David Rodríguez
El ciclo político que comenzó en España con el movimiento del 15M, en el año 2011, está llegando poco a poco a su fin. La impugnación de los déficits democráticos de nuestro país y la propuesta de una alternativa verdaderamente de izquierdas están cayendo paulatinamente en el olvido colectivo. Podemos, fuerza política que cristalizó tras los grandes procesos movilizadores de principios de la década anterior, se encuentra ahora en una profunda crisis política, y la propuesta de Sumar deja muchas dudas acerca del futuro más inmediato de todo el espacio de la izquierda antagonista.
Las causas de la situación actual en Podemos son muy diversas, y algunas de ellas se remontan a los primeros momentos de vida de esta formación. El concepto de “casta”, tan recurrente en la fundación de los morados, ha pasado a la historia. Las dudas acerca de la definición ideológica, con un arduo recorrido para autodefinirse de izquierdas, no han ayudado a clarificar el espacio. La propuesta de listas abiertas se ha demostrado fallida, ya que éstas sólo tienen sentido en un contexto de conocimiento completo y en igualdad de condiciones de todas las personas que forman parte de las candidaturas, y eso no ha sucedido nunca. En definitiva, muchos de sus supuestos ideales originarios han sufrido vaivenes que no han favorecido el debate en la organización sobre la definición de sus prioridades políticas.
Más concretamente, el concepto fundacional de la nueva política nunca ha tenido detrás un sustento claro que permita desarrollar y entender de qué se está hablando exactamente. No se han explicado qué prácticas concretas había que mantener, cuáles debían ser modificadas y qué aspectos de la supuesta vieja política debían desaparecer. De este modo, una de las aportaciones fundamentales de Podemos se ha convertido en una mera proclama sin profundidad alguna. A esto debemos sumar algunos elementos que la militancia creía que iban a desaparecer, como unos personalismos extremos que han llevado a colocar las caras de Pablo Iglesias y de Ada Colau en las papeletas electorales, desbordando en este aspecto a la izquierda precedente y ubicándose en lo más viejo y poco edificante de la prehistoria del pensamiento progresista.
A estos errores iniciales se van sumando otros que se has ido desarrollando a lo largo del tiempo. Del rechazo frontal a Izquierda Unida se pasa a un pacto exprés en tan solo seis meses. La relación con el PSOE, debate recurrente de las fuerzas progresistas en España, nunca se ha definido de manera nítida, aunque aquí es cierto que Pedro Sánchez y sus primeras propuestas de alianzas (con Ciudadanos) tampoco han ayudado en exceso. En todo caso, el camino desde la denuncia de la casta política hasta el pacto de gobierno con el PSOE no ha sido ni claro ni sencillo.
Si las relaciones con otras fuerzas teóricamente progresistas han sido complejas, la situación interna de los morados no ha resultado mucho más diáfana. La construcción de una organización desde la nada nunca es una tarea simple, pero en el caso podemita ha desatado toda una serie de contradicciones que no se han sabido superar. Las divisiones internas han sido una constante desde su fundación en 2015, con enormes problemas para gestionar la pluralidad interna, escisiones a nivel estatal y autonómico, y numerosas dimisiones de prácticamente todos sus primeros dirigentes, acabando con la autoinmolación de Pablo Iglesias como vicepresidente del gobierno y secretario general del partido.
El acuerdo de gobierno con Pedro Sánchez ha llegado por tanto en un momento en el que las circunstancias han sido poco favorables para Podemos, demasiado desgastado en las batallas internas. La izquierda siempre ha corrido el riesgo de una excesiva institucionalización a la hora de gobernar, pero esta situación empeora si todas las fuerzas militantes se destinan al debate sobre la división y por consiguiente se pierde la capacidad de discusión programática y el impulso de la movilización, que deberían ser señas de identidad para los morados. Así se entiende la poca fuerza con la que se han acometido debates centrales como la necesaria reforma fiscal progresiva, la reducción de la jornada laboral, la concreción de la renta básica o la gestión sanitaria de la pandemia. Pese a todo esto, hay que reconocer que los elementos más progresistas del gobierno, como la subida del salario mínimo, la regulación de los ERTEs o las mejoras en la legislación laboral han venido de la mano del protagonismo de UP, hecho que pone de manifiesto que no debe desperdiciarse toda la experiencia acumulada.
En este contexto aparece Sumar, enésimo proyecto político de la izquierda que sería merecedor de un análisis completo por separado. Sin embargo, ya pueden apuntarse algunos problemas iniciales en el nacimiento de esta propuesta, comenzando por la conflictiva y confusa relación con Podemos. Del mismo modo que los morados despreciaron injustamente muchos de los elementos positivos de la izquierda anterior, Sumar podría repetir el error y derivarlo precisamente hacia los podemitas. Además, es evidente el peligro de repetir el personalismo en la figura de Yolanda Díaz, que tampoco ha demostrado un gran acierto inicial sobre las figuras políticas que la han acompañado, ni desde la perspectiva del buen gobierno ni desde la del respeto a la pluralidad interna. En todo caso, demos una ocasión al nacimiento de esta formación, que por lo menos lo hace con una propuesta de reducción de la jornada laboral de lo más interesante, aunque algunos puedan verla algo tardía teniendo en cuenta que procede de la ministra de Trabajo. Pero esta apuesta también debería ser analizada en un escrito aparte. De momento, esperemos a ver cómo se cristaliza este nuevo proyecto y si de verdad hace honor a su nombre.
