El discurso del cambio y el discurso del odio

David Rodríguez

El 28% de los españoles se encuentra en riesgo de pobreza, tasa sólo superada en la UE por Bulgaria, Rumanía, Grecia, Lituania, Croacia y Letonia. Según el Banco de España, nuestro país encabeza la diferencia entre las rentas más altas y más bajas. La caída de los salarios reales fue, en los salarios más bajos, del 30% entre 2008 y 2014. Además, el sistema fiscal no es capaz de amortiguar el impacto del desempleo. Por otro lado, las ayudas a la banca se cifran en 64.349 millones de euros durante la crisis. Según la Contabilidad Nacional, la remuneración de asalariados pierde más de 10.000 millones de euros entre 2008 y 2017, mientras que las rentas empresariales ascienden en casi 100.000 millones. Un estudio de la consultora Deloitte afirma que España es el país del mundo en el que más está creciendo el consumo de bienes de lujo.Como puede observarse, existen un sinfín de datos que ponen de manifiesto que la crisis ha impactado con suma dureza sobre las clases populares, mientras que la mayoría de las grandes fortunas se han enriquecido progresivamente. La desigualdad ha ido en aumento, y la realidad demuestra que era bueno el lema que algunas personas acuñaron hace más o menos una década: “No es una crisis, es una estafa”. El movimiento del 15M señaló con acierto a los responsables del deterioro económico de la mayoría de la población, y la irrupción de Podemos supuso una esperanza para revertir una situación tan injusta. Sin embargo, en el momento presente no parece que la política económica vaya a dar un giro sustantivo en una dirección más social, a no ser que el acuerdo de presupuestos se lleve a efecto, de manera que podrían compensarse parcialmente los efectos negativos de la crisis sobre los sectores más vulnerables. En cambio, los adalides del sistema no quieren que sea éste el centro del debate en la actualidad, y hacen todo lo posible para desestabilizar un posible viraje a la izquierda en los asuntos económicos.

El establishement ha utilizado diferentes estrategias para mantener la hegemonía de la derecha. Primero, la eclosión mediática de Ciudadanos, como partido nuevo para propiciar un supuesto cambio que en realidad mantiene el orden establecido. Segundo, la instrumentalización del problema catalán, convirtiendo la bandera en elemento de primer orden y relacionado con los más bajos instintos. Tercero, la culpabilización de la inmigración como causante de la mayoría de los males. De hecho, el cinismo del discurso de las derechas acabamos de vivirlo en las elecciones andaluzas. Proponen una reducción de impuestos cuando el sistema ya es de lo más regresivo, propiciando una mayor desestructuración social y dificultando la integración de las capas más débiles. Ensalzan el discurso de la seguridad, cuando a la vez generan las condiciones para una mayor inestabilidad económica. Desvergüenza en estado puro.

El discurso del cambio está basado en un análisis de clase de la crisis y en una crítica profunda a las desigualdades, identificando al poder económico como el verdadero responsable y proponiendo una transformación profunda de las políticas económicas y sociales. Por desgracia, este razonamiento está perdiendo fuelle a la vez que lo gana el voto del odio, que se sustenta en el ultranacionalismo y culpabiliza a los más perjudicados por la gran estafa de la crisis, por lo que contribuye a mantener el desorden que padecemos y a favorecer el mantenimiento de una estructura económica que beneficia a una minoría social.

Hace unos años, el crecimiento de Podemos parecía una buena vacuna contra la extrema derecha creciente en otros países, pues canalizaba la indignación en una dirección de propuesta de cambio concreta. Pero el antídoto contra el monstruo del fascismo no radicaba en unas siglas, sino en la movilización que propició su irrupción. En este sentido, la izquierda alternativa debe realizar una autocrítica. Si se pierde la movilización sostenida, si se cae en una institucionalización excesiva, si se pierden demasiadas energías en batallas internas, el impulso del cambio retrocede. En política, no basta con tener unas propuestas justas y con lamentarse de que la gente no vota en un sentido correcto. En política, es imprescindible para la izquierda que esas propuestas se discutan en las calles y en los lugares de trabajo. La ideología dominante va a hacer todo lo posible por impedirlo y por desviar la atención hacia la resignación, el miedo y el odio. Hacen su trabajo. La izquierda antagonista debería reflexionar para hacer mejor el suyo.

Un comentario en «El discurso del cambio y el discurso del odio»

  1. Gracias por el post, pero yo tengo un par de cosas importantes que no veo
    » El movimiento del 15M señaló con acierto a los responsables del deterioro económico de la mayoría de la población,»
    Tal y como yo lo recuerdo el 15M fue una movilización con mucho éxito, pero que adolecía de profundidad en varios aspectos. Ese es uno, el señalamiento «que no nos representan» a mi me parece una frase nacida únicamente de la indignación, pero carente de recorrido. Recuerdo también criticas feroces al sistema electoral español, o sobre el cupo de las comunidades forales a los que le faltaba el elemento esencial de conocer al menos, lo que se estaba criticando. También recuerdo incluso una cita con Stiglitz de algunos representantes del movimiento cuyo resultado fue fallido a la hora de articular un discurso. El rechazo de base de cualquier estructura, el culto a lo asambleario etc. Creo que en su epoca aqui aquello se manifestó: cualquier intención de cambio en una sociedad debe articularse politicamente de una manera efectiva.

    «Si se pierde la movilización sostenida, si se cae en una institucionalización excesiva, si se pierden demasiadas energías en batallas internas, el impulso del cambio retrocede»

    No hay eficacia sin organización. No hay organización sin que haya capacidad de ceder en beneficio de un objetivo comun, aunque no satisfaga plenamente el paisaje ideal de que uno tiene en la cabeza. Tampoco hay cambio si no se admite la idea de que las sociedades son diversas. Para mi gusto la izquierda ( alternativa o no) sigue teniendo en general un problema con esta noción. De adhesiones fervorosas vienen luego enconos inagotables. Ahí está la semilla de la abstención, de las exclusiones del que no piensa exacta y milimetricamente como tú, de las recurrentes noches de cuchillos largos, de las escisiones, escisiones de las escisiones , de las coaliciones que tienen menos votos que la suma separada de sus partes. Si se necesita un estado apasionado permanente -esa movilización permanente- para que algo funcione, es que ese algo no funciona.
    Con todo, sí: las politicas economicas desde hace treinta años han adolecido de un enfoque unidireccional cuyas carencias se han visto reveladas como causas -entre otras- de la crisis y de su desigual resolución. Efectivamente hay un enfoque imperante que se defiende y se mantiene hasta el punto de negar sus propias consecuencias sociales y politicas.Hay una necesidad clara de mejorar la redistribución y reequilibrar los programas politicos de largo plazo si no se quiere arriesgar -más aun- el entramado institucional de las democracias. Eso pasa por muchas acciones, pero posiblemente pase más por unas herramientas institucionales que sean capaces de aparejar el poder y el ambito de influencia de esos otrosagentes, de esa otra clase que hoy por hoy tiene la sarten por el mango. La mejor respuesta hasta la fecha en esa materia ha sido la Unión Europea, con muchos y molestos defectos, con muchas imperfecciones, con mucha mejora pendiente, con una trayectoria muy decepcionante a veces,si, pero la unica propuesta que ha logrado al menso esbozar un esquema redistributivo entre países y unas instituciones potentes capaces de enjaezar y corregir conductas dañinas. Internacionalización, inclusividad, organización, estructura, aceptación de las limitaciones, trabajo de largo plazo, logros tangibles -aunque no sean la solución perfecta-. o al menos dejar de sacarse los ojos, para empezar.

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