El final del principio

Arthur Mulligan

Se acabó. El cirujano abandona el quirófano y comienza a quitarse los guantes esterilizados no sin antes dar instrucciones  para que comience la sutura de los diferentes tajos de bisturí que han sido necesarios en una de las operaciones  que erradicará ese mal que durante tanto tiempo postraba sin alivio a la nación española, esa anciana desahuciada que se resiste a morir por consunción.

Resulta que tiene una existencia real, una osamenta vertebral coriácea decantada en su historia imperfecta -como lo son todas- pero nunca claudicante y que persevera en su ser sin renegar de su origen. Una resolución beligerante del TSJ despelleja los propósitos taimados de un figurín de feria dejándole desnudo y al borde del delito de prevaricación a él y a su gobierno.

Al mismo tiempo, un gobierno de la Generalitat, configurado sobre todo  contra España, de un radical  que propugna la segregación de Cataluña sin considerar siquiera la opinión y los sentimientos de una mayoría realmente existente -los españoles- y que trata de ofender mediante la desmembración territorial a toda una sociedad, ha terminado de facto con sus propósitos de chantaje a un débil Presidente.

Una extrema derecha que domina ese gobierno, con su capacidad de gasto y de inversión, que quiere asegurar su preeminencia con el éxito en sus dos prioridades: la amnistía y la autodeterminación, algo que no conseguirá jamás. Estos aliados de la extrema derecha europea quieren por tanto -en su desesperación- desestabilizar el gobierno de España en un último y delirante  intento.

Una concepción absorbente del principio democrático; la voluntad popular entendida como simple principio de mayoría.

Se sostiene que, si el electorado de Cataluña apoyase mayoritariamente la independencia en referéndum (consulta), no habría posibilidad de oponerse democráticamente a esa voluntad.

Como afirmó el TS de Canadá, quien así piensa, además de desconocer la falta de efecto legal directo del referéndum, “malinterpreta el significado de la soberanía popular y la esencia de la democracia constitucional”. El principio democrático se integra en un conjunto de principios constitucionales que se condicionan recíprocamente, dentro de la legalidad.

Pero veamos que decía Polonio en estas páginas,  por tomar fuentes cercanas (no por avalar la opinión de quien esto escribe):

«Hace un año Pedro Sánchez calificó de golpe contra la Constitución lo ocurrido en Cataluña. Nos aclaró que los golpes modernos ya no se daban con militares sino con políticos desde las instituciones. Exigió al PP (al PP de Rajoy, Casado, Cospedal, etc) que reformara el Código Penal y adecuara el delito de rebelión a los nuevos tiempos. Si no lo hacia el PP (el PP de Rajoy, Cospedal, Casado…) el PSOE estaba dispuesto a presentarla de forma urgente. Ya digo, Sánchez hace un año: lo de Cataluña era un golpe contra la constitución desde instituciones del estado, pedía la adecuación del delito de rebelión a los nuevos tiempos (como lo ocurrido en Cataluña) y exigía preservar siempre la Constitución como valor jurídico máximo.

Yo sigo opinando lo mismo que opinaba Sánchez hace un año. Es la ventaja que tenemos quienes no estamos a los cambios de argumentario del partido o los problemas del jefe para permanecer en el poder.

Y mucho menos nos identifica el enemigo.»

Es un discurso que no es ocioso; un discurso contra quienes pretendan que el resto de la nación española no reaccione, una idea tan extraña como la de Sánchez, quien al cambiar, considera que todo se soporta en la autoridad de quienes aceptan el cambio.

Cerca de dos millones de catalanes votaron el 9-N a favor de la independencia y unos cuatro millones se abstuvieron. En unas elecciones corrientes, la abstención no cuenta, pero en un referéndum es un dato relevante, especialmente si lo que está en juego es algo tan traumático e irreversible como la secesión de una parte del país. El mero hecho de pretender una pregunta así es un insulto al resto de la nación porque circunscribe una población y un territorio arbitrariamente a los designios de una imagen irreal construida desde una posición supremacista.

Estamos hartos del abuso del Real Decreto por parte del gobierno de Sánchez, de su rechazo a frecuentar el parlamento, de su actitud abusiva; de su minoría freaky, de sus puestas de escena estériles, de la improvisación continua amparada por la complicada situación económica y subordinada al mantenimiento de su poder.

España reacciona desde y en sus instituciones, se revuelve y vota contra el gobierno y los partidos que le sostienen; las estadísticas coinciden y recogen ese malestar; cerca del 65 % no aprueban medidas de gracia para con los sediciosos.

