El debate de nunca acabar

Magallanes

En Inglaterra, al comienzo de 1931, el gobierno tenía que enfrentarse al creciente desempleo provocado por la Gran Depresión y, a la vez, mantener el valor de la Libra Esterlina, que los mercados estaban devaluando. El Premier Ramsay MacDonald encargó a un comité de economistas que dictaminaran lo que había que hacer. Los economistas del Comité, fieles a  las enseñanzas de los grandes economistas Marshall, Ricardo y Adam Smith, decidieron en junio de 1931 que, dado que los ingresos impositivos se estaban reduciendo, para evitar agrandar el déficit había que reducir  los salarios de los empleados del sector público y hacer recortes  en otros capítulos del gasto público. Entre estos se citaba las ayudas a los desempleados. Estaban convencidos de que ello reduciría las exigencias salariales de la clase obrera y devolvería el optimismo de los empresarios que se atreverían a iniciar nuevas inversiones. Ello haría crecer nuevamente la economía. MacDonald impuso dicho dictamen, lo que le costó la dimisión de todos los ministros del Partido Laborista, a los que sustituyó por miembros del Partido Conservador.

El más importante crítico de esta política fue John Maynard Keynes. Era uno de los más destacados alumnos del profesor de economía Arthur Pigou en la Universidad de Cambridge. Este era un brillante exponente de la teoría económica clásica, uno de cuyos postulados era que no hay paro obrero involuntario. Sencillamente, los obreros no quieren aceptar el salario que equilibraría la demanda y la oferta del mercado de trabajo. Por tanto, se trata de un paro obrero voluntario.

Keynes insistió en que la manera de incitar a los empresarios a invertir era reduciendo el tipo de interés medio de la economía, para lo cual bastaba con que el Bank of England redujese ampliamente el tipo de interés al cual prestaba a los bancos. Y para animar la actividad económica, el gobierno debía en vez de reducir sus gastos, iniciar un programa de obras públicas. Con su típico humor inglés, dijo que si no se quería gastar mucho, que por lo menos se redujera el número de parados contratándoles para cavar agujeros  y posteriormente para rellenarlos. Pero lejos de indicar que para financiar este programa de obras públicas habría que aumentar los impuestos, señalaba que no deberían aumentarse e incluso que debían reducirse. ¡Aumentar el déficit público! Una herejía para los economistas de la época, que consideraban que al igual que una empresa privada, el gobierno debía cuadrar sus gastos con sus ingresos. Keynes intentó disipar estos temores, señalando que cuando llegasen los buenos tiempos, el gobierno tendría superávit y podría cuadrar el presupuesto.

Obviamente, la escuela de la teoría económica clásica tenía que contrarrestar estas ideas revolucionarias y, aunque tenía espadas para ello, la London School of Economics decidió  traer a Londres en el otoño de 1931 a un gran pensador liberal. Se trataba del austriaco Friedrich von Hayek. Este era un joven discípulo del gran economista  Ludwig von Mises.  Con su inglés entrecortado y mal pronunciado y llenando la pizarra de diagramas con curvas de oferta y demanda, comenzó su ataque a Keynes.

Simplificando, su teoría se resumía en que un aumento artificial de la demanda provocado por un aumento del gasto público puede llevar a un empresario a contratar más obreros pero que en cuanto se vuelva al nivel de gasto público anterior, disminuirá la demanda y volverá a despedir a los nuevos obreros. Pero su argumento central era la defensa filosófica del liberalismo. Para él, dar pie a que el  Estado intervenga en la economía conduce a la pérdida de independencia del ser humano y de su iniciativa, motor de la actividad económica.

El debate entre Keynes y Hayek empezó en revistas de economía, y siguió en artículos de periódico y cartas. Fue de una dureza extrema hasta el punto de que otros autores intentaron rebajar el enfrentamiento. El propio Pigou les acusó de estar  actuando como si estuviesen en un duelo. Llegado a cierto punto Keynes dejó de contestar, pero los discípulos de Keynes desde la universidad de Cambridge y los de Hayek desde la London  School siguieron la interminable discusión.   

