El contrato político

Marc Alloza

En las elecciones municipales, al congreso, senado, parlamentos autonómicos etc… los ciudadanos votamos a nuestros representantes en las instituciones para los próximos 4 años. Cada uno de nosotros emitimos el voto con nuestra motivación particular pero ninguno contamos con un contrato firmado por el partido o coalición seleccionado. Un contrato con cláusulas que indiquen cómo se va a actuar en determinados ámbitos o situaciones. Y cómo se va a penalizar a la organización en caso de incumplimiento de las mismas de forma no suficientemente justificada.

Imaginen ustedes que van a contratar un seguro de coche obligatorio, y se les ofrece un seguro a todo riesgo que contratan y pagan anualmente. Imaginen que pasados 2 años tienen un siniestro y su coche tiene unos daños valorados en 2.500€. Acuden a su aseguradora y les dice que no les cubre porque tienen una franquicia de justamente 2.500€.  En ese caso ustedes acudirán a su contrato y buscarán si contrataron con franquicia o no. Pero qué pasa si no tienen contrato: total y absoluto desamparo.

Cuando uno confía su voto a una formación, quizás se lea el programa y pueda encontrar «creación de n-mil puestos de trabajo», «apostaremos por la participación ciudadana», «bajaremos los impuestos», «acabaremos con los chiringuitos…»  y otras generalidades. Hay formaciones que se atreven a ofrecer hojas de ruta muy generales y calendarios en supuestos muy optimistas «independencia para tal día», «crecimiento en x puntos en el año y». Incluso aparecen por los medios de prensa y televisión con cuadernos azules, gráficas, CDs, USBs, incluso tablets para darles veracidad a sus discursos.  Pero también hay otras organizaciones que por su naturaleza se sienten obligadas a hilar más fino y aportan proyectos más detallados y realistas, pero que al no contar con mucha visibilidad en los medios de comunicación, no son tomadas en consideración por el gran público. Aun así tampoco hay contrato por lo que, si se cumple alguna circunstancia, no hay seguridad de que se actúe como supuestamente se indica en el programa.

El sistema de medios de comunicación de amplia difusión tampoco ayuda. Cada uno de ellos tiene una marcada línea editorial que demasiado a menudo sirve para la  difusión de mensajes diarios de los departamentos de comunicación de las organizaciones políticas. Ráfagas diarias con las mismas machaconas consignas cantando las maldades de las organizaciones rivales. Se mezclan buenos artículos imparciales y bien documentados con otros sesgados y con claras intenciones políticas La proporción no siempre es la misma: los primeros sirven para informar pero también para vestir de veracidad a los segundos, de los cuales no conviene abusar a menos que ya sea un medio hooligan de algún partido, en cuyo caso la veracidad estaría en otro plano. En campaña electoral la proporción cae del lado de los segundos, la difusión del descrédito indiscriminado es una mala praxis que  hace mella en las organizaciones políticas más modestas o menos sistémicas. En España hemos asistido a probadas difamaciones, a noticias inventadas y a manipulaciones de la información para influir en un proceso electoral. Y se sigue sin tomar verdaderas medidas ante tan graves sucesos. Una vez un medio de comunicación traspasa la línea antes mencionada, es difícil creer que pueda recuperar la fiabilidad y  la veracidad cuando denuncia la falta de rigor contractual de los partidos.

Ahora estamos asistiendo a la formación de los ayuntamientos y veremos próximamente la formación del gobierno central. En los municipios medianamente grandes nos fijamos, o hacen que nos fijemos, más en con quién que en el qué. Por lo que parece, poco importa lo que pueda decir una organización para el bien de los ciudadanos del municipio: que se pueda alinear con las acciones de otra organización política si uno es Capuleto y el otro es Montesco, darán igual las coincidencias porque su concordia será imposible y se preferirá buscar (por el que dirán) a los del mismo supuesto clan aunque se sepa que van de lo que no son y eso les lleve inequívocamente a no cumplir el CONTRATO.

7 comentarios en “El contrato político

  1. Hola, hoy me siento provocador y peleón.
    Un partido politico no hace CONTRATOS porque no hay COMPRA Y VENTA. Yo voto, por afinidad, por rechazo al otro, porque es «hora de comer» y hay que escoger entre las tres opciones que tienes en el menú del día, o todo a la vez. Un partido político no me proporcioan servicios porque no soy un cliente. Soy un ciudadano que se corresponsabiliza , en la medida en que me toca, de las decisiones que implica el vivir en un estado democrático, y donde el poder se ejerce de manera representativa. Tampoco el voto es una declaración de amor ni una proposición de matrimonio, ni a lo mejor , deberiamos sentirnos «traicionados» o vivir como un drama personal cuando todo lo que proyectamos sobre un candidato o un partido, resulta que no se cumple, o no se cumple como esperabamos y nos desilusiona. hay que saber gestionar estas cosas. tambien hay que saber distinguir entre todo lo que hay alrededor quien mercachiflea o cuenta trolas, o quien esta ilusionandose mas de la cuenta.