Se diría que comprenden espontáneamente aquello con que Tony Judt se refiere repetidamente a  Cataluña en su ensayo de 1996 ¿Una gran ilusión?. Judt establece un paralelismo entre las regiones europeas de BadenWürttemberg, Rhône-Alpes, Cataluña y la antigua Lombardía carolingia, autodenominadas los Cuatro Motores de Europa en un acuerdo que firmaron en 1988. Son regiones prósperas, ninguna de las cuales incluye a la capital del Estado, que se consideran culturalmente más próximas entre sí que con otras regiones de sus respectivos países. Según Judt, se sienten europeas, pagan sus impuestos, están mejor educadas, tienen una ética del trabajo y una industriosidad que no comparten otras regiones de los Estados a los que pertenecen -regiones a las que se ven obligadas a subvencionar- y tienen poco peso en la toma de decisiones de sus gobiernos. Como señala Kaplan, son regiones “norteñas, que no se sienten identificadas con las que creen regiones atrasadas, perezosas y subsidiadas del sur mediterráneo”.

Esa conciencia de infiltración interclasista es lo que estamos soportando la inmensa mayoría de españoles sin que hayamos hecho otra cosa que apoyar y respetar sus singularidades históricas, pero hasta aquí hemos llegado.

El PSOE tiene un dilema, no su Secretario General y sus cómplices, y debe tomar una decisión: o continúa el camino trazado por un condottiero amoral que vende sus fantasías y agendas al mejor postor, o retorna a la ancha senda por la que camina hacia su futuro la inmensa mayoría de la nación.

Ese retorno resultará imposible unido a una coalición antiespañola o antisistema: PNV, Bildu, Junts, ERC, o que no se reconoce en nuestra constitución, como Podemos  o la CUP.

Para salir de la inminente catástrofe hace falta unir voluntades, no la estéril sumisión de las partes a la bronca presencia de un autócrata, de un fraude tallado en mármol, de un indigente moral que recela del poder judicial como limitante del suyo.

Olvidemos esta pesadilla y ojalá lleguemos a renegar de Pedro como antes lo hicimos con Pablo, con la serena fuerza del olvido.

4 comentarios en “El final del principio

  1. Bueno, entonces si se diera el indulto se acabaría España, no? Hoy he visto un tweet de una indepe feroz, cuyo nombre no recuerdo, que decía que el indulto sería un horror porque les desarmaría políticamente. Pues eso. Yo lo que quiero es que el gobierno arbitre las medidas que consigan que los indepes catalanes se bajen del burro y se calmen como antes hicieron los vascos que siguieron al flautista Ibarretxe. Es opinable qué es lo más eficaz para este fin pero cuando los indepes dicen que el indulto les jode, como que me sumo a la causa.
    Las elucubraciones sobre que Pedro va a seguir el final de Pablo me parecen, por el momento, purititas ensoñaciones. En democracia mandan los escaños dictados por los votos y por el momento, tenemos gobierno para rato. De lo cual me alegro mucho porque las alternativas a la vista me parecen todas mucho peores. Qué le vamos a hacer

  2. Es evidente que su pregunta es una trampa saducea porque esa alternativa capciosa ( vicio en el que incurre la Ministra Calvo ) no se daba en el artículo ; todo lo más que pudiera ocurrir es un debilitamiento del Estado frente a quienes quieren destruir nuestra Constitución por ser una invitación clara a una repetición del delito en cuanto las condiciones fueran favorables y sobre todo otro conflicto institucional gravísimo .

    Tanto la conciencia y la intención de los condenados frente a sus familias y amigos son irrelevantes al caso porque de otra manera la justicia quedaría desarmada ante el delincuente quien siempre podría alegar como atenuante la pérdida de una pluma Mont Blanc o una riña matrimonial ( no es broma , Forcadell alegaba que era una abuela !) .
    Lo que ha dicho el TSJ es claro , limpio y cristalino : autoindulto por ser un socio del gobierno, es decir , su petición y aprobación no son independientes de su capacidad para gobernar.

    Nada tiene que ver con la concordia , nunca jamas mencionada por la contraparte concordante ; de hecho es algo que ésta desprecia.

    Es un asunto que se justifica tramposamente como un acto de valentía política , incluso con pulsiones suicidas estremecedoras de una personalidad inquietante como la de Ivan Redondo convertido en un Sansón que derrumbará las columnas de La Moncloa o más directamente , se tirará por un barranco ( ¿ arrastrando a su jefe ? ) según declaraba ayer en un euskera intermitente.

    Hay una encuesta ( no, no es la de Tezanos ) que señala una oposición del electorado a esa medida sin que medie un cambio de actitud que la haga comprensible; existen declaraciones de relevantes ( no Lastra , no Abalos , ) dirigentes del PSOE activos y de toda la delantera gloriosa , los Zarra , Gainza, etc que califican la concesión de este indulto
    como un « error histórico » .

    Y bueno , si quieren ayudar a la oposición que continúen así , pero suyo es el poder y la gloria.

  3. Pero ¿ qué les pasa ?

    Iñigo Errejón ha dado lo mejor de sí. No en lo de Ceuta, ni en lo del indulto en lo que ha dicho las tonterías acostumbradas. No. Ha vuelto a la filosofía, al núcleo irradiador: “Ahora lo más revolucionario que podemos hacer es apagar el móvil. O sea que esto es un dispositivo neoliberal de control de nuestro tiempo sistemático”. Iguálalo, anda.

    Pues eso , la modernidad instantánea.

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