Pero la publicación de La Teoría General del Empleo, Interés y Dinero de Keynes en 1936 reavivó  y expandió la discusión a todo el mundo académico dentro y fuera de Inglaterra. Su brillante exposición racional combinada con su certero análisis de las causas de la depresión y una cierta ironía hicieron palidecer los argumentos de Hayek y sus discípulos. Los postulados de la teoría económica clásica que hasta entonces no habían sido rebatidos por un economista educado en los mismos, quedaron fuertemente debilitados en el mundo académico.  Las ideas de Keynes tuvieron impacto en el Gobierno del presidente Roosevelt que en su New Deal las aplicó con gran éxito. Y cuando en 1937 dejó de aplicarlas, se volvió a la recesión.

Fue la segunda Guerra Mundial  la que se encargó de que los gobiernos dieran rienda suelta al déficit con objeto de financiar la fabricación de toda clase de material de guerra y sostenimiento de sus fuerzas armadas. Y después de la misma, los países desarrollados iniciaron un periodo continuo de crecimiento basado en la aplicación de los principios keynesianos.

Pero Hayek no se resignó a dejar la pelea. Aprovechó el creciente convencimiento en el mundo occidental de que los regímenes dictatoriales de Hitler, Stalin y Musolini  habían sido monstruosos en su violación de los derechos humanos y culpables del desencadenamiento de la guerra. Escribió en 1944 el libro El Camino hacia la Servidumbre, en que demostraba que cuánto mayor es el peso del Estado en la economía y la sociedad, mayor es el aplastamiento de la libertad individual. Académicamente, sin embargo, no consiguió rebajar el triunfo intelectual de Keynes cuyas ideas eran la materia prima de brillantes teóricos de economía como Samuelson, Patinkin, Hansen y Tobin en EEUU y Hicks, Kalecki y Robinson en Inglaterra, que dominaban el mundo académico anglosajón. En el resto de países desarrollados también se impusieron economistas de corte keynesiano.

Fuera de la universidad, sin embargo, la teoría keynesiana fue perdiendo vigor con el paso del tiempo. En efecto, las recetas keynesianas que habían permitido un crecimiento sostenido de las economías occidentales en las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, empezaron a ser ineficientes en la década de los setenta. Los países desarrollados, para mantener el pleno empleo, empezaron a tener rápidos crecimientos con inyecciones de gasto público, pero también empezaron a tener tasas de inflación crecientes, los gobiernos entonces contraían el  gasto público con objeto de detener la inflación, pero las recesiones que provocaban con aumento del paro, no la detenían sino que se convertían en recesiones con inflación. El fenómeno empezó a denominarse el  “stop and go” y su consecuencia era la estanflación. Surgieron nuevas teorías para explicarlo, la más extendida la teoría de las expectativas racionales. En resumen, si los agentes económicos saben que después de una ligera recesión, el gobierno va a volver a aumentar el gasto público, no tienen ningún incentivo para bajar los precios.

Pero las ideas de Hayek de reducir el tamaño del sector público y que este no incurriera en déficit volvieron a resucitar en estas circunstancias. El  máximo exponente de esta corriente post-hayekiana fue el prestigioso economista Milton Friedman. Sus múltiples artículos en revistas académicas y libros fueron capaces de eclipsar la Teoría General de Keynes. En resumen, argüía que el gobierno no debe intervenir en la economía sino que debe mantener el equilibrio presupuestario y, por tanto, el Banco Central debe limitarse a inyectar o detraer la cantidad de dinero que las fluctuaciones endógenas de la actividad económica exijan para que la velocidad de circulación del dinero permanezca estable. Pero como este proceder puede llevar a equivocaciones de los que toman las decisiones, lo mejor es que el Banco Central mantenga una inyección constante y conocida de la cantidad de dinero, con lo que la intervención en la economía se reduce al mínimo. Friedman, junto con Anna Schwartz, estudió la Gran Depresión y con los datos monetarios de la época, demostró que las decisiones de los responsables de la Reserva Federal agravaron la crisis en vez de amainarla. El libro Una Historia Monetaria de los EEUU y, sobre todo, su capítulo “La gran Contracción 1929-1933” tuvo un éxito enorme y su hipótesis no fue refutada por ningún economista conocido. Desde entonces, los bancos centrales de casi todos los países empezaron a fijarse en la cantidad de dinero y a programar su crecimiento con independencia de los planes de ingresos y gastos del Gobierno. Naturalmente que esta doctrina de mínima intervención del gobierno, se extendió a reducir al máximo la regulación bancaria y de las entidades especulativas que se había establecido después de la Gran Depresión para evitar que volviera a ocurrir. Ello tuvo lugar durante el mandato de Reagan. Como todos sabemos, la consecuencia fue la debacle financiera que empezó a manifestarse en otoño de 2007 y siguió agravándose hasta  2009. Incluso en los últimos meses del gobierno de Bush no hubo más remedio que romper con el principio de no intervención y se inyectó dinero público en grandes cantidades en los bancos y empresas automovilistas para salvar al mundo de una catástrofe sin parangón. Con Obama, lógicamente se multiplicó dicha intervención.

