Senyor G
Hará unos tres años vimos en familia en un CaixaForum a reventar de criaturas de la edad de mi hijo “Indiana Jones. En busca del arca perdida”, entonces él tenía 7 años. Flipamos toda la familia, por la película en sí, ¿quién no se deja llevar por una película de aventuras?, y por el ambiente de disfrute colectivo infantil y familiar, porque es una situación que en los últimos lustros se ha hecho rara, la de ver una película en un cine con muchos espectadores y con ganas de pasarlo bien y demostrarlo. Demostrarlo como niños.
Película de aventuras a tutiplén: buenos y malos, suertes y desgracias, amores y justicia final. Lo del amor lo dejo para otro día, porque los amores de un rato no son amores. Mira, mira Senyoret U., los nazis son los malos. Y bueno yo daba por supuesto que mi hijo sabía quienes eran los nazis, ¡pues claro que no! Ahora lo sabe por la explicación iniciada esos días, aunque no es fácil explicarle eso a un niño sin películas previas, y ahora sabe eso y en poco que la segunda guerra mundial la ganó la URSS. ¿Y qué es la URSS?
¿La de películas de aventuras y de buenos y malos… que habríamos visto nosotros con sus 10 años en TVE por ejemplo? Caballeros medievales, bélicas de la segunda guerra mundial,… e incluso de cruzados. O tebeos. Cosas que ahora no ven, o no les dejamos ver, y que entonces nos daban una versión del bien y del mal, y diversión y viaje en la cabeza. No solas pero junto a otras. Aún recuerdo Ivanhoe y el concepto paladín de Liz Taylor, y las de Errol Flynn, incluida Objetivo Birmania, y las del séptimo de caballería.
Había dado por hecho, que mi hijo sabía que era una película del oeste. Aunque quizás con otro nombre, si no era del oeste: de vaqueros, de indios y vaqueros o incluso cow-boys o Far-West. Pero daba por supuesto que eran parte de sus historias pero no lo son, ni su mirada ni siquiera al ver a Woody en Toy Story 1, 2, 3 y 4. No sabía de qué le hablaba.
En las primeras películas que vería del género el bien y el mal estaría repartido claramente para cualquiera de nosotros entre índios (indígenas) y civilizados colonos, o entre propietarios de tierras y ganado y cuatreros, o en los conflictos menos claros entre agricultores y nómadas ganaderos… Y luego ir creciendo e ir cambiando o entendiendo que igual la maldad estaba en quién me explicaba la historia respecto a la realidad, y ponerse en la piel del indio era lo justo y su inglés el mío. Pero en cualquier caso era una puerta a la moralidad. No sólo íbamos cambiando como espectadores sino también fueron cambiando las películas del género, pero con mucha lentitud, si cabe pensar que Bailando con lobos es ya de los 90 y aunque no la ví sé que ahí los buenos eran los indígenas americanos.
En ese bien y ese mal en una película del oeste se podían encontrar dos seguidores del género como Enrique Tierno Galván y Manuel Fraga, que quedaban incluso para verlas juntos. Seguro que un motivo era la sencillez moral: estos son los buenos y estos son los malos, y aventuras, amores y final con justicia. En el mismo género, aunque escrito, no sé si estaba Josep Maria Castellet o Carles Barral, lo siento pero los confundo, por lo menos uno de los dos descansaba de su trabajo lector leyendo alguna novelita de vaqueros. No sé si de Marcial Lafuente Estefanía o un Silver Kane de un rojeras como Francisco Ledesma Ramos.
Ahora tengo pendiente ver alguna película de estas con mi hijo. Cuál será y cómo afrontaremos el bien y el mal y los arquetipos que veremos. Dejarse llevar y disfrutar o poner a caer de un burro como un pepito grillo al colonialismo anglosajón contra Apaches o Mexicanos y como ser un hombre.