    Me parece bastante curioso y un poco lamentable como decisiones forzosamente inciertas , pero también magnificas por todo lo que implican (Circunstancias futuras cambiantes, resultados que pueden forzar a negociar, habilidad negociadora de unos y de otros) parece que se quieran reducir a las tan «de moda» estructuras conceptuales de la economia más básica. Como si fuera la última disciplina, la idiscutible, la que viene a resolver dilemas que otras no son capaces, como si no hubiera otras, como si estuvieramos en 1970´s tb, donde esto fue un poco una innovación. Y ojo, qeu puede que lo que estemos haciendo con eso es poner por encima de todos los demás un marco conceptual mas que conveniente a deetrminadas narrativas que luego nos van a contar que si, que las libertades y los derechos están muy bien, pero que lo primero es la pela , y lo ultimo tb (eso, para otro dia)
    Personalmente yo no paso por ahi, y pienso debatirlo , siempre respetuosamente. Me gusta más ser ciudadano que consumidor, me gusta aceptar la responsabilidad de mis decisiones, aunque sepa que a veces las cosas no me van a salir como esperaba, me gusta ser consciente de que vivo en un mundo donde hay menos certidumbres de las esperadas, donde incluso lo factual esta limitado, donde voy a tener que elegir por intuición, afinidad, palpito, o por creencias, que no se si son mas o menos «eficaces» o su «eficacia» se define atendiendo a estas o aquellas variables.
    Yo todo esto lo acepto, a lo mejor no es como yo pienso que idealmente debería funcionar, pero lo acepto -a saber, otrosí si uno está para diseñar democracias ideales- . , pero yo, los contratos, para cuando me compro un móvil, para lo demás , zoon politikon, miembro del «pueblo» o ciudadano (menos de los de Rivera)

  2. Coincido bastante con el comentario de Laertes.
    Añadiría ( irónicamente, o no) que me ofrecen más garantías algunos ( pocos) políticos que algunos millones de mis conciudadanos.

  3. El estado aplaude posiciones como las de Laertes porque , entre otras cosas , le encanta que nadie se tome en serio sus promesas para llegar hasta su control.
    Anima sus creencias de ciudadanía , su almendra de dignidad y por encima de todo su conciencia , que ni se compra ni se vende.
    Lenin escribió para estos ciudadanos un panfleto político extraordinario , “ El Estado y la Revolución ” , en el que cada cual encontraba lo que quería en vísperas de Octubre del 17. Un panfleto anarquista que apelaba a las emociones y que cada uno pudiera entender como quisiera. Una pieza maestra de la propaganda.
    No hay contrato , solo intuición. No hay leyes , solo emociones.
    Ahora , cuando llega la hora de los impuestos la conciencia puede rebelarse pero el ciudadano , no.
    Hace tiempo que no había leído semejantes disparates tan poco relacionados con la realidad de las cosas.

  4. Me da la impresión de que Mulligan no ha entendido el comentario de Laertes, con el que yo me identifico bastante.

  5. El quid de la cuestión está en que los programas que se prometen sólo se pueden llevar a cabo si se consigue una mayoría aplastante.
    Cuando las mayorías están fragmentadas

    ,El votante sólo tiene «derecho a confiar en sus candidatos.

  6. Hola,
    Yo creo que un cargo electo es un sevidor público o debería serlo. Creo que así lo enfoca el CÓDIGO EUROPEO DE CONDUCTA PARA LA INTEGRIDAD POLÍTICA DE LOS REPRESENTANTES LOCALES Y REGIONALES ELECTOS cuando dice «En el desempeño de sus funciones, los representantes electos deberán servir al
    interés público y no exclusivamente a su interés personal…»
    Fuera estrictamente del diputado, concejal o Senador detrás de unas elecciones también hay una serie de nombramientos de cargos de confianza en instituciones, ministerios, secretarías, empresas públicas, consorcios, diputaciones etc… Gente en su mayoría anónima que pasan a ser directamente empleados públicos según el caso digamos semipúblicos, designados por cargos electos que quizás no siempre reunan las mejores cualidades profesionales para el cargo.

    Por otro lado como dice Laertes, es cierto que el voto no es una declaración de amor …o vivir como un drama personal… Y mis las motivaciones para votar a unos u a otros la ha definido perfectamente. Pero creo que podría ser de otra manera, no todo es tan incierto. Para un partido en la oposición puede ser más complicado porqué es muy probable que no tenga acceso a toda la información pero un equipo de gobierno que lleva, por lo general 4 años de mandato, puede atreverse a asumir ciertos compromisos con respecto al futuro de la gestión del ente que esta gobernando, en caso contrario creo que no dice mucho a su favor como gestor. Entiendo que todo lo que pueda pasar en una legislatura no se puede preveer pero al menos algún compromiso firme más allà de un línea en el programa (si es que hay programa) si que se podría asumir.

    Suscribo lo que dice Amistad Cívica que por ahora el votante sólo tiene derecho a confiar en sus candidatos. Y si que una mayoría aplastante es idílico pero incluso acuerdos de gobierno estables también permitirían grandes progresos en un programa realista.

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