Y a pesar de las funestas consecuencias del mensaje liberal de no intervenir y, lo que es peor, de no regular la economía, en Europa se ha impuesto  la idea de reducir al máximo el sector público y que sus déficit sean mínimos, suponiendo que la confianza de los mercados y la iniciativa privada levantarán la economía. Pero la consecuencia es la falta de crecimiento, tasas de paro crecientes y déficit  irreductibles. Ello está estimulando una creciente desafección pública respecto a los políticos que indudablemente está alimentando la polarización de los ciudadanos hacia la extrema izquierda y la extrema derecha. La democracia requiere que la mayoría de los ciudadanos esté en posiciones cercanas  al centro. Se percibe que solo las recetas de Keynes  pueden contribuir a conseguir esto. Con primas de riesgo tan altas, solo los bancos centrales pueden inyectar dinero para no prolongar excesivamente la espera a que la iniciativa privada salve la economía. Es por tanto posible; solo falta desterrar a Hayek y Friedman de la cabeza de los gobernantes de Europa. Es necesario que recapaciten que el dicho de Keynes “a largo plazo todos muertos” es una gran verdad.

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Acerca de Magallanes

Soy Economista por la Universidad Complutense de Madrid desde 1965. Posteriormente obtuve el título de M.A. por la Universidad de Rutgers de Nueva Jersey en 1970. A mi vuelta a España fuí profesor de Teoría macroeconómica en la Univ. Autónoma de Madrid durante 3 años. Posteriormente ingresé en el Servicio de Estudios del Banco de España hasta mi jubilación.

17 comentarios en “El debate de nunca acabar

  1. Buenisima pieza divulgativa la que hoy nos deja Magallanes, muy didáctica y muy sólida, alineada con la mejor línea de este blog. Muchas gracias

    1.
    ¿Como ha conseguido encontrar un artículo de 1983? Esto puede abrir posibilidades insospechadas…

  2. Hola a todos!!!

    Magallanes, gracias por su artículo. Muy interesante. Hay muchos debates de nunca acabar que se podrían acabar, por ejemplo el siguiente:

    «Amigos animalistas como Rafa Hurtado y Cristina Olmos mandan este pedido. Se acaba la temporada de la caza y comienza la horrible masacre de galgos en este país. Por favor, mandad una carta al Seprona. Yo lo he hecho. Os copio el texto que ha mandado Cristina:
    «Se ha acabado la temporada de caza; en estos días miles de galgos serán «descartados» y ahorcados, tirados en fosas, y asesinados de muchas formas más, siempre injustas, y siempre procurando que sean lentas y dolorosas. Los que mantendrán con vida tampoco están a las puertas de un futuro prometedor: encadenados en cuevas, en sótanos, sobreviviendo apenas con pan duro… hasta que empiece la siguiente temporada de caza. Y todo vuelva a empezar.

    ENVIAD CARTAS AL SEPRONA PARA QUE CONTROLEN E IMPIDAN QUE LOS CAZADORES AHORQUEN A SUS PERROS!

    CAMPERO, es un galgo mas de los 20 que tiene Julián un cazador galguero de Toledo. Nació en una fosa sin luz, tapada con unos tablones viejos; de vez en cuando unos trozos de pan duro se cuelan por un hueco y los animales se pelean por ellos. Una vez a la semana, este monstruo con forma de hombre, los saca del agujero con idea de entrenarlos para las carreras de caza con liebre.