Una puerta a la contradicción moral y pensar en aquel compañero de la facultad mayor que yo (ejercía de profesor) y que con convicciones claramente izquierdistas, republicanas y antifascistas decía que por lo menos el franquismo transmitía valores de lo bueno y lo malo, pero los tenía. No tenía muy claro lo que me quería decir… valores con hipocresía, pero al final algo queda.
¿Cuánto bien hay en el mal y cuánto mal en el bien? A fin de cuentas la vacuna es el bien hecho poniendo ciertas dosis de controlada maldad; y al hacerse mayor ir viendo que las fronteras son más amplias que los terrenos claramente definidos y que a fin de cuentas a alguna cosa hay que asirse para empezar ciertos debates y progresos.
¿Apuesto por el Bueno, el feo y el malo?
Pues es una buena opción pero yo seguiría con Indiana. Mi hijo ya sabía de los nazis (a partir de la visita a un museo del ejército que tenía un especial sobre la II guerra mundial) pero ayudó a que lo entendiera mejor. En la tercera? o cuarta? aparecen los soviéticos en el contexto de McCarthy, lo que también me dió pie a contarle cositas.
No me importa tanto que no conozca el western. Es un género que no ha envejecido demasiado bien, me temo.
El problema con el bien y el mal en el cine en plan simple, como en cualquier lado, es que mucha gente luego no madura y duda mucho al respecto…
Me lo pasé bomba viendo la película en versión cine y con niños sin tabúes de sorprenderse y expresarlo. Además que no recordaba la película y diría que la vi en TV.
Y ojo: Gratis!!!! 🙂
El cine aunque se produzca con objetivos es lo más rabiosamente subjetivo y por lo tanto no es siquiera una interpretación de la realidad . Basta ver cualquier film sobre la resistencia francesa durante la ocupación para terminar diabéticos por las toneladas de azúcar vertidas durante el rodaje . Sobre la revolución francesa la deformación es aún mayor porque no existían placas en la época. El malo era Robespierre , ávido de sangre.Hoy mismo , hace falta una cultura base para entender algo , pero a los niños les gusta jugar con soldaditos de plomo y en especial la figura de Napoleón .
Los malos disfrutan de mayores privilegios , son más interesantes en su maldad que Genoveva de Brabante entre sus lobos desdentados. Porque el cine proporciona la seguridad de la penumbra para acercarnos a la irresistible atracción del abismo.
Fascinante el Drácula seductor de ninfas inocentes que paga esa pulsión de salidas nocturnas con la hoguera o la estaca en una fría cripta.
Aún recuerdo como unas brujas disfrazadas de monja nos proyectaban Fabiola , en donde los romanos torturaban con agua hirviendo a ñiños cristianos , o sea , a nosotros y culpábamos a las monjas y no a los romanos por hacernos llorar.
Por cierto, hay una escena en Indiana en el que un árabe le reta con un alfanje y tirando el suyo al suelo saca un revólver y le descerraja varios tiros al malvado en un claro abuso innecesario y poco noble.
La fuerza subjetiva del cine propone modelos equívocos o claros y redondos , propaganda con peor o mejor fortuna , pero que no serán nada sino apelan a los instintos básicos ,
En Cuba disfrutaban de las películas soviéticas que ponían en televisión pero en versión original para una siesta placentera ; y en las escenas vagamente eróticas se asombraban de la lencería de las artistas a las que denominaban matapasiones.
Luego ,en otro plano , descubrimos el arte de los grandes directores , su sensibilidad radical y el talento insobornable de un Joseph L. Mankiewicz.
El estilo lo es todo , porque es capaz de hacer pasar un mensaje infecto como en El triunfo de la voluntad logra Leni Riefenstahl gracias a las poderosas e innovadoras imágenes durante un acto de propaganda nazi en Nuremberg.
Y justamente ahí está el peligro de tratar de formar valores morales a través de un gran angular en manos desaprensivas, como esas demostraciones en Cataluña de formación del espíritu nacional , o Política , Instrucciones de uso del aristócrata Fernando Leon de Aranoa , película sobre Podemos financiada por el millonario Roures.
A tope con Robespierre y Machado.