Barañain
Sería excesivo descargar sobre la espalda de Pedro Sánchez toda la responsabilidad en la decisión de que los nuevos eurodiputados socialistas españoles votaran contra la designación de Jean Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea, pero el interesado la ha asumido como propia y así debe valorarse. Igualmente es compartida, con los dirigentes territoriales socialistas, la rápida decisión de enfriar el compromiso sobre la celebración de primarias abiertas para la candidatura al gobierno y eso mismo –su interés en conseguir la complicidad de los llamados “barones” -, ya es en sí mismo llamativo. Seguramente es prematuro ver en esas decisiones una muestra del estilo que caracterizará su liderazgo, pero estos primeros pasos ejemplifican bien algunos riesgos o peligros que acechan a los socialistas en esta etapa que ellos quisieran de resurrección política.
El argumento empleado para justificar el desmarque del conjunto de la socialdemocracia en su pacto con la derecha europea para la elección de Juncker (y la correlativa de Martin Schultz para la presidencia del europarlamento) es el de la coherencia con lo defendido durante la campaña de las elecciones europeas. Pero eso es sólo una verdad a medias. Efectivamente, los socialistas criticaron la política austericida y la personificaron en el candidato Juncker. Pero igualmente defendieron una Europa que siguiera avanzando frente al euroescepticismo creciente, los populismos y la extrema derecha. Con el resultado de las elecciones, que mostraron la insuficiencia del avance socialdemócrata, la cuestión era si se pactaba con determinadas condiciones con la derecha mayoritaria o se apostaba por la inestabilidad institucional, abdicando de cualquier responsabilidad en el gobierno de la Unión Europea. La opción socialdemócrata ha sido la de aprovechar la necesidad del pacto entre las dos corrientes europeas mayoritarias para introducir correcciones y mejoras en la política europea. Es claro que esa es igualmente la opción que conviene –y que defenderán- a los eurodiputados socialistas españoles. En realidad, no hay contradicción entre el pacto inevitable tras unas elecciones –cuya finalidad suele ser posibilitar la formación de gobiernos-, y la campaña previa en defensa de unas posiciones particulares que no consiguen imponerse.
No es que a mí me escandalice la divergencia entre socialdemócratas europeos: ya he dejado escrito aquí que no me he creído que hubiera siquiera una lectura común, al 100%, de la crisis, en contra de lo que quería vender la candidata Valenciano (¿acaso no se hizo campaña presumiendo de la sintonía en el interior de la familia socialista europea? ¿No se cerró esta con Martin Schultz como gran artista invitado?). Lo que no tiene sentido es desmarcarse a destiempo. Si el pacto era en sí mismo inconveniente para Europa –cosa que no he escuchado de ningún dirigente español-, el asunto debiera haberse planteado ante el conjunto de los socialistas y socialdemócratas europeos. Aquí mismo, en este Debate Callejero hemos planteado lo que era evidente para todos: “Juncker no sería un mal candidato para presidir una Comisión así, sobre todo si busca el apoyo de los socialistas y los liberales en el Parlamento” (“¿Qué va a pasar en Bruselas?” DC 27/05/14); “Con independencia de los resultados definitivos, PP y SD tendrán que pactar como llevan haciéndolo años. La única duda era quién de los dos – Juncker o Schulz – comandarían la batalla para que los Jefes de Estado y de Gobierno nombren Presidente de la Comisión a uno de los cabezas de lista electorales” (“Cataclismo electoral” DC 26/05/14).
Mal empezamos si, a la primera ocasión, se desprecia el carácter europeo de las decisiones parlamentarias en Bruselas/Estrasburgo y se valoran en función de criterios de política nacional. Porque se trata de eso, de no arriesgarse a que la decisión fuera incomprendida dentro de España o que no supiera explicar o que fuera presa fácil de críticas de los adversarios populistas. Y con trampa: sabiendo que su abstención no comprometía el resultado final pactado por la socialdemocracia europea, los españoles se permitían el lujo de votar para “quedar bien” ante los suyos. Aunque su voto (negativo, ni siquiera se abstuvieron) coincidiera con el de euroescépticos y extremistas.