    Por fin llega el día de la prueba nuestro inocente y fiel CAMPERO no se encuentra muy bien hoy, es mucho el hambre y frío que ha sufrido desde que su madre los parió en la fosa y no hace un buen papel en la carrera, aunque lo intenta para que Julián se sienta orgulloso (a pesar de todo quiere ser un buen perro para su amo) pero este ya ha decidido que se deshará de el.
    Por la noche en el bosque tres son los condenados, CAMPERO no entiende nada pero una cuerda el amado dueño le pone al cuello y con las patas aun en el suelo CAMPERO le mira a los ojos mientras este la tensa para dejarlo colgado de pie. Luego lo ve marchar. Así pasan 6 horas, ya no puede mas empieza a amanecer el sol asoma. Ese sol que tanto deseo sentir sobre su piel. Y CAMPERO se muere, sus ojos se llevan libres el azul del cielo.

    IMPORTANTE:
    Amigos de GSF. Hoy termina la temporada de caza. Hoy empieza el holocausto ,la masacre del Galgo Español. Ahorcados ,abandonados moriran de hambre ,sed y frio, atropellados ,tirados a pozos… seran miles.

    ESCRIBE a la jefatura de Seprona dg-seprona-jefatura@guardiacivil.org

    Texto:

    Estimados Sres de Seprona: Finaliza la temporada de caza. Les pido que controlen al colectivo galguero ya que es sabido que ahora es cuando eliminan a los galgos en masa y ya tienen las hembras nuevamemente preñadas para la cria incontrolada de lo que ellos llaman «galgos nuevos».

    A falta de leyes eficaces porfavor controlen esta lamentable situacion que se repite año tras año.

    Firmado….Nombre apellidos DNI
    Gracias .

  3. Extraordinario el artículo de Magallanes. Enhorabuena. Una breve reflexión: quizá el problema es que haya pasado demasiado poco tiempo, pero lo que llevamos de crisis revela que las ideas dominantes no se hacen con una posición de dominio por méritos intelectuales, sino por motivos algo más prosaicos. Cualquiera que esté fuera del mundo de los políticos y economistas con poder en la UE sabe que las politicas económicas que está imponiendo Alemania son un disparate, que la crisis se debe en buena medida a ideología liberal expresada en modelos matemáticos, etc., pero nada de eso parece hacer mella en quienes toman las decisiones. Es increíble lo barato que le está saliendo a la ciencia económica el descrédito de una buena parte de quienes la practican.

    ¿Alguien entiende por qué hoy Savater habla en primera del plural, como si fuera Su Santidad?

  4. Soberbia lección de economía y sentido común y fantástico recordatorio con el artículo de 1983.
    Si a Grecia se le hubiera ofrecido refinanciación asequible y la quita que hoy se contempla en enero de 2010… En cambio, se le exigió una austeridad que ha reducido su PIB en un 15% a cambio de aumentar su deuda en un 20% y a tipos de interés superiores! Si tenía problemas de liquidez y riesgo de insolvencia, ahora su situación es desesperada por mucha reforma que haga, mientras la economía sigue contrayéndose.
    Esto es lo que pasa cuando se sigue a pies juntillas la ortodoxia liberal de no intervención, no rescate, no quita, no subsidio a los tipos de interés… que hemos ido eliminando pero demasiado lentamente y siempre un paso, o dos, por detrás de la crisis.

  5. Agradezco mucho a Pratxanda la referencia a un artículo de El País de 1983 sobre el tema que trato. No me acordaba de esta entrada en el debate de 2 economistas ingleses del Bank of England refutando a Friedman.

  6. Muchísimas gracias por el artículo. Sobre economía no hago declaraciones jeje.

  7. Ya lo dijo Tony Judt: —«we live in the long shadow of a debate with which most people are altogether unfamiliar», refiriéndose a ese debate que tan bien resume Magallanes. Keynes frente a «los austríacos» (Hayek, Schumpeter, Von Mises, …). Fue en la conferencia que luego se ampliaría a un libro (en España títulado «Algo va mal») y evocó aquí, en Debate Callejero, Lobisón hace casi año y medio.

    http://www.nybooks.com/articles/archives/2009/dec/17/what-is-living-and-what-is-dead-in-social-democrac/

    (A punto he estado de volcar aquí la versión de la conferencia en catalán -la divulgó Raimon Obiols en su blog-, en reconocimiento a Pratxanda por su post 1).