Una cosa es predicar y otra dar trigo. Máxime cuando el trigo lo tienen que dar otros mientras yo, en el púlpito, lo único que hago es intentar complicarles la vida, mientras resuelvo la mía a su costa y a a «tutiplen»
Con una inflación subyacente del 7,5% en Enero se dirigen dardos a la persona cuya empresa más está favoreciendo la contención de la misma y que la cesta de la compra no escale niveles prohibitivos.Una cesta de la compra en la que la mayoría de los productos van envueltos, etiquetados, envasados etc. etc. con materiales cuyo precio se ha disparado en el último año muy por encima del 30%, pero a cuyos suministradores no se les ha permitido replicar esa subida en sus precios, ni en lo que directamente compran, ni en lo que indirectamente a través del pakaging utilizado por sus proveedores, quienes, a su vez, tampoco aceptan subidas cercanas a la realidad. Eso es lo que motiva el avance en la inflación subyacente controlada. » No me subas al nivel que necesitas, pero tampoco te bajaré cuando los precios de tus materiales se relajen» «no me subas el 30% pero te mantendré el 10% aún cuando tus costos bajen». Da igual lo que puedan incrementar sus beneficios las grandes distribuidoras cuando su gestión permite que la escalada de precios en la cesta de la compra no se haya disparado aún más. Pero hay que satanizar al presidente de la compañía. El problema es que en cada caja hay una empleada que traslada a los clientes lo feliz que está en esa empresa y que ojalá fueran todas así. Osea, crítica en saco roto que se vuelve más en contra de quien la realiza que a quien va dirigida.
Somos un país de Pymes y cada día se incrementan más los riesgos de emprender, cuando son, y durante mucho tiempo aún seguirán siendo el verdadero motor del empleo. Bienvenida sea la subida del salario mínimo. El consumo necesita que la población pueda consumir y el que tengan más recursos para ello es fundamental. Pero no todos están empleados en la industria, en la que el salario mínimo tiene poco peso, hay multitud de sectores económicos en los que la subida les afecta muy mucho. Si las subidas van unidas al incremento de la inflexibilidad laboral, por un lado, que perhudica la contratación, y al incremento de gastos por la vía de impuestos, que se come la subida del sueldo, mal iremos. ….. es decir, mal vamos.
El fin de Podemos, y de cualquier otra opción política futura que le pueda sustituir, siempre será el mismo y vendrá por el mismo lado. Nunca la gestión de los escasos recursos, el tratamiento de la deuda pública y la gestión futura de la misma, la intervención en el mercado laboral, no por la vía de la inspección sino de la reglamentación que lo puede asfixiar o trasladar a la economía sumergida, etc. etc. no tendrá solución por la vía del populismo sino de la gestión eficaz. Pero los que saben, saben, y los que no, no deberían tener como salida puestos de gestión de gobierno, como ahora.
Una cosa es la reducción de la jornada laboral de los que trabajan y otra la reducción de las jornadas laborales por la vía de la menor necesidad de horas trabajadas para producir los mismo.
Dice el articulista que la nueva formación nace con la propuesta de reducción de la jornada laboral de lo más interesante. Ojalá pudiera venir esa posibilidad si los efectos en la competitividad no fueran negativos en un mundo de economía globalizada. La industria avanza por ese camino con inversiones en tecnología que reducen cada día más la necesidad de mano de obra. El problema es que paralelamente hay que crear más puestos de trabajo para mantener a la población activa aunque sea en esa jornada reducida.
A ver si en el futuro avanzamos en ese camino y «PODEMOS» es sustituida por «INVERTIMOS». En ese campo necesitamos muchos afiliados.
Podemos no sabe gobernar y es el invitado de piedra de Pedro , que tampoco sabe gobernar ; en continua refundación , ofrecen lo mismo que los detergentes : una marca nueva en cada periodo pero con el mismo agente químico que destaca por el estilo de su propaganda , la carcasa insustancial de Pablo Iglesias , la disolución de la socialdemocracia varada en un tiempo que resulta anacrónico. Que lo arregle Rita , ja, ja, ja. Y así una vez tras otra . Una oficina de reclutamiento alternativa a la oficial de empleo.
El resultado es sumamente deficiente , sin inversiones en vivienda , sin exigencias en formación , sin estrategia para cambiar el modelo de una economía de servicios y con mucha producción de ideología fatalista llena de subvenciones que atraganta una administracion ineficaz y frustrante.
Es de agradecer a David y Fernando desde sus posiciones el ejercicio de realismo que despliegan.