Después del 29-S

Millán Gómez

El pasado miércoles, como todos ustedes saben, se celebró una huelga general en nuestro país. Como ya es costumbre, las valoraciones antagónicas y el baile de cifras sobre el seguimiento han sido el denominador común. Los organizadores se mostraron encantados de la vida y hablaron de un seguimiento similar a la peregrinación a La Meca, millón arriba, millón abajo; y el Gobierno, en su papel de “víctima” de la huelga, calificó la convocatoria como “desigual” y de “efecto moderado”. Es de agradecer que el Ejecutivo no se ensañase con los convocantes y alabase el buen comportamiento general de los sindicatos. Aunque también hay que decir que en sus valoraciones hay una clara intencionalidad política parar arrimar el ascua a su sardina y buscar puntos de encuentro en la deteriorada relación con los sindicatos tras la aprobación de la polémica reforma laboral.

Más allá de los bailes de cifras, preocupa la facilidad con la que la ciudadanía ha reconocido que tenía “miedo” a ser coaccionada por los piquetes. En un país democrático, situaciones de este estilo no deberían producirse. Vivimos en un Estado de Derecho desde hace más de treinta años. Los sindicatos tienen razones de sobra para protestar ante el Gobierno pero carecen de motivo alguno para tomarla contra quienes voluntariamente deciden no secundar la huelga. El comportamiento de quienes amenazan a los despectivamente llamados “esquiroles” es propio del fascismo. Hay que decirlo alto y claro. Y denunciarlo. Se han producido situaciones como la utilización de silicona en la cerradura de una tienda donde colgaba el cartel de “cerrado por huelga general”, lo cual demuestra empíricamente la capacidad intelectual de algunos. Situaciones de este tipo son inadmisibles. Aunque suene a perogrullada, que lo es, ante una convocatoria de huelga, los trabajadores tienen derecho a secundarla o mantener sus quehaceres laborales cotidianos. Así de simple. Mal que le pese a quienes defienden la democracia cuando les interesa políticamente.

El Gobierno no debe mirar a otro lado ante la huelga. La decepción contra este Ejecutivo es generalizada y debería preocuparle en mayor medida la de quienes le dieron su apoyo en las urnas y ahora le dan la espalda. La misma autocrítica es exigible a unos sindicatos que, más allá de su función constitucional, representan teóricamente a los trabajadores y suena a poco menos que un chiste celebrar una huelga general varios meses después de anunciarla, no vaya a ser que tengan que trabajar mucho en verano con lo bien que se está en la playita. Por otro lado, está el PP que, en contra de su costumbre de colocarse siempre en una postura diferente al Gobierno, decidió no secundar la huelga, se entiende que por no salir en la foto con esa gente mal vestida y poco aseada que son, según los más carcas entre los carcas, los sindicatos.

Algo funciona mal en este país cuando más de tres décadas después de la muerte de la momia sigue habiendo miedo a expresar una opinión. Parece que el temor al disidente no sólo se produce en las calles de Hernani u Ondárroa sino que, por lo vivido este pasado miércoles, se extrapola a más zonas en un contexto extraordinario como es el de una huelga. En un país moderno y normal en el sentido amplio del término, nadie debería trabajar con la puerta cerrada por miedo a represalias en una jornada de huelga general. Esta situación denota una salud manifiestamente mejorable de la democracia española y de la tolerancia de quienes dicen defender a los más humildes.

14 comentarios en “Después del 29-S

  1. Discrepo totalmente de la conclusión del articulista sobre que hubo miedo por parte de la ciudadanía. Miedo no hubo en absoluto, ni motivos para ello. Y menos aún por expresar una opinión. Nadie fué, y eso ya se sabe desde hace mucho tiempo que ha dejado de ser así, agredido por hablar y expresar la opiníon que sea. Todo lo que hubo fué la esperada coacción multitudinaria, como no podía ser de otra manera para evitar tambien lo que hubiese sido una masiva asistencia al trabajo, en las cocheras de los autobuses para impedir la salida de los mismos, que de haberlo hecho hubiesen dado el servicio a quienes no habían decidido usar otro medio de transporte distinto. La huelga, como era lógico, no tuvo más eco que la gran industria y que es donde el trabajador está más movilizado por sufrir en mayor medida los efectos de los ERES, cierres, y deslocalizaciones. En el resto no hubo huelga sino impedimento a trabajar en algunos casos y alteración de la puntualidad en otros. Puestos a dar cifras yo tambien doy las mías. El 80% de las ausencias ya estaban pactadas y respondían a que las empresas dieron la opción a sus trabajadores para tomarse el día de vacaciones, hacer la huelga, o recuperar el día en otra fecha. En mi caso, por poner un ejemplo. 10 vinieron al trabajo y 3, los que sabían que la A46 estaría colapsada en la entrada a Sevilla y en los puentes de acceso, decidieron recuperar el día y trabajar un sábado o alguno de los puentes que inicialmente se pactan a la hora de distribuir la jornada de trabajo anual. Hubo más desistimiento por parte de los niños a la hora de ir al cole en el autobus, que de los mayores al trabajo. La huelga no fué ningun fracaso porque ya se sabía fracasada desde el inicio. El fracaso fué la presión que hubo que ponerse a última hora por parte de los piquetes para que no fuese tan evidente el desastre de respuesta que ya se anticipaba. El empresario que paró lo hizo mirando a la luna ….. la del escaparate, o la del vehículo de su propiedad. Temió más por ella que por sí mismo.

  2. Era tan evidente el fracaso que los sindicatos sabían que iban a reflejar, que fueron los más interesados en aprobar unos servicios mínimos que diesen cobertura a la asistencia al trabajo prevista, que no podrían evitar, y poder de esa manera justificarla y ampararla como respuesta a un acuerdo responsable. En algunos casos, como lo fué en el metro de Madrid, fué tan masiva la asistencia, que no pudieron argumentar que el servicio respondía al cumplimiento de unos servicios mínimos y la realidad del no seguimiento y desprecio a la huelga por parte de quienes ya hicieron la suya en su día, como les hubiese gustado a los sindcatos llevar adelante ésta, quedó patente. De qué si no iban los sindicatos a aceptar los servicios mínimos que aprobaron de mutuo acuerdo con el gobierno.

  3. Una huelga general que previamente se pacta que no sea salvaje, es un quiero y no puedo.

  4. Ah! …. se me olvidaba otro argumento.

    El mayor exponente del convencimiento del fracaso de la huelga que tiene la ciudadanía es que, por primera vez, la reacción posterior a la huelga no ha sido hablar de la necesidad de una ley de huelga en un pais que no la tiene regulada y se abusa de ello. …….. ¿Para qué? Como esta, que nos echen las que quieran.

  5. Lo absurdo de todo esto es que todos somos conscientes ( y por lo que se ve impotentes) de la dinámica del capitalismo. Por mucho que nos quejemos todos sabemos que la lógica de los mercados es aplastante y parece imposible, por falta de alternativas asumibles, cambiarla. Continuamos con lo que tenemos a pesar de que se muestre totalmente insuficiente. El dinero es limitado y a falta de éste retrocedemos y retardamos el futuro. Lo peor de todo esto es que el que no tiene problemas económicos o tiene trabajo piensa que la situación no va con él y que a el no le va a tocar sufrir los efectos de la crisis, craso error. El líbrese quién pueda, no lleva a ningún sitio.
    Imagina un mundo en el que la vida humana tiene valor de la subsistencia y puede ser transformado a través de la ONU y su Banco Mundial en capital electrónico para la compra individual de alimentos, sostener la sociedad del bienestar ( Educación, Salud, Vivienda, Justicia…), luchar contra el cambio climático, las catástrofes naturales y los efectos de las guerras.

    Hay cosas que ni nos imaginamos que son posibles: http://www.youtube.com/watch?v=TMCf7SNUb-Q&feature=related

    Saludos callejeros.

  6. Sobre el enlace que les he propuesto, Fermín Bouza:

    **El deseo de aligerar el proceso de expulsión del PSOE del poder central lleva a los cronistas de la caída de Roma a aprovechar de cualquier manera cualquier circunstancia y a matar de un tiro a cuantos pájaros sea posible abatir. Hoy mismo una encuesta (la que les he enlazado, amigos) liquidaba con un sólo fogonazo a sindicatos y gobierno, mientras llega y avanza desde el horizonte, clamando de forma algo subida, un grupo de políticos de la oposición con un programa económico invisible e incógnito que tiene todas las características de un programa oculto, como se dijo en otros tiempos para referirse a aquellos programas que no aparecen hasta que el partido de turno alcanza el gobierno. Cuando lo alcanza ya es demasiado tarde para clamar al cielo. Suelen ser programas de rutina o manual que se sintetizan en un par de palabrotas que de repente la gente comienza a repetir, pero ya no hay nada que hacer. Se repite la historia de 1996 en todos y cada uno de sus extremos. Todo un poco cansino.**

    Buenas noches tengan.

  7. Ahora toca «la en T en T»…dos Ts son Tres…como en la sanTismia Trinidad, la otra T es la de ziluminaTius…jeje.
    TTT….¡¡¡TTTiembla Aguirre!!…..JAJAJA….que nervios.

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