    ::::::::::::::::::::

    Rosa Díez ha conseguido que el ministro de Interior parezca brillante. Tiene su mérito.

  8. Muy buen articulo de Magallanes. Nos ilustra con las distintas medidas económicas para reactivar la economía del pasado y del presente, y elude referirse a las medidas Keynesianas ya fueron aplicadas en España por el gobierno Zapatero disparando el déficit en un 60%, según dicen, lo que nos ha llevado, dada la persistencia de la crisis, a tomar medidas de recorte del gasto público, etc, etc, etc.

    En el articulo se plantea que la solución debería ser que los banco centrales inyecten dinero en la economía, pero no sólo porque la prima de riesgo está alta sino porque el aumento de la deuda se ha incrementado exponencialmente haciendo inviable este sistema para reactivar la economía y mantener los servicios públicos.

    No sólo hace falta desterrar a Hayek y Friedman de la cabeza de los gobernantes de Europa sino que hay que introducir en las mismas cabezas la idea de crear un nuevo capital sostenible basado en el valor de las personas como recurso de riqueza fiduciario para la supervivencia sostenible que sirva para la compra habitual por las personas de alimentos básicos y también destinado a costear los servicios públicos que los Estados prestan a sus ciudadanos: http://capitalvida.blogspot.com/

    No creo que la solución sea que los bancos centrales inyecten dinero en los mercados para que los empresarios se animen a contratar ya que esto crearía un economía disfrazada con falsas expectativas de futuro. Podría llegar a pasar, como muy bien recuerda Magallanes de Keynes, que nacieran empresas especializadas en hacer agujeros en la tierra y otras en taparlos.

    Es el sistema y sus reglas lo que no funciona, por mucho que nos empeñemos en conservarlo. Cuantos más parados, menos recaudación de impuesto, menos consumo y más cargas para el Estado y violencia social, lo que obliga a planteares una reducción del indice de paro a limites aceptables, es lógico, pero imposible a nivel global.

    Para que exista consumo hace falta capital para consumir y crear este nuevo capital básico sería inyectar sangre nueva al sistema de circulación monetario llegando hasta la última célula de nuestro cuerpo social. Entiendo que no soy ni Keynes, ni Hayek, ni Friedman, ni Samuelson, ni Patinkin, ni Hansen, ni Tobin ,ni Hicks, ni Kalecki, ni Robinson, ni siquiera soy economista, pero cualquier entiende lo que propongo. De tan sencillo parece imposible, sin embargo es posible si así nosotros lo queremos.

    La idea del capital de la vida como recurso de subsistencia sostenible ha surgido para quedarse, gracias a la tecnología con la que antes no se contaba. Sólo es cuestión de tiempo que se acabe aceptando como evidente. Otra cosa será que por culpa de ignorantes dogmatizados se acabe llegando a la solución que muy bien recuerda Magallanes: Guerra Mundial (con mayúsculas).

    Así que les sigo proponiendo que sumen su valor de vida al cesto de las voluntades http://www.cestoonu.com donde democráticamente se puede expresar el apoyo a un futuro humano, racional y justo, donde las personas serán la base del sistema iCapitalismos social (2.0)

    http://www.youtube.com/watch?v=Skgo-TBWMlA

  9. Me sumo también en los agradecimientos a Magallanes por esta interesante y lúcida explicación histórica y teórica de las crisis en la economía. Es una contribución realmente oportuna y fácil de entender, lo cual le añade méritos. Tambien lo incluyo en favoritos. Un joven economista me argumentaba el otro día de forma parecida, aludiendo al libro de Tony Judt «Algo va mal», que menciona Barañain (12). Gracias a todos.

    También a Sarah por recordarnos esa horrible crueldad española contra los galgos. He intentado escribir al Seprona, pero no lo he conseguido porque piden registrarse de una forma que no se hacer.

  10. Fantástico artículo. Y me ha dado por pensar que, al igual que el pensamiento económico dominante, la ola de antipolítica que nos acompaña también nos trae de vuelta a los infelices años 30.

    Voy a releerme corriendo «Anotaciones Sobre Hitler» de Sebastian Haffner. Y a rezar para que la socialdemocracia no repita su triste suerte de aquellos años.

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