Una existencia idÃlica, que atrae al maduro profesor cuando se ve expulsado de la Universidad y sin saber bien qué hacer con su vida.
Una vez llegados a este punto, la obra  entra en una dinámica de brutalidad inusitada: unos jóvenes de raza negra, emparentado uno de ellos con el único otro habitante de aquella granja – un negro adulto que desarrolla con desgana algunos trabajos para la joven, a cambio de cultivar una parcela, propiedad de la chica, en beneficio propio-, entran un buen dÃa en la granja armados de un rifle, disparan a bocajarro a los perros, violan repetidamente a la joven blanca e intentan matar al profesor, a quien dejan maltrecho y maniatado en un pequeño baño, encerrado y con quemaduras en la cara y cabeza. La intención de los asaltantes habÃa sido la de quemarlo vivo, ya que lo rociaron con un lÃquido inflamable que seguramente encontraron por allà y le prendieron fuego sin la menor compasión; pero el profesor logra salvarse hundiendo la cabeza en llamas en el W.C. y consigue sofocarlas.
La última parte de la pelÃcula trata fundamentalmente de los efectos del brutal ataque en ambos protagonistas. El padre solo tiene ahora un cometido al que se dedica insistentemente: intentar convencer a su hija  de que abandone aquel lugar, ya que nada puede impedir, incluso, la repetición cruenta de los hechos en cualquier momento, quedando manifiesta, si no la complicidad, sà la tibieza más absoluta del pariente de los delincuentes, y aparcero en la granja, ante la brutal agresión. Pero todos sus esfuerzos son inútiles ante la férrea determinación de la hija a continuar obstinadamente su vida allÃ, negándose en rotundo, incluso, a denunciar los hechos a la policÃa. (Aunque bien es verdad que la situación parecerÃa sugerir que de poco iba a servir una denuncia, o incluso fuera contraproducente, si la premisa era quedarse allà en cualquier caso). Â
La fuerte cólera que invade al padre y su desconcierto ante la reacción de su hija da paso a una tensión máxima cuando se descubre que la joven ha quedado embarazada y que tampoco está dispuesta a abortar, sino a buscar acomodo a su nueva situación,  aceptando la protección que parece ofrecer el negro adulto, si nadie denuncia los hechos ocurridos (todo ello más implÃcito que explÃcito).
Llegados a este punto, se empieza a intuir una transformación en el profesor expulsado: decide quedarse por un tiempo con su hija, tratando de ayudarla en lo que puede y aceptando la “solución†que ella impone como única posible, no por falta de implicación y distanciamiento –que obviamente habÃan caracterizado la conducta del padre anteriormente-, sino por respeto y amor hacia su hija. La joven, a su vez, continúa hacia delante y, asÃ, la vemos en estado avanzado de gestación, aparentemente adaptada, vendiendo de nuevo sus productos en el mercado local, a poca distancia del negro aparcero, quien ha prosperado bastante en su negocio. El padre, mientras tanto, entabla amistad con una mujer madura de otra granja cercana, que dedica su tiempo a sacrificar perros abandonados para evitarles el sufrimiento de ser maltratados o de morirse de hambre. Una y otra vez, vemos a Malkovich cargándose a la espalda bolsas con los cadáveres de los perros, transportándolos luego a una incineradora, al tiempo que, ahora, él es el seducido por aquella mujer, con quien entabla una relación sexual y de cierta amistad.
El ex  profesor parece, finalmente, despertar de no se sabe qué sueño profundo en el que hubiera estado sumido durante su vida anterior y, preso también de una gran determinación y fuerza, se lanza a la carretera un buen dÃa y conduce sin detenerse hasta Ciudad del Cabo. AllÃ, se dirige a casa de la estudiante mulata, después de haber entrado en un teatro donde la chica actuaba como actriz y de donde tiene que salir al ser reconocido por su novio, que estaba en la sala y lo persigue hasta la calle.
Cuando llega a casa de la chica sólo está su hermana pequeña, que no sabe quien es. La jovencita está sentada frente a él, muy confiada y natural, y uno no tiene la certeza de que, a pesar de todo, el protagonista  no vaya a intentar seducir a la hermana pequeña, antes de que llegue alguien más a la casa.  Pero enseguida llegan los padres, investidos de una enorme dignidad, y la intención del protagonista queda meridianamente clara: confesar su culpa de principio a fin como autor del ultraje a su hija y solicitar su perdón de la forma más sincera y conmovedora posible. Primero de palabra ante el padre de la chica y, a continuación, en una acto de gran solemnidad, arrodillándose y reclinando su cabeza hasta el suelo ante la madre y la hermana, que están abrazadas y sobrecogidas en otra habitación, alertadas ya por el padre de la identidad del visitante.
Cuando sales a la calle después de haber visto esta pelÃcula, tienes la sensación de haber visitado Sudáfrica: te ha calado su belleza –la luminosidad y colorido del paisaje de la granja son notables- y su sordidez, su brutalidad; pero también, con la misma fuerza, destila una arrolladora esperanza redentora.  Me pregunto por qué tamaña obra ha pasado tan desapercibida en nuestra sociedad.
La presentación que hace Melinda de ‘Desgracia’ es hermosa y sugestiva, pero su propio resumen sugiere una explicación del carácter minoritario de la pelÃcula y de las novelas de Coetze: la componente de sordidez y brutalidad.
Por otro lado, sin conocimiento directo de la novela ni de la pelÃcula, creo que el descubrimiento de la culpa por parte del protagonista puede ser una metáfora de los cambios en la sociedad surafricana, pero que el detonante sea la decisión de su hija de aceptar lo que le ha sucedido, y permanecer en el entorno que ha elegido, puede resultar un poco forzado.
No es una decisión fácil de entender, en cualquier caso, excepto en una lógica puramente literaria (o fÃlmica), pero no en la vida real. Buenas metáforas, quizá, pero no necesariamente elecciones morales racionales.
Buenas tardes Melisa,gracias`por tu articulo ,aunque no he visto la pelicula ,te perdono que me la hayas contado ,desde tu punto de vista.
Dia ajetreado ,ayer….se nota en la afluencia de publico…..jeje.
Perdoname Melinda…los nombres de mujer siempre….ya sabes….jeje.
Agradezco mucho a Melinda que me haya eximido de leer la novela o ver la pelÃcula a la que se refiere con su apasionado artÃculo. Por desgracia, no consigo compartir su entusiasmo por el tema. Me ha parecido un poco truculento todo, sobre todo el detalle de tener que apagar las llamas metiendo la cabeza en el retrete. Qué ocurrencia. Entiendo que la pelÃcula es más llevadera. De la novela me mantendré prudentemente alejado. No entiendo nada del comportamiento de la la hija lesbiana, la verdad. ¿Por qué quiere tener un hijo fruto de una violación múltiple? ¿Por qué no quiere largarse de un lugar tan inhóspito? Tampoco tengo claro por qué el padre tiene que expurgar no sé qué culpas por haberse beneficiado a unas jovencitas universitarias. En fin, que no va conmigo esta literatura borrascosa. Además, recuerdo que Javier MarÃas recomendó la novela en términos muy elogiosos, lo que me provoca aún mayor aprehensión. El artÃculo de Melinda me provoca un dilema que me atenaza con frecuencia: ¿debo leer lo que presumo que no me gustará, para poder aborrecerlo con mayor conocimiento de causa, o basta con aprovecharme del artÃculo de Melinda para zanjar que por ahà no debo seguir?
Gracias Melinda por la reseña. Yo en esto estoy como D Cicuta, que me desanima a leerla. Cuanto dramón.
Muy buenas, a los dos comentaristas hasta la fecha. Lobisón: estoy contigo en que la decisión de Lucy, que asà se llama la hija, no es facilmente entendible. Viendo la pelÃcula uno simpatiza más, en esa parte, sin duda con el padre que con la hija. Al menos yo lo hice. Pero también es comprensible, aunque no sea racional y, quizás hasta sea racional, puesto que lo que ella busca no es una venganza sino no tener que abandonar su granja con la que se siente plenamente identificada. Pero no es que ella «acepte» los hechos. Quizás no di elementos suficientes de comprensión de la decisión de la chica, pero la principal es que se acoge por pragmatismo a la protección de facto del adulto negro, quien se compromete (a su manera) a protegerla. El joven que la viola parece que sufrÃa alguna tara -o al menos en eso se funda el negro adulto para justificar su tibieza de reacción. Yo creo que he conocido jóvenes mujeres asà en los años setenta, en Estados Unidos. En cualquier caso, el personaje de la novela y pelÃcula es perfectamente creÃble y no creo que resulte forzado. Gracias por tu interesante comentario.
Por otro lado, Lobisón, tampoco me queda claro que la sordidez y brutalidad sean componentes anti populares. Están las pantallas llenas de ello habitualmente, solo que sin ningún interés adicional.
Yo no leà la novela, pero sà vi la peli. Mi conclusión después de verla es que después de la brutalidad del apartheid durante tanto tiempo en Suráfrica, hoy los negros gozan de una posición no dirÃa que de privilegio, pero casi. El que vive al lado de la hija cuidando del huerto y abusando de la hospitalidad de ella, y no digamos los asaltantes, uno de los cuales se queda a vivir con el anterior. La postura de la hija me resultó por un lado incomprensible, pero no del todo. QuerÃa vivir en una granja y no acepta tener que irse. Prefiere aceptar las condiciones de sometimiento que aquellos mastuerzos le imponen. Y Cicuta, si hubiera sido usted el padre en aquella situación, seguro que también habrÃa metido la cabeza dentro del water. De eso no tengo la menor duda.
Repasando a todo correr los comentarios de Dc de este fin de semana, retengo el comentario que hace Cicuta, de pasada, sobre Javier MarÃas cuya recomendación elogiosa de una novela le hace descartar su lectura. Lo digo porque hoy, cosa rara, he leÃdo EP semanal que cierra con el articulo de marÃas titulado «La imbecilidad y sus consecuencias», artÃculo que me ha parecido francamente imbécil. Y el caso es que parece escribir lo en serio, que va sin ironÃa. Pero ¿qué se puede decir de su aseveración final de que las obras del Plan E han causado una merma de la productividad del paÃs «con la gente torturada y fuera de quicio, imposibilitada para moverse y desplazarse (que debe ser otra forma de moverse) por sus ciudades para rendir en sus tareas»?
Bueno, bueno, chicos, pues.. ¡Qué quereis que os diga!: me encantó la pelÃcula y al director (que no es Julián MarÃas) también le encantó la novela porque, de lo contrario, no podÃa haber hecho una pelÃcula tan magnÃfica. Cicuta, siento que mi relato le haya desanimado a verla. Mi intención era la contraria. Tengo que aclarar que la pelÃcula sólo muestra la escena del padre sofocando el fuego incipiente en su cabeza, pero sale inmediatamente airoso de la situación; lo demás, violación incluÃda, no te lo muestra nadie. Pasa, y se ve cómo la chica se queda hecha polvo por un tiempo porque ha pasado, pero no existe recreación ninguna en escenas desagradables. También se ve al padre pegarle unos cuantos coscorrones y patadas -bien merecidos, por cierto, uno casi disfruta viéndolo-, al joven violador, que vuelve otro dÃa a atisbar por la ventana para ver a Lucy desnuda. Esa es toda la violencia que se muestra. Lo que sà se explicita es lo que pasa por dentro de los personajes, los distintos sentimientos y la solución que va encontrando cada uno ante los hechos ocurridos.
Respecto al artÃculo de J. MarÃas, sà parece bastante imbécil lo que dice.
Buenas noches.