Pero el asunto no quedó ahí. Al recibir algunas críticas por ese juego pueril, la reacción del secretario general in pectore ha sido significativa. Retaba al eurodiputado que se mostrara incómodo con la decisión: «Si hay algún compañero o compañera que no se haya sentido cómodo con esta decisión, lo único que le puedo decir es que se venga conmigo a una agrupación y se lo explique a los militantes de base». No es que él -como responsable de la decisión-, se avenga a discutir con rigor los argumentos en pro o en contra de la decisión adoptada, sino que reta al díscolo a atreverse a defender su propio criterio ante la base, convencido de que los ciudadanos -no sólo sus afiliados-, apoyan esa decisión porque están en contra del austericidio.
Ese es, me parece, uno de los riesgos que acechan a los socialistas en esta nueva etapa; el de, por mimetismo ante el éxito de los populistas, eludir el debate entre los representantes o en los órganos de dirección y apelar a la base asamblearia. El casting para la elección del secretario general puede haber sido una idea extraordinaria en un contexto excepcional, pero no puede ser la medida de la forma de hacer política, salvo que se pretenda competir con el populismo en un terreno –el de las ideas de brocha gorda-, en el que la demagogia siempre llevará las de ganar.
Con la elección directa del secretario general por todos los afiliados se pretendía garantizar una mayor participación de los interesados, salvando el cuello de botella representado por un sistema de representación obsoleto y un aparato omnipresente, al menos en este momento de confusión y urgencias. No dejaba de ser un premio de consolación, ante el riesgo de postergación de las primarias abiertas, compromiso asumido en el último congreso del partido cuya viabilidad se alejaba con la convocatoria del congreso extraordinario que Rubalcaba se sacó de la chistera. Pero suponía, sin duda, una nueva forma de tomar decisiones trascendentales. Sin embargo, el secretario general electo lo primero que ha hecho ha sido discutir el asunto con los “barones”. De entrada, se difundió la idea de que, tras su inapelable victoria, estaba en sus manos, bajo su responsabilidad, fijar la fecha para la celebración de las primarias. Como era de prever, casi todos los barones han apoyado con entusiasmo el retraso de las primarias. Aquí no ha valido el recordatorio de la campaña –en la que Sánchez, pese a que se le suponía poco entusiasmo por las primarias abiertas a la ciudadanía, hizo votos por ellas-, ni el compromiso previamente adquirido. Sánchez no apela a la base en esta ocasión. Y lo peor del episodio, es ese mensaje de que los barones dan “carta blanca” a Sánchez para hacer de su capa un sayo. De nuevo, el viejo estilo de los miembros de una cúpula haciendo y deshaciendo.
Ambos riesgos -ejemplificados en los dos episodios que comento-, no son contradictorios entre sí. Se puede seguir manteniendo las viejas formas oligárquicas de hacer política y, simultáneamente, abrazar un discurso de trazo grueso con apelaciones demagógicas al sentir del pueblo y alérgico a la racionalidad y la discusión de argumentos. No sé cuál de los dos riesgos es peor para el PSOE, pero sospecho que así no saldrá del agujero.
Lo que inmediatamente a la noticia del desmarque socialista español al apoyo a Juncker me vino a la cabeza, y presumo que a muchos otros también, lo oí bastantes dias después en una tertulia radiofónica, y fué la similitud del acto con el desplante de Zapatero a la bandera americana. Claramente son cosas muy distintas, ejecutadas asimismo por personas de diferente relevancia, y representando agravios muy diferentes. En ambos casos da la impresión de haber sido actos algo pueriles, con riesgo de traer más bien malas consecuencias que otra cosa. Lo de Zapatero claramente fué así.
En un pais en el que el turismo y la exportación son fuentes claves en su economía da pena comprobar como la comunidad Andaluza, bien posicionada en ambos campos el turístico y el exportador agroalimentario, está tan mal clasificada en cuanto a lo referente a las balanzas fiscales. Tampoco parece haber rentabilizado mucho la burbuja inmobiliaria , cuyas enormes plusvalías tampoco fueron mínimamente capitalizadas en favor de un cambio del modelo productivo existente actual en la comunidad, cosa que sí hicieron otras comunidades, y en las que el desarrollo a lo largo de los últimos treinta años ha sido espectacular y generado gran parte de las divergencias económico/fiscales existentes en la actualidad. Mi opinión que ello es el resultado de una política clientelar que favorece el regalo de peces (o de PERces) y otras políticas en las que se ha favorecido más la renovación industrial de la zona financiando las cañas.
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Os paso unos cuantos puntos y comas para que reestructureis mi farragoso comentario.
Sanchez Cuenca escribió ayer en Infolibre un artículo en sentido contrario: aplaudía la decisión de Sánchez del voto contra Juncker.
http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2014/07/23/si_reganan_pedro_sanchez_que_por_buen_camino_19821_1023.html
Yo estoy en este punto con SC aunque discrepo de algunos de los argumentos que daba.
En cuanto a las primarias abiertas servidor siempre ha estado en contra aunque comprende que son los vientos que corren. Yo me quedé en el centralismo democrático 🙂
Lo curioso del artículo de Sánchez Cuenca es que, al comienzo, resume muy bien los argumentos de quienes critican esta decisión del PSOE respecto a sus europarlamentarios. Y reconoce que “estos argumentos tienen su peso, cómo negarlo” auqnue cree que hay razones aún más poderosas para defender que era mejor votar en contra.
La fundamental: “Es verdad que el PSOE, como miembro del PSE, debería votar lo que esta federación europea de partidos socialdemócratas decida. Pero no es menos cierto, aunque se olvide con demasiada frecuencia, que los eurodiputados del PSOE no tienen un pacto solo con sus homólogos europeos: también lo tienen con sus votantes. No sé si es populismo salvaje afirmar que este segundo pacto es más importante que el primero: el contrato de los eurodiputados socialistas con los ciudadanos es más básico que el puedan haber firmado con sus colegas europeos. Quienes reconvienen a Sánchez parecen no ser conscientes de que los tres candidatos a la Secretaría General (el propio Sánchez, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias) se habían comprometido, si salían elegidos, a que el PSOE no apoyara a Juncker. En estos momentos en los que la desconfianza política se adueña de buena parte de la sociedad, ¿no merece el aplauso que un político haya sido coherente con su palabra?”
Por mucho que los tres candidatos se mostraran aguerridos al respecto, para entonces los ciudadanos ya habíamos elegido a nuetsros representantes en el europarlamento. Y eso fue en base a un programa, una trayectoria y una campaña que no tiene mucho que ver con el criterio particular de los tres aspirantes que compitieron después por la secretaria general. Y ni de ese programa, ni de la trayectoria en Bruselas (sin duda discutible), ni de la campaña (en la que se presumió, sobre todo, de la identidad común de la “gran familia socialista europea” y en la que se presentó ante la sociedad española a Martin Schultz) se deducía que, porque los socialdemócratas no ganaron (y Schultz no podría ser el nuevo presidente de la Comisión) los eurodiputados españoles tuvieran que votar en contra del acuerdo entre esos socialsdemócratas y la derecha liberal europea.
Que los Sanchez, Madina y Perez pensaran despues de otra forma no cambia ese dato. Como el hecho de que los barones territoriales avalen el que Sánchez enfrie las primarias no cambiará el hecho de que se trata de un incumplimiento clamoroso de lo acordado